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Mirar de nuevo a Gaudí

    cualquier momento es conveniente para aproximarse a la obra de Antoni Gaudí (1852-1926), a su acusada y poliédrica personalidad, a su arquitectura simbólica. De tal modo, será de interés todo aquello que le atañe y en mayor medida la curiosidad se acrecienta cuando se presentan nuevas oportunidades que permiten analizar su figura desde otras visiones; bien es cierto que en la medida que el tiempo va transcurriendo, la fascinación por el personaje crece, sin embargo el exceso de popularidad lo puede haber distanciado de lo que es su esencia.

    Y en la intención de subsanar ese inconveniente, de profundizar en su obra, de promover un cambio en la percepción de la misma va dirigida la exposición Gaudí, organizada por el Museu Nacional d´Art de Catalunya, abierta el pasado día 19 y que se verá a partir del 11 de abril de 2022 en el Musée d´Orsay de París. En ella se exhiben mas de 650 piezas, arquitectura, diseño, mobiliario, planos, dibujos, fotografías –algunas desconocidas– procedentes de mas 75 colecciones de instituciones nacionales e internacionales a las que se suman las del MNAC.

    Se incluyen los dibujos que sobrevivieron al asalto e incendio que se produjo en 1936 en el taller del arquitecto, en la Sagrada Familia, el busto de la Fuente de Hércules de los Jardines del Palacio de Pedralbes, las fotografías del Park Güell que se expusieron en la Exposición de París, de 1910 o el recuperado mueble recibidor del piso principal de la Casa Milá.

    La exposición parte en su hilo argumental del proceso de investigación llevado a cabo por su comisario Juan José Lahuerta, y en ella se ofrece una imagen revitalizada de Gaudí, en un recorrido por todas sus etapas, sin desvincularlas de aspectos externos, entrelazados; el resultado ofrecerá la oportunidad de reubicar su figura para situarla en un plano mas acorde con la que fue su realidad y las circunstancias convergentes de su época que permitieron en aquellos años la implantación de nuevos lenguajes estéticos y de específicas ideologías, coincidentes con el desarrollo de su arquitectura, y a partir de los primeros encargos: la casa Vicens (1883-1885)y los Pabellones Güell (1883-1887), en los que ya se aprecian sus originales propuestas como eran el empleo de la cerámica, el hierro o los prefabricados; ambas forman parte del periodo orientalista del autor.

    El perfil que ahora se presenta, define a un Gaudí participe de aquellos momentos de riqueza, asimismo de turbulencias en los aspectos sociales, en el marco de grandes transformaciones que tenían como núcleo la ciudad de Barcelona, derivadas de la eclosión de una burguesía culta y cosmopolita que aspiraba a una nueva trascendencia y que se verá personalizada a través de gustos estéticos que se encarnan en una nueva forma de vivir y pensar, en los encargos de sus viviendas dirigidos a arquitectos de vanguardia; en la denominada manzana de la discordia, en el Paseo de Gracia, conformada por los edificios Amatller, de Puig i Cadafalch; Lleó Morera, de Lluis Domeneh i Montaner; Bonet, de Marceliano Coquillat; Mulleras, de Enric Sagnier, y por añadidura la Casa Batlló (1904-1906) de Gaudí, encontramos el mejor ejemplo de la pujanza arquitectónica y social de aquellos años.

    Situado en el epicentro de la modernidad de su tiempo, Gaudí, llevaba consigo una sólida formación; había conocido la obra y teorías de Viollet-le-Duc, estaba directamente ligado a los movimientos de vanguardia europeos, esencialmente al “ modernismo”, del que ya era uno de los grandes referentes en vida.

    En cuanto a su modo de ser, no fue el personaje que nos han descrito, solitario y místico, mas al contrario, por el alcance de su arquitectura y la efervescente actividad desempeñada, se pueden intuir otras cualidades particulares seguramente mucho mas mundanas y persuasivas, necesarias para la consecución de tan ambiciosos objetivos, aun cuando su obstinada determinación le llevase, en ciertos momentos a la incomprensión, a la confrontación con sus clientes.

    Pero en definitiva, su trascendental obra solamente podría darse en un contexto único, el que se producía en los años de sus comienzos, en 1868, y en los siguientes, cuando Barcelona estaba en plena metamorfosis, ocupando los espacios del nuevo Ensanche, y encontrando una fisonomía única y perdurable.

    29 nov 2021 / 01:00
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