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ENTREVISTA

Pedro J. Ramírez: “Creo que habrá una nueva edad de oro en el periodismo”

“El periodismo es mi vida y lo es incluso cuando estoy dormido”, asegura este veterano de la información, ahora al frente de ‘El Español’, que ahora publica ‘Palabra de director’ (Planeta), el primer volumen de sus memorias, que llega hasta 2006

Un libro voluminoso, Pedro J., estas memorias, muy detalladas, por cierto. Contienen no sólo tus recuerdos, sino fragmentos de entrevistas, de conversaciones, y, por supuesto, tu mirada periodística sobre un largo periodo de la historia de España.

Cualquiera que lea el libro se dará cuenta de que, por encima de otras consideraciones, es una carta de amor. Una carta de amor al periodismo. Y es un homenaje a todos los compañeros que primero en Diario 16, después en El Mundo y ahora en El Español, protagonizaron páginas históricas del periodismo, grandes exclusivas del periodismo de investigación. Finalmente, claro, es un homenaje póstumo a tres queridos compañeros de profesión que no pueden perderse en la bruma del recuerdo, que son José Luis López de la Calle, Julio Fuentes y Julio Anguita Parrado.

¿Cómo se articulan unas memorias tan amplias como estas? Este primer volumen, ‘Palabra de director’ (Planeta), llega hasta 2006. Imagino que habrás utilizado archivos escritos y sonoros, habrás vuelto a muchos de los materiales que alimentaron antiguas exclusivas, o muchas de tus columnas o editoriales...

He manejado muchas notas, muchas transcripciones de conversaciones... Cuando era algo off the record, al llegar a casa siempre intentaba reconstruir lo que me habían dicho. Cuando era una entrevista telefónica, tomaba notas. Y en algunos casos, como en los encuentros con Zapatero, había una tercera persona que, con la connivencia de ambos, ejercía como si se tratara de un notario de lo que allí se estaba hablando. Y todo ese material me ha ayudado mucho ahora a incorporar esos elementos detallados que mencionas, y que hacen muy vivo el relato de mis recuerdos.

Pedro, tus intervenciones, especialmente ahora, que apareces en algunos espacios de televisión, suelen ser claras, con una dosis importante de calma, que no es tan común estos tiempos polarizados. Me pregunto, yo, que no te conozco más allá de tu perfil público, si siempre has sido así. ¿La enorme presión que puede recibir alguien al frente de un medio de comunicación nunca te hizo, digamos, perder los papeles? Porque no habrá sido fácil, imagino.

No, no, yo soy vehemente, pero no tanto (risas). Por cierto, tampoco voy tanto a televisión, no creas. Pero sí, intento racionalizar las emociones. Hay que ir con las riendas tensas refrenando el vuelo, [que decía León Felipe]. No hay que dejarse llevar por las pasiones, que es algo muy de este país. En la vida española sobre emotividad y falta racionalidad en su conjunto.

Yo diría que tú te sientes bien en esas situaciones de presión y dificultad...

Bueno, depende (risas). Verás, en la primera redacción importante en la que estuve (además de la revista La Actualidad Española), que fue la del ABC, recuerdo haber visto a un redactor persiguiendo con unas tijeras a un fotógrafo que le acababa de lanzar una máquina de escribir de las de entonces. Yo tenía unos 23 años y me dije: en qué mundo de locos me he metido. Luego me di cuenta de lo que pasa es que una redacción es un lugar en el que más egos por metro cuadrado hay, pero también más vocación, más pasión, más sentido del compromiso con la función social que se ejerce. Y sí, es la pecera en la que más feliz me siento. Como estoy ahora, paso todas las horas que puedo entre mis compañeros viviendo todas las historias del día.

Ya decías tú aquello sobre el periodismo... “si esta es una cárcel, que sea cadena perpetua”.

Sí, desde luego. Y además yo ya no tengo remedio (risas). Estoy abonado a morir con las botas puestas.

