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sábado, 10 febrero 2024
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ENTREVISTA
Luis A. Zamora y Alberto Herrera. Nutricionista y periodista, respectivamente

“Planificando bien qué vamos a comer durante la semana, ahorraríamos hasta 2.000 € al año”

Estamos saturados con tanta información sobre qué debemos comer. Si uno siguiese todas las recomendaciones que ve en la Red, caeríamos en una incongruencia total, ¿no creen?

Vivimos en una etapa de infoxicación nutricional. Tenemos tanta información que no sabemos cómo llevarla a la práctica ni por dónde empezar. Por eso, cuando nos planteábamos hacer un libro decidimos ponerle solución a este problema. Hacer un libro fácil y, sobre todo, práctico. Abras por la página que abras, puedas aplicar un pequeño cambio en tu alimentación, en tus rutinas y en tus hábitos de la forma más fácil posible.

Además, estoy un poco harta de los programas de cocina. ¡Es que yo no tengo tiempo para hacer filigranas en la cocina!

Nuestra alimentación se tiene que adaptar a nuestro ritmo de vida, a nuestra realidad. Y no al revés. No todos tenemos tiempo de cocinar todos los días, levantarnos una hora antes para meditar e ir al mercado a buscar alimentos frescos cada pocos días. La solución es buscar cambios adaptados a nosotros, a nuestra realidad. Cocinar un día a la semana y dejar los táperes preparados para el resto de semana, unos congelados y otros en la nevera, hacer la compra una vez a la semana, planificar nuestros menús para no tener que pensar cada día qué ponemos en la mesa para comer... Esta situación nos la ha trasladado mucha gente y con el libro le queríamos dar alternativas, ideas y trucos para que pudieran hacer de su relación con la comida algo mucho más fácil. Además, sería bueno que apreciemos la alimentación como un camino a largo plazo.

¿Ayuno sí o ayuno no?

Ayuno hacemos todos queramos o no. Desde la cena, hasta la primera comida que hacemos al día siguiente, llámala desayuno o llámala almuerzo, todos pasamos unas horas de ayuno. En cuanto a la famosa dieta o estilo de vida del ayuno, ya sea intermitente, de días alternos, de 18 horas, etc., es verdad que hay estudios científicos que han podido ver algún resultado prometedor, pero, a día de hoy, no tenemos la certeza suficiente para saber que es más efectiva que la dieta mediterránea y que, por el contrario, con el paso de los años, no tenga efectos adversos. Por eso, ante esto la ciencia es muy clara: prudencia y mucha más investigación para que, por lo menos, sepamos que no es malo. Si luego es bueno para algo, es un segundo paso.

Cuando vamos a hacer la compra, ¿pensamos en llenar el estómago o en comprar nutrientes? Son conceptos distintos, ¿verdad?

La gente no compramos vitamina C, compramos naranjas. Y lo que tenemos que aprender es qué alimentos comprar para que nuestro cuerpo tenga todos los nutrientes que necesita. Por eso decimos que formas de comer hay muchas, pero de nutrirse hay solo una, la que le da a tu cuerpo lo que necesita. Y en este contexto la improvisación es muy mala consejera, porque no partimos de una reflexión sobre qué necesitamos para estar más sanos, sino que partimos de apetencias, impulsos, o de cómo nos cale el marketing de alimentos de lo que nos quieran vender.

Hay gente que sigue pensando que comer bien requiere dinero (sobre todo cuando hablamos de una familia). Pero si nos centramos en alimentos de temporada y de proximidad, tampoco creo que se gaste tanto...

Comer saludable no es caro. No solo porque comprando alimentos de proximidad y de temporada ya nos ahorremos un dinero, sino porque cuando comes bien, dejas de comer y de comprar muchos productos que descubres que no te hacen falta. Esos yogures para bajar el colesterol, esas galletas maravillosas para ir mejor al baño, esas cápsulas de vitaminas para sentirnos menos cansados... todo esto, con una buena alimentación, es totalmente prescindible. Y eso ya supone un gran ahorro. De hecho, hay estudios que han visto que planificando bien qué vamos a comer durante la semana, y yendo a la compra con una lista en base a lo que hemos planificado, podemos ahorrar hasta 2.000 € cada año.

Eso sí, comer bien implica dedicar un tiempo (que no se tiene).

No tiene por qué... si sabes cómo. En el libro hablamos de cómo hacerlo y qué pasos seguir. Somos totalmente conscientes del ritmo de vida que tenemos, no tenemos tiempo, pero tampoco nos movemos mucho. Somos esclavos del sedentarismo, salvo que nos propongamos hacer deporte. Por eso, un buen nutricionista o prescriptor de nutrición tiene que saber ver esa realidad.

