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LITERATURA

Luis G. Jambrina, de celebrar el Camino de Santiago a homenajear a Nebrija en el V centenario de su muerte

El escritor zamorano publica ‘El manuscrito de niebla’ (Espasa), tras el éxito rotundo de ‘El manuscrito de barro’, una historia en torno al Camino de Santiago, publicado el año pasado. He aquí otra aventura del pesquisidor Fernando de Rojas

A Coruña. Luis García Jambrina, profesor de literatura española en la Universidad de Salamanca, zamorano de nacimiento, es mucho más que un académico, es un entusiasta de la Historia, de la novela negra, y, por qué no decirlo, de la figura de Miguel de Unamuno, que le cae tan cerca. De hecho, hace unos meses publicó La doble muerte de Unamuno, junto a Manuel Menchón.

Hemos hablado de él en varias ocasiones. Habitual visitante compostelano, amante también del Camino Jacobeo, Jambrina saludó el Año Santo en 2021 de manera muy oportuna, como ya escribimos ampliamente aquí. Publicó El manuscrito de barro (Espasa), otra historia de su detective favorito, el pesquisidor Fernando de Rojas, presuntamente redactada (como Cervantes, Jambrina hace sus bromas con la autoría) por su antepasado Alonso Jambrina, que encontró los manuscritos secretos, ocultos por miedo al Santo Oficio, o por otras circunstancias no aclaradas, en un viejo caserón de Talavera, que, asegura con total seriedad el autor, tal vez perteneció a algún descendiente.

Lo que iba a ser una tetralogía se ve ampliada así con nuevos manuscritos, algo previsible por el éxito de los anteriores y por la proverbial inventiva de Jambrina, prolífico como pocos, aunque él asegure ser sólo el último eslabón de estas curiosas historias que con tanto detalle y probado conocimiento nos hacen viajar a otros lugares y a otros escenarios. Su última entrega, como decimos, de la que nos hablará en breve en estas páginas, es El manuscrito de niebla, también en Espasa, un viaje, oportuno una vez más, a nuestro pasado cultural. En concreto a la figura de Antonio de Nebrija, del que se celebra ahora el quinto centenario de su muerte.

Jambrina se apoya en las efemérides y en los aniversarios, logra que reviva en nosotros todo ese pasado floreciente y a veces olvidado, y lo hace, ya lo saben, de la mano de la figura de Fernando de Rojas, autor de La Celestina, convertido inteligentemente en pesquisidor, en detective un poco a lo Umberto Eco, con todo el poso de la historia y el perfume de su tiempo. A estas alturas, Jambrina conoce ya cada una de las esquinas del siglo XVI, principalmente, y en El manuscrito de niebla, como él mismo dice “ha querido rendir un apasionado homenaje al maestro Nebrija en el año en el que se conmemora el V Centenario de su muerte, haciendo de él un personaje inolvidable que seducirá a todo tipo de lectores”.

En esta novela un tipógrafo es encontrado muerto violentamente en una imprenta de Salamanca, Varios textos originales de Nebrija han desaparecido en el incidente. Y será el humanista el que encargue a su antiguo alumno, Fernando de Rojas, que ejerza una vez más de detective, que descubra al autor del asesinato del cajista y, finalmente, que recupere los manuscritos robados. La novela habla de aquellos días en los que era necesario luchar contra los detractores de la modernidad, contra los enemigos de la imprenta, lo que llevará a Rojas a defenderlo en un proceso inquisitorial frente a las acusaciones de haber enmendado la traducción latina de La Biblia.