Me gustan esas dos citas en latín al principio del libro. Y más porque están en latín, que ya empieza a ser, lamentablemente, una rareza. Una, de Séneca, dice: “el ímpetu de los adversarios no doblega al hombre valiente”. La otra, de Juvenal: “consagrar la vida a procurar la verdad”. Pero cuando las leí pensé que podías haber añadido, en la misma línea, ‘la fortuna ayuda a los audaces’, y, sobre todo, aquella de Horacio que tanto me gusta “los que surcan el mar cambian de cielo, no de ánimo”. ¿Te sientes identificado?

Sí, desde luego. La valentía es importante porque tienes que afrontar las consecuencias de tus actos. Y como cumples un servicio, eres un prisionero del destino. Te cuentan algo, y cuando sabes que es verdadero y relevante, no puedes dejar de publicarlo, más allá de que pueda dañar tu carrera profesional, o incluso a tu empresa, ni porque alguien cercano vaya a pensar que le has traicionado. Si seguimos con las citas clásicas, me apunto esta [de Aristóteles], “yo soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad”. Y, como también digo en el libro, cuando la flecha está en el arco tiene que partir.

Tu etapa de formación en el periodismo está relacionada con tu estancia en los Estados Unidos, algo que narras con pasión en tus memorias. Estuviste cerca de los periodistas que protagonizaron la investigación del Watergate, como Woodward, y ahí está también tu relación con Ben Bradlee, y parece claro que eso te influyó definitivamente. También creo que siempre has tenido esa pasión por la prensa anglosajona, tal vez también por la prensa francesa, y que has bebido más de eso que de nuestra propia tradición periodística española.

Bueno, lo que sucede es que estamos hablando de la edad de oro de la prensa escrita [internacional]. Es una gran referencia. Y el año próximo se cumplen cincuenta años del estallido del Watergate que mencionas, y que, en efecto, yo viví muy de cerca. Claro que me influyeron esas grandes cabeceras, y las francesas y las italianas... las alemanas menos, pero por un problema del idioma. Luego, la crisis financiera destruyó las bases del negocio, porque disminuyó el consumo, cayó la publicidad y al mismo tiempo surgió internet y empezamos a aportar los contenidos de manera gratuita, algo en lo que nos equivocamos todos. Y ahora estamos intentando reconstruir todo eso... Yo creo que vendrá una nueva edad de oro. Pero será diferente a la que vivimos entonces.

Dicen que esos periodistas americanos te influyeron incluso, dices, en tu indumentaria...

Bueno, entrevisté a Ben Bradlee (The Washington Post) varias veces. Lo conocí el día en el que el juez Sirica tenía que tomar la decisión de si se llevaban a la comisión parlamentaria las cintas que había grabado la secretaria de Nixon, lo cual implicaba, si la decisión era favorable, que iban a ser conocidas por el público y eso iba a suponer un gran triunfo para el periódico. Fue ese mismo día cuando yo lo entrevisté por primera vez, ya digo. Y, claro, como la decisión del juez fue positiva respecto a la entrega de esas grabaciones, después de un brindis me echó del despacho (risas), porque evidentemente tenía que hacer el periódico. Luego mantuve contacto con él hasta que dejó de estar en activo. Y más allá de los tirantes y las camisas de rayas, lo que de verdad caló en mí fue su relación con el poder, su papel como director garante de las buenas prácticas en la redacción, su preocupación por los estándares de calidad, la comprobación de la veracidad al menos por dos fuentes en una investigación, y ser capaz a veces de resignarse y, como ellos dicen, to kill a story (matar una historia) si las cosas no son como creías, y permitir que a veces la realidad te estropee los buenos titulares.

