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Olorcillos corporales

    EL OBJETO DE ESTE ARTÍCULO ES SÓLO ORIENTATIVO. CONSULTA CON TU MÉDICO

    Y/O ESPECIALISTA CUALQUIER CAMBIO EN TU DIETA O ENTRENAMIENTO

    piénsese que cada vez que uno se pega una buena ducha (pongamos que con dos aclarados) hasta la mitad de sus efectivos bacterianos que cohabitan en la piel, los mismos que componen su microbioma cutáneo, fallecen entre horribles dolores presa de los abrasivos jabones. De ahí viene, precisamente, el cambio de olor inmediato percibido, al ser eliminadas tanto las bacterias saprofitas (devoradoras de pieles muertas) como sus odoríficas excretas, siendo éstas sustituidas por las fragancias del gel de ducha.

    En efecto. Nosotros, en teoría, somos inodoros, pues son los microbios que cohabitan en nuestro manto dérmico los que imprimen –mayoritariamente- el olor idiosincrático de cada cual, al dar buena cuenta de los compuestos presentes en el sudor, sebo y queratina de piel –CRONCH, CRUNCH!-. En respuesta, los microbios secretan entonces diversos aromas cuya intensidad puede ir desde la más sutil de las fragancias al más intenso de los hedores. Pero ya digo, ¡todo esto en teoría!, porque a veces nuestro propio sudor fresco –en principio inodoro- viene cargado de olorosas moléculas tales como el amoníaco, que encuentra en la transpiración corporal una tercera vía de escape; o en el caso de enfermedades genéticas como la trimetilaminuria (o síndrome del olor a pescado), donde se acumula de una forma patológica el compuesto trimetilamina –debido a un fallo enzimático- y de tal manera se expulsa a través del piel, volcando al ambiente fétidos vapores.

    También la dieta que siga el interfecto puede influir en sus propios tufillos. Alguna gente que come indolentemente ajos y/o cebollas crudos excreta al medioambiente a través de su transpiración corporal los compuestos azufrados (tioles) de dichas viandas... ¡Ja! ¿Resultado? Pues que allí huele, sí... pero no a violetas de Toulouse. Por ello los ajos, cebollas, coles, especias y otros tantos alimentos pueden imprimir –y de hecho lo hacen- su huella en nuestro olorcillo idiosincrático. Incluso podemos percibir dichas fragancias pero de forma inconsciente, subliminal, como buenos primates que somos: se ha podido demostrar que las mujeres en edad fértil prefieren los olores corporales de los hombres que siguen una dieta rica en fruta y verdura... ¡¡¡y, seguramente, al revés pase lo mismo!!!

    Pero no todos los recovecos de nuestra piel huelen de la misma forma ni con la misma intensidad. Los lugares corporales donde más se hacinan las esencias son las axilas, las ingles o el perineo. Por poner un ejemplo, la franja de piel donde se juntan los glúteos (la entrecacha) secreta un sudor aceitoso que evita las fricciones y facilita la locomoción bípeda y, que como todo el mundo sabe, hay que asear de vez en cuando. Pues es en dichas zonas, decíamos, y merced a unas glándulas sudoríparas específicas llamadas “apocrinas”, que se secreta un sudor aceitoso rico en nutrientes el cual, para los gérmenes, es puro maná.

    Ojo, que cuando hablamos de microbios nos referimos también a hongos y levaduras. De hecho, el olor a pies es resultado directo, a partes iguales, de ciertas bacterias como la Brevibacterium linens que descompone la piel muerta y genera el hediondo metanotiol, así como de levaduras que se nutren de queratina y/o sudores rancios, a veces con tal avidez que nos dejan los espacios interdigitales en carnes vivas. Una correcta higiene en los pies, así como evitar los calcetines húmedos o secarse bien las zonas interdigitales, son cosas fundamentales para no sufrir de pie de atleta.

    Para tener un olorcito rico-rico en el cuerpo, lo ideal es operar en varios frentes. Primero, ser una persona mínimamente aseada, claro está. Segundo, seguir una dieta rica en antioxidantes y vitaminas; es decir, hay que comer fruta y verdura a espuertas..., a cascoporro, vamos. Tercero, hacer un poquito de ejercicio para achicar los líquidos edematosos, que de otra forma permanecen estancados, y esto trae consigo no solo edemas sino también porquerías metabólicas que las células vierten al espacio extracelular y que a posteriori acabarán saliendo con publicidad (como es el caso del amoníaco, poliaminas, tioles). Y por último, ducharse sí, pero sin volvernos locos; pasarse de la raya es contraproducente y podemos perder/alterar la diversidad de nuestra flora cutánea, lo que desencadenaría reacciones atópicas: las bacterias residentes segregan un hidratante natural que previene la aparición de grietas por las que podrían colarse los patógenos.

    Centrobenestarsantiago.com

    16 ago 2020 / 00:15
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