En su novela anterior, El manuscrito de barro, Jambrina escribió con detalle, a través de su propia experiencia, del Camino de Santiago, concretamente del Camino francés. Como homenaje a lo que considera “el gran camino de la construcción de Europa”, tejió una apasionante novela negra de intriga histórica en torno a varios crímenes que salpicaban la ruta en aquel entonces, una vez más con Fernando de Rojas como investigador, tal y como le fue solicitado, dice, por el mismísimo arzobispo de Santiago. En su tarea le acompañará Elías do Cebreiro (homenaje a Elías Valiña, O cura do Cebreiro, a quien se le debe la idea de los albergues, y que hacía sonar las campanas de la iglesia en días de niebla para orientar a los peregrinos, hasta que él mismo inició la señalización en color amarillo). En la novela aparece como clérigo y archivero de la catedral compostelana. Con puntualidad, el libro salió a la luz con el comienzo del Año Santo, ahora ampliado a 2022, lo que invita, a los que aún no lo hayan hecho, a adentrarse en este juego literario, tan divertido como instructivo, pues el zamorano sigue al pie de la letra el afamado consejo de “enseñar deleitando”. Tal y como sucede también en su nueva obra sobre Antonio de Nebrija.

La experiencia de escribir una novela de intriga histórica en torno al Camino de Santiago fue, para Jambrina, una de las más emocionantes de su serie sobre los manuscritos de Fernando de Rojas. “Me suelen asaltar muchos temas cuando me pongo a escribir”, me dice, “pero tengo que reconocer que el Camino de Santiago es una mina, se mire por donde se mire. Me apetecía mucho ofrecer mi visión, contar cómo era el Camino en el siglo XVI. Y que conste que el primero que quiere saber cosas soy yo. Esta vez encontré, además, y creo que es necesario subrayarlo, la ayuda de un gran conocedor de Hermann Künig, ese monje alemán que escribió una de las grandes guías del Camino de Santiago, en 1495. Es una vía que me descubrió y me mostró este profesor lucense, Javier Gómez, al que dedico la novela, que en cierto modo me acompañó desde el principio como hace el propio Elías do Cebreiro, el personaje basado en el cura Elías Valiña, que acompaña a Fernando de Rojas en la trama de ‘El manuscrito de barro’. Creo que son dos amistades absolutamente comparables, forjadas precisamente al calor y a la luz del Camino”.

Luis García Jambrina analiza su peripecia como creador con gran detalle. Es un excelente conversador. Y uno nota que disfruta cada recoveco de la Historia. Es capaz de evocar, filtrados a través de la luz mágica de la literatura, instantes del siglo XV, o del siglo XVI, y trasladarlos al lector actual con gran verosimilitud, pero, al tiempo, imprimiendo una buena dosis de suspense. Y lo hace con pasmosa facilidad, sin abandonar la sencillez propia del relato clásico, sin dejarse llevar por los fuegos artificiales de la literatura. Jambrina busca dar luz a personajes, a paisajes, a momentos clave de nuestra historia, pero, sobre todo, busca el placer del lector.

“Lo del Camino siempre me estuvo rondando cuando empecé esta serie. Yo necesito a veces estímulos para zambullirme... Las historias de cualquier época son interminables, pero a menudo necesito un incentivo. Y claro, en el caso de ‘El monasterio de barro’ era el momento. Lo es, porque seguimos en Año Santo [como sucede con el V centenario de la muerte de Nebrija, en esta última novela]. Lo cierto es que sí, yo quería ofrecer mi visión del Camino y estoy contento de haberlo hecho”, me dice.