Hablamos con cierta épica de ese momento crucial para la libertad de prensa, ese impacto que tuvo el caso Watergate y que tú viviste en primera persona, pero ahora pensamos que el lema oficial de ‘The Washington Post’ es ‘Democracy Dies in Darkness’ (La democracia muere en la oscuridad), y, curiosamente, hemos vivido graves episodios de acoso a la prensa y a los medios en Estados Unidos en estos años, se ha puesto en duda su veracidad o su independencia. Y Biden convoca ahora una ‘Cumbre por la democracia’... ¿Están en un gran peligro las sociedades libres y, por tanto, el periodismo libre?

Claro, sin duda. Más que nada por la apariencia de información. Aquello de ‘si todo el mundo grita, nadie escucha’. Las redes sociales se han convertido en tal espacio de estridencias que es muy difícil que las voces serenas y los argumentos consistentes se abran camino. Pero ese es nuestro desafío y a ello nos dedicamos de la mejor manera que podemos y sabemos. La clave del sistema democrático es que los ciudadanos decidan con conocimiento de causa, que no se dejen llevar por el fanatismo o el pensamiento acrítico. La prensa explica y ayuda a los ciudadanos a tomar decisiones. Las sociedades son cada vez más complejas y esta labor explicativa es fundamental, claro.

Pero paradójicamente, a pesar de esa supuesta complejidad, la política emocional de estos días parece apostar por simplificar, por lo maniqueo, por la falta de matices. Creo que es el gran mal de nuestro tiempo.

Bueno, esa es la clave del populismo. Eslóganes sencillos para afrontar cuestiones complejas. Y cuando la gente lo pasa mal, pues toman como escapatoria un chivo expiatorio, depende de si están a la izquierda o la derecha será uno u otro. Hay gente que no tiene suficiente cuajo y se deja arrastrar por la dinámica de polarización y esquematismo. Hay que decir que hay compañeros que estimulan esto. Antes de que alguien empiece a hablar a veces ya sabes lo que va a decir. Yo noto que hay gente que, antes de que sucedan los hechos, ya tiene decidida su opinión sobre esos hechos.

Ahora lo que se lleva es coincidir con tu tribu, no salirse de su discurso.

Sí, coincidir con alguna de las tribus. Lo que los programas de televisión y las redes sociales estimulan es algo así como los de arriba contra los de abajo, o sea, la confrontación tribal.

Sé que estas son unas memorias periodísticas, pero tan intensas que se diría que el periodismo te ha ocupado siempre las 24 horas de tu vida. No hay muchos elementos no relacionados con la profesión, pero me pregunto si no será porque la profesión lo ha acaparado casi todo en tu vida.

No, yo no hablo de mi vida personal, salvo algunas referencias inevitables. Es que el periodismo no es un trabajo, no es sólo un oficio. El periodismo es una manera de vivir que impregna tu conducta, tus hábitos, tus redacciones. ¿Sabes? Yo sueño mucho. Y la mayoría de mis sueños tiene que ver con cosas de los periódicos. Es que el periodismo es mi vida y lo es incluso cuando estoy dormido.

¿Este libro es una radiografía de las tripas del poder o de las tripas del periodismo? ¿O de ambas cosas porque no se pueden separar?

Bueno, la política y el periodismo tienen una relación adversativa, pero al tiempo de concupiscencia inevitable. Los periodistas cortejan a los políticos y viceversa y algunas veces eso desemboca en un flirt, en una aventura, pero si ambos cumplen con su deber eso no será nunca un matrimonio estable. Incluso con aquellos con los que alcanzas mayor intimidad. Tienes que saber dónde se acaba una aventura en ocasiones.

¿Los periodistas necesitan más a los políticos o los políticos a los periodistas?

Es una relación más simbiótica que parasitaria. Es de igualdad, aunque a veces no lo parezca. Claro que la debilidad del periodismo, como ha sucedido con la crisis, puede derivar en abusos del poder e inversamente, la fragilidad del poder puede convertir a los periodistas en hacedores de reyes, cuando la corona está rodando por el suelo a la espera de que alguien la coja. Siempre habrá tensiones, y unas veces tienen un desenlace y otras veces otro.

