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Publican una biografía sobre la figura de Carmen Muñoz

Emilio Oliva retrata a la esposa de Rafael Dieste como a una mujer fascinante, culta, cosmopolita, carismática y feminista

Culta, cosmopolita, carismática, feminista..., Así define una biografía a la pedagoga y escritora cacereña Carmen Muñoz, esposa del conocido literato Rafael Dieste, perteneciente a la generación española del 27 y a la gallega del 25, y a cuya obra se dedicó en cuerpo y alma.

Muñoz (Malpartida de Plasencia, Cáceres, 1906- A Coruña, 2002) es un personaje “fascinante” por su periplo vital, las culturas que conoció y la gente con la que se codeó, según explica a Efe Emilio Oliva, licenciado en Geografía e Historia, autr de la biografía publicada por la Editora Regional de Extremadura.

Era una mujer con ideas “adelantadas a su tiempo” y que hablaba francés, portugués, gallego y algo de inglés, según destaca Oliva.

Nacida en el seno de una familia acomodada -su padre era médico-, a los 12 años la enviaron a un colegio de monjas a Salamanca, