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¿Por qué los talibanes destruyeron las estatuas de Buda en Bamian?

En el año 1979 el ejército soviético invadió Afganistán con el fin de apoyar a su Gobierno comunista. Líderes yihadistas de distintos grupos y partidos movilizaron a la población para luchar contra el ejército invasor, o, como dijeron los yihadistas, “para luchar contra los ateos comunistas”, recibiendo el apoyo de los países occidentales, de los países árabes y de diferentes países vecinos, así como de los distintos grupos étnicos que conforman el país. En 1989 los últimos soldados del ejército soviético se retiraron definitivamente.

Pero eso no fue suficiente para lograr el objetivo deseado por los yihadistas, quienes destituyeron al presidente Najibullah, impuesto por la URSS, para implantar su propia ISA (Estado islámico de Afganistán). En el ISA el poder fue básicamente detentado por los tayikos del partido islamista Jamia-
te, quienes negaron el acceso al Gobierno a otros grupos, como los uzbekos, los hazaras, e incluso al grupo mayoritario de los pastunes.

Fue en ese momento cuando estalló una devastadora guerra civil, que no solo dejó al país en ruinas, sino que extendió el odio étnico y trajo como consecuencia que los pastunes del sur se uniesen para constituir el grupo talibán, que anteriormente había participado en la lucha contra el Ejército Rojo, como todos los demás grupos islamistas. Tras años de una guerra sin cuartel y de destrucción mutua entre los diferentes grupos, los talibanes tomaron el poder por fin en el año 1996, derrocaron al ISA y expandieron su Emirato por todo el país.

Bamian era una provincia mayoritariamente hazara, en la que se conservaban las gigantescas estatuas de Buda, y que se había resistido a los talibanes. En el año 1997 los talibanes atacaron Bamian y fue en ese mismo año cuando su comandante en jefe manifestó su intención de destruir esas estatuas.

El Servicio de Arqueología de Hazarayat intentó llamar la atención de la opinión pública internacional, advirtiendo del peligro que corrían las estatuas. Sin embargo la comunidad internacional no hizo nada, ni en favor de la protección de las mismas, ni de las personas que vivían en la región. Los talibanes ya habían penetrado en la zona, pero aún se enfrentaban en esos momentos a una fuerte resistencia local.

Y es curioso que, aunque los tayikos del Panjshir y de las provincias del norte de Afganistán estuviesen luchando contra los talibanes, sin embargo los tayikos de Bamian, que constituían un pequeño grupo minoritario de religión sunita, se aliaron con los talibanes para luchar contra los hazaras, tal y como lo hizo también otro pequeño grupo hazara, apoyado por Irán, que creía que podrían proteger mejor a la población civil uniéndose a los talibanes que enfrentándose a ellos.

Esos fueron los factores que inclinaron la balanza y contribuyeron a la caída definitiva de la provincia de Bamian. En ella en una primera fase los talibanes ametrallaron a los civiles, quemaron sus casas, sus reservas alimenticias y destruyeron sus mezquitas, dejando a muchas aldeas sin ningún lugar en el que la gente pudiese cobijarse para sobrevivir. La peor de las masacres fue la de los hazaras de Yakawlang, uno de los distritos de Bamian, el 8 de enero de 2001.

Y, aunque en el año 1998 el líder talibán, el Mullah Omar, había declarado que su Gobierno islamista protegería las estatuas de Bamian como parte del patrimonio cultural del país, sin embargo cambió de opinión cuando un grupo de ulemas talibanes le advirtieron de que esas estatuas eran monumentos de la idolatría, y que por lo tanto deberían ser destruidas.

El principal problema que tienen los talibanes y otros grupos islamistas es que siempre consultan, sea cual sea el tema, el Corán, y otros textos sagrados, para saber cómo se ha de proceder. Eso debieron hacer los ulemas, quienes comprobaron que los textos islámicos prohíben dibujar y hacer esculturas de los seres vivos.

Todavía en la actualidad algunos ulemas deducen la existencia de esta prohibición de textos islámicos como estos: Abu Talha dijo: he oído al mensajero de Allah cuando decía: los ángeles no penetrarán en una casa en la que haya un perro o una estatua (Sahih Muslim 2106b). O bien. Ibn Abbas (que Allah tenga piedad de él) dijo: “He oído al mensajero de Allah decir: todo pintor irá al infierno, y por cada retrato que haya hecho tendrá su castigo correspondiente”. Ibn Abbas dijo: “Si tuvieses que hacerlo, haz dibujos de árboles o de cosas inanimadas” (Al-Bukhari y Muslim Riyad as-Salihin, 1680).