¿Dirías que las investigaciones de los GAL y del aparato interno de ETA, incluyendo tu conversación en París, en el Holiday Inn, un encuentro con ETA que reproduces con detalle en el libro, constituyen la columna vertebral más reconocible del conjunto de tu carrera periodística?

Yo creo que el tema de los GAL tiene el mérito de que lo hicimos contra viento y marea, en soledad, y que el tiempo nos dio la razón, aunque una década y medio después. La entrevista con ETA en la estación de Lyon me trajo sentimientos agridulces, aunque está claro que esa era una gran exclusiva. Anticipó lo que luego ha sido el proceso de paz. El titular era “estamos dispuestos a negociar, no a rendirnos ni a pedir perdón”, y bueno ahí está, creo que es algo que pesará siempre sobre nosotros.

En tu carrera, en el libro lo cuentas, los problemas no sólo vinieron de encontronazos con el poder, sino de la propia estructura de las empresas periodísticas, de cómo evolucionaron y cambiaron los medios, de sus vaivenes quizás inevitables. Y eso te llevó a tener que dejar un medio y fundar otro, y luego fundar un tercero... En esta profesión los obstáculos pueden ser de muchos tipos.

Todo eso forma parte de la vida que has elegido. Lo extraño no es que me echaran de dos periódicos, sino que tardaran tanto tiempo en echarme... Me echaban de un medio y yo fundaba otro... y así hemos llegado a estas alturas. Lo que no sospechaba yo cuando fui director por primera vez, hace ahora cuarenta y un años, es que aquello iba a durar tanto... Yo pensaba que seria para un rato. Lo que no estaba dispuesto es a que otros decidieran por mí.

Has conocido en profundidad a todos los líderes políticos, por supuesto también a los presidentes españoles. No hay espacio aquí para hablar de cómo fueron esos acercamientos, de los buenos momentos y de los malos, y, además, no lo olvidemos, este libro sólo alcanza hasta 2006. Pero suficiente para hablar de la Transición, de Suárez, de Calvo Sotelo, de Aznar, de Zapatero... y, desde luego, de Felipe González. Una relación, esta última, que se fue malogrando.

Bueno, eso fue porque cuando llegó al poder se demostró que no tenía sentido de los límites, y cuando encuentras pruebas fehacientes de un terrorismo de estado no puedes mirar para otro lado. Eso supuso no sólo el final de nuestra buena relación personal de mucho tiempo atrás, sino también una animadversión con la que me ha distinguido desde entonces.

Curiosamente, tu relación con Zapatero, ahora embarcado en papeles de mediación en Latinoamérica, criticados desde la derecha, parece ser exactamente la opuesta a lo que sucedió con Felipe. Es decir, muy buena.

Zapatero es la persona más normal, la mejor persona que ha pasado por la Moncloa, porque es un tío al que el poder no ha cambiado. No es que yo respalde el conjunto de su tarea. Hay muchas cosas buenas y muchas malas. Pero ha sido fiel a su visión de España. Su legado en materia de derechos civiles, por ejemplo, o [la negociación] del proceso de paz con ETA... esas son cosas que quedarán ahí. En cambio, su gestión de la economía, o de Cataluña, me temo que hará que sea juzgado con dureza por la Historia.

Eres un enamorado del gran periodismo clásico, y te alimentaste de aquellas cabeceras americanas que conociste de cerca en la juventud, pero el otro día me pareció oírte, en tu conversación con Alsina, que no echas de menos, en absoluto, ni el papel, ni la tinta, ni las furgonetas de reparto.

El papel [en la prensa] es algo instrumental... Nosotros no somos fabricantes de hielo, somos distribuidores de frío. No importa el soporte. El caso es llegar al mayor número de personas con el menor coste industrial posible, aunque, desde luego, eso implique una competencia mucho más grande.

19 dic 2021 / 00:01
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