Mioquinas: interleuquina-6 (II)
EL OBJETO DE ESTE ARTÍCULO ES SÓLO ORIENTATIVO. CONSULTA CON TU MÉDICO
Y/O ESPECIALISTA CUALQUIER CAMBIO EN TU DIETA O ENTRENAMIENTO
solo ha sido recientemente que la ciencia ha constatado un hecho: pues ahora resulta que el músculo esquelético secreta una batería completa de proteínas llamadas mioquinas las cuales poseen efectos fisiológicos en muy diversas áreas del cuerpo, es decir, que actúan como auténticas hormonas endocrinas afectando a muy variopintos órganos, sistemas, aparatos. Dentro de esta larga lista se encuentran la interleuquina 6 (de la que hablaremos hoy), la miostatina, la folistatina, la apelina, la irisina, el factor de necrosis tumoral-alfa, el factor neurotrópico derivado del cerebro (ojo con éste, pues impide que se nos atrofie el cerebro), el factor inhibidor de la leucemia, la visfatina y la decorina. De todas ellas, la irisina, el factor neurotrópico derivado del cerebro y la IL-6 son las que parecen afectar más (y de forma más positiva) a la salud del individuo, potenciándola, e impidiendo que se enquisten muy diversas enfermedades crónico-degenerativas... ¡asimismo impidiendo que se nos encoja el cerebro!
En efecto, ahora sabemos que nuestros “musculitos” no sólo sirven para lucir palmito en la piscina, sino que funcionan al unísono como un auténtico órgano endocrino, interviniendo muy activamente en la regulación y homeostasis (equilibrio fisiológico) del organismo, mediante la secreción de variopintos químicos. La única pega en todo esto es que antes hay que hacer ejercicio para activar tales químicos. Por la contra, y con la ciencia de la mano, las evidencias indican que la inactividad física aumenta dramáticamente el riesgo de padecer enfermedades tales como la diabetes tipo II, osteoporosis, enfermedades cardiovasculares, diversos tipos de cáncer (de colon, de mama, de próstata) obesidad y demencia, entre otras muchas, por la escasez en tales químicos. Hete aquí que las mioquinas estimuladas por el ejercicio físico, más tratándose de levantamiento con pesas, constituyen un excelente protector contra tooodas las antedichas patologías... y oiga, que tampoco hace falta ser Arnold para notar las ventajas metabólicas.
Pese a que la ciencia de las mioquinas todavía esta en pañales, podemos bosquejar una primera clasificación provisional con lo que hemos aprendido hasta ahora. A continuación, paso a detallar las dos mioquinas más importantes y/o mejor conocidas, empezando hoy con la IL-6:
Interleuquina 6. Al principio, cuando se descubrió esta proteína, se creía que era mala-malísima porque siempre aparecía elevada en estados fisiológicos inflamatorios como es el caso del cáncer o la obesidad mórbida; por ello y de buenas a primeras, se apuró mucho en clasificarla como una “citoquina mala” o “citoquina inflamatoria”. Craso error, porque a la interleuquina 6 le pasa como al doctor Jekyll y Mr. Hyde, que según sea el momento -o punto de secreción- puede mostrar un carácter excelente o pasar a convertirse en la peor de tus pesadillas: todo depende del origen -y circunstancia- que origine susodicha liberación.
Así, cuando la interlequina 6 se libera desde el músculo esquelético al hacer ejercicio vigoroso (sobre todo el de tipo aeróbico, es decir, correr o pedalear) y aún conservando su carácter inflamatorio, esta mioquina ayuda no sólo a reconstruir o reparar las micro-fibrillas musculares sino que desencadena una respuesta antiinflamatoria muy potente, actuando a modo de “efecto rebote” en la secreción de dos importantes mioquinas antiinflamatorias: la interleuquina 10 y el antagonista de la IL-1R, las cuales sirven para dejar al cuerpecillo del deportista totalmente desinflamado; al mismo tiempo, la IL-6 inhibe la secreción de citoquinas inflamatorias malas-muy malas como el factor de necrosis tumoral-alfa (que ya tiene un nombrecito que acongoja). Pero espérese, que también la IL-6 mejora la afinidad a la insulina (y por tanto la utilización de los azúcares) previniendo con ello la diabetes del adulto; eso sin contar con que ayuda a quemar grasas de una forma muy eficiente y -al parecer- también ayudaría a aclarar un hígado congestionado. Pues miel sobre hojuelas, ¿no? Tres hurras, por la IL-6... siempre que sea la isoforma muscular, claro, no la secreción adiposa.
¿Y de qué depende que la interleuquina 6 sea buena o mala? Pues básicamente del cómo, del dónde y del cuándo. Que la IL-6 se libere de forma aguda en el músculo esquelético y en respuesta al ejercicio (clasificándose entonces como una mioquina) la convierte en un poderoso agente protector de enfermedades; pero si la liberación acontece de una forma cronificada en el tiempo y por parte del tejido adiposo debido a la inactividad física (siendo ahora una adipoquina), la IL-6 pasaría entonces a ser tu peor pesadilla, reflejo directo de un estado inflamatorio cronificado en el tiempo (posiblemente porque las células de los obesos ya no reconocen ni aceptan esta citoquina, con lo que se genera una resistencia a sus efectos tal como sucede con la insulina, o la leptina).
La ecuación es harto sencilla: picos agudos de IL-6 provocados por el ejercicio = cosa muy buena; secreción crónica de IL-6 liberada por el panículo adiposo = cosa muy mala... ¿fácil, no?
Por último, añadir que aunque diversos autores apuntillan que la IL-6 es liberada en mayores cantidades cuando se practican actividades aeróbicas (correr, pedalear) yo tengo mis dudas a tal respecto; ¿por qué? Bueno, porque la isoforma muscular de la IL-6 es el gatillo anabólico que regula la respuesta inflamatoria aguda, ¡cosa que se dispara con el levantamiento de pesas! Digo más, sin ese pico agudo de IL-6, el músculo ni puede inflamarse ¡ni tampoco regenerarse y crecer! La IL-6, digo para acabar, vendría a ser la primera pieza en la cascada química inflamatoria -“efecto dominó”- que, tras su activación, resulta imprescindible para que tooodos los demás químicos se activen y pueda obrarse el desarrollo muscular.
Continuamos el próximo día con más mioquinas y más cositas. Salute per tutti.