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Lucha de gigantes

    el salón de actos a rebosar: cientos de estudiantes, futuros doctores, actuales doctores y post-doctores, algunos curiosos, y la élite de la élite; los más respetados académicos del mundo mundial... están todos ahí, con sus trajes recién planchados y su estómago aún rebosante de las delicias del desayuno del hotel.

    Las primeras ponencias se van sucediendo. Después los talleres, las comunicaciones... A pesar del entusiasmo que muestran y de alguna que otra frasecilla acertada, todos saben que no dejan de ser los teloneros de la gran estrella, del maestro de maestros, del “p... amo”. Ha llegado la hora. Su hora. A lo lejos se le ve atravesar la puerta principal del auditorio, desprendiendo un aura de sabiduría que embelesa hasta al más científico.

    Desde el estrado y tras una mirada orgullosa y desafiante, comienza a desgranar sus nuevos hallazgos, y después de dos horas de frases extrañas, ingeniosas, algunas obviedades y algo de histrionismo, anticipa que ha llegado el momento de anunciar su nuevo gran descubrimiento. El auditorio enmudece, todos tragan saliva, la emoción es desbordante, ¿qué habrá descubierto el maestro? ¿Qué camino debemos seguir a partir de ahora? ...y es entonces cuando el afamado ponente sentencia: “Pablito clavó un clavito. ¿Qué clavito clavó Pablito?” Impresionante. Sin palabras. Está claro: es un genio. Pero justo antes de que el hipnotizado público se entregue a su amo en una ovación cerrada, un oponente, nuevo aspirante a afamado ponente le replica: “Es increíble la manera en que tergiversa usted las cosas. ¿No se da cuenta de que lo que llama clavito podría nombrarse más acertadamente como “pequeña barra de metal delgada y puntiaguda”? Y además, si usted es fiel a la historia, reconocerá que fue Pedrito, y no Pablito, el que introdujo esa pequeña barra de metal delgada y puntiaguda. Yo les propongo, aquí, hoy, ahora, a todos ustedes, que volvamos a los orígenes. Les hablo, como no, de volver a la verdad, del retorno a Pedrito”. Miradas asesinas. Un silencio cortante y denso envuelve el auditorio. La profundidad de lo que está en juego es inmensa, quizá demasiada para pobres mortales como nosotros... Dos grupos, dos bandos, dos orientaciones irreconciliables acaban de nacer: los pablistas y los pedrianos. Ya es inevitable: me toca elegir en qué lugar situarme.

    05 dic 2020 / 00:48
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