En lo que se refiere a las estatuas de Bamian, el 26 de febrero de 2001, Radio Sharia, la radio de los talibanes, anunció la decisión del Emirato islámico de los talibanes de destruir todas las imágenes de seres humanos que hubiese en Afganistán, por considerarlas ídolos. Esa decisión no solo amenazaba a los Budas de Bamian, sino también a las estatuas conservadas en el Museo de Kabul. Las embajadas occidentales y las organizaciones internacionales no se dieron cuenta en ese momento del peligro que podrían suponer los talibanes y otros grupos similares.

Y no supieron qué hacer para detener de un modo efectivo la destrucción de las estatuas, dejando a un lado las meras declaraciones. Sus esfuerzos fueron en vano y los talibanes continuaron matando civiles y destruyendo estatuas simultáneamente.

Otra razón a mayores a favor de la destrucción de las estatuas fue que los talibanes no estaban muy seguros de cuánto tiempo podrían permanecer en Bamian, porque los hazaras de los distritos exteriores se estaban preparando para reconquistar la ciudad. Los talibanes se aseguraron así la destrucción de las estatuas porque no eran islámicas, y porque además constituían una fuente de ingresos locales, gracias al turismo.

Antes de que los talibanes rematasen su tarea, primero pintaron de negro el rostro de la estatua más grande, porque el ennegrecimiento del rostro se considera como una especie de mutilación simbólica y es degradante para muchas tribus afganas.

En realidad supone el mayor signo de degradación. y con ello se castiga a los ladrones, obligándolos además a llevar los objetos robados al bazaar, ante la mirada de la gente, para servir de público escarmiento, y de escarnio para el delincuente Y es que esos Budas gigantes eran unos ídolos rivales de Allah.

Los hazaras de Bamian estaban muy unidos a esas estatuas porque las consideraban parte de su historia y patrimonio cultural. Al contrario de los hazaras de las demás provincias, ellos no se consideran descendientes de los mongoles, sino autóctonos de esa región del Hazarayat, en la que llevarían viviendo mucho más de mil años, antes de la conquista por parte de los mongoles de lo que hoy es Afganistán.

Entre los habitantes de la zona la estatua masculina es conocida como Salsal (la luz del universo) y la estatua más pequeña, la femenina, como Shahmama (la gran madre y reina). Por eso intentaron persuadir a los talibanes de que no las destruyesen, consiguiendo sin embargo un mayor enconamiento por parte de ellos.

En un principio eran los propios talibanes los que querían destruir personalmente las estatuas, imitando al profeta Abraham cuando destruyó a los ídolos, para ganar así una recompensa, sawab, para el día del juicio final. Pero cuando se dieron cuenta del interés de los habitantes de la provincia por conservarlas, entonces obligaron a sus prisioneros a perforar agujeros en distintas partes para introducir en ellos explosivos.

Y a los que se negaron les dispararon en los altos del acantilado, o los colgaron boca abajo hasta dejarlos morir. Obligarlos a colocar explosivos también tenía un significado simbólico, el mismo que tenía el obligar a la gente a matar con sus propias manos a sus seres más queridos, que es lo que hicieron en Herat cuando lo conquistaron.

Destruir las estatuas de Bamian era en gran parte lo mismo que quemar la harina del pan, toda la comida y las casas de sus habitantes. Quemarle la casa y los alimentos de alguien es lo mismo que condenarlo a muerte. Puede verse muy bien en los incidentes de 1994, cuando los talibanes entraron en Mazar-e Sharif, la capital de la provincia de Balkh y asesinaron allí a los hazaras. Fue entonces cuando su líder, el Mullah Niazi, dijo que Afganistán era la patria de los afganos (léase pastunes), y que los tayikos debían irse a Tayikistán, los uzbecos a Uzbekistán y los hazaras a Gorestán (palabra que en dari, su lengua, significa cementerio).

Destruir estas estatuas suponía a su vez quitarles parte de su sustento a medio plazo. Tras la destrucción de esas estatuas en marzo de 2001 la opinión publica occidental comenzó a ver lo que son los talibanes. Pero lo peor que han hecho ha sido la exclusión sistemática de las mujeres de todos los ámbitos de la vida social, practicar ejecuciones públicas en los estadios y hacer masacres de grupos minoritarios.

Han pasado veinte años desde la destrucción de esas estatuas y los talibanes no han mostrado signos de arrepentimiento, ni por eso ni por la destrucción que sembraron por todo el país. No han cambiado, parece que Occidente sí, sin darse cuenta de que para muchos grupos minoritarios su única esperanza es la presencia de la OTAN y los EE.UU.

02 mar 2021 / 01:00
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