Hablemos de la insulina... ¿Es la responsable de que a media mañana me den bajones?

La insulina, de lo único que es responsable, es de que no se nos “garrapiñen” los glóbulos rojos. Es una hormona encargada de bajar los niveles de glucosa en sangre, ya que unos niveles muy altos conllevan consecuencias importantes. De hecho, si los niveles son muy altos puede llegarse a producir un coma diabético. Los bajones de media mañana, aparte de que cada 2-3 horas es normal que aparezca hambre, son más bien fruto de una mala planificación de comidas, o de que no estamos aportando al cuerpo todos los nutrientes que necesita.

En ‘Comer bien es fácil si sabes cómo’ (Planeta) dicen que “el 80 % de los productos de los supermercados son ultraprocesados”. ¡Qué barbaridad!

Eso afirman estudios hechos en nuestro país. Es fácil de entender si partimos de la base que los alimentos son los que son. No se inventan nuevas frutas, o nuevos cereales. En el mundo existen una serie de alimentos y no hay más innovación. Si a eso le sumamos las nuevas necesidades que se van dando con los cambios sociales, como que tenemos menos tiempo de cocinar y a la vez nos preocupamos mucho más por la salud, aparecen productos que intentan satisfacer, en mayor o menor medida, estas necesidades. Además, se suma otro factor, la guerra de precios. Queremos comer barato, y una forma de abaratar los precios es la producción en masa de productos ultraprocesados a partir de partes de otros alimentos. Ni siquiera alimentos completos, solo las partes que interesan y hacen falta para “construir” un producto alimenticio nuevo.

¿Cómo podemos diferenciar un buen procesado?

No todas las innovaciones son negativas. Todo lo contrario, muchas han mejorado nuestra alimentación y han hecho nuestra vida más fácil. Por ejemplo, las conservas o las verduras de cuarta gama. Los buenos procesados son aquellos que contienen pocos ingredientes, que normalmente son alimentos y no partes de ellos, que no necesitan muchos aditivos, y a los que no se les ha añadido sal, azúcares o grasas para mejorar su sabor o su aspecto.

Si realmente nos engañan en ocasiones al decir que ciertos productos son más sanos, ¿por qué las autoridades no actúan?

No es que no sean sanos... es que no son tan sanos como dicen ser. No son mentirosos, son charlatanes. Es verdad que unas galletas 0 % azúcares añadidos no se les ha añadido azúcares. Pero, no dicen nada de las grasas, otro nutriente a controlar, por lo que puede pasar que tengan unas cantidades muy superiores a las recomendadas. Legalmente, cumplen la ley, lo que dicen, suele ser cierto, pero en lo que tenemos que fijarnos es en lo que no dicen. Y esa labor se combate desde la educación nutricional.

Lo que está claro es que necesitamos una buena clase de interpretación de etiquetado.

Aprender a leer las etiquetas de los alimentos es tan importante como aprender a multiplicar. Compramos una o varias veces a la semana comida, y tenemos que saber dónde estamos poniendo nuestro dinero, qué estamos comprando y, sobre todo, qué impacto va a tener en nuestra salud hoy, mañana y cuando pasen muchos años. Porque los efectos de la nutrición se notan a largo plazo. Lo que comes hoy va a ser la salud del resto de tu vida. Sería estupendo que los colegios incorporasen este tipo de clases desde los primeros cursos... o al menos algún tipo de seminario.

Resulta que por su libro me entero de que el plátano, una de mis frutas favoritas y que intento evitar, es muy sano y esconde nutrientes maravillosos. Con lo cual, si hablamos de uno de nuestros platos estrella, el pulpo á feira, ¿qué nos pueden contar?

El pulpo á feira, aparte de ser algo exquisito, es un plato muy interesante nutricionalmente hablando. Es moderado en calorías, muy rico en proteínas e hidratos de carbono (fundamentalmente por los cachelos), moderado en grasas y rico en grasas monoinsaturadas gracias al aceite de oliva. Por lo que puede ser considerado un plato que entra perfectamente en una dieta saludable. Pero, a pesar de ello, no podemos comerlo todos los días, porque no tenemos que olvidar que el pulpo es un alimento rico en colesterol, y el plato en general es también rico en sal, con lo cual, habría que tener cuidado las personas con hipertensión o colesterol. Decimos cuidado, no que no puedan comerlo. El matiz es importante.

22 ene 2021 / 00:00
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