“Cuando uno escribe no lo sabe todo, no tiene por qué ser un conocedor profundo de una época”, explica. “Tienes una idea, algo de lo que partir, tienes nociones... Pero, como te dije antes, yo soy el primero que quiere saber. Aprendes mucho escribiendo. No todo vale, pero sí que valen muchas cosas. La ayuda de Javier Gómez Vila, al que descubrí persiguiendo la figura de Hermann Künig, fue, en efecto, excelente. Fue un encuentro afortunado, una amistad parecida a la que en la novela se forja entre Rojas y Elías do Cebreiro. Creo que algún día haremos algo en conjunto, algún trabajo sobre Galicia, aunque fuera de la serie de los manuscritos. Lo cierto es que encontré su teléfono por casualidad... Y como tenía que ir a Bembibre, en el Bierzo, a dar una charla, me puse en contacto con él y rápidamente me invitó a hacer la ruta Künig, Así que conocí con él muchos lugares de primera mano, como el castillo de Pambre, y luego, entre él y yo, nos estuvimos intercambiando documentos, etc. Todo este proceso de creación literaria sobre el terreno me resulta muy placentero”, reconoce Jambrina. “Parece arduo, pero es emocionante. Siempre quieres documentarte mucho, leer testimonios de peregrinos, aunque no todos fueran de esa época. El secreto siempre está en querer saber más. Y hoy hay muchas más facilidades para documentarse, lo que hace difícil, a veces, dosificar la información, para no dar una imagen de pedantería”.

Dice Jambrina que él disfruta mucho del proceso de construcción de la novela. “No las planifico mucho, dejo bastante al azar... No sé lo que voy a contar hasta que me pongo a contarlo. Algunas cosas sí... pero no demasiadas. Si sabes lo que vas a contar, pierde fuerza lo que escribes. La escritura tiene muchas fases y hay un momento en el que sí sufro... las correcciones, las últimas lecturas. Ahí ya te lo sabes todo y ya no ves nada (risas). Me gusta corregir mucho, pero no es la mejor fase que digamos. Pero como el disfrute de la corrección de la novela es mucho, todo se compensa”.

“Con la pandemia y el confinamiento la literatura ha sido una tabla de salvación para mí... Y creo que ha sido también así para los lectores. Es una alegría. Fíjate en que hay muy buenas cifras de ventas este año, así que hay que alegrarse”, subraya. Le digo si la pandemia traerá, a la larga, una época mejor, una vez que nos despojemos del peso de todos estos fantasmas. “Me gustaría que la pandemia nos trajera, como dices, una especie de Renacimiento. Ya ha ocurrido en otros momentos de la historia. No será fácil, desde luego, pero creo que tenemos que aprender a cambiar algunas de nuestras prioridades. Yo mismo, en ‘El manuscrito de barro’, describo las dificultades que surgieron en el siglo XVI, con la decadencia galopante, la inseguridad creciente para los viajeros (siempre hay inseguridad en la vida humana), y el auge del luteranismo, que no favorecía precisamente el desarrollo de las peregrinaciones. Quería mostrar de manera creíble las sensibilidades y los problemas del momento. El Camino es como una gran avenida que atraviesa el continente, muy diversa, y el hecho de que existiera una gran preocupación entre las autoridades eclesiásticas me venía muy bien pare trenzar una historia con crímenes, con detectives, con suspense. No me aparto en esto de aquella atmósfera de cierta decadencia, como digo. Pero ya ves, el Camino afortunadamente sigue ahí. Explicando en gran medida todo lo que somos, lo que hemos sido a lo largo del tiempo, lo que es Europa, el alma de Europa, y lo que podemos ser», enfatiza Jambrina.

Ahora, con su dominio del lenguaje de la época, capaz de transmitir el perfume del siglo XVI, Luis G. Jambrina nos acerca a la figura extraordinaria del humanista Antonio de Nebrija. Y lo hace de nuevo a través de su investigador de cabecera, partiendo de un hecho truculento, y llevándonos a la lucha por la libertad de la cultura, envolviéndonos en “el fascinante mundo de las imprentas y las librerías de comienzo del siglo XVI”, narrando la guerra contra la barbarie y los enfrentamientos internos en la universidad, donde crece el ambiente hostil, y, en medio de esa niebla, la búsqueda de la luz de los libros, y el relato muy documentado de la vida de esta figura poliédrica y controvertida, el humanista Antonio de Nebrija. Un Jambrina en estado puro.

18 ene 2022 / 00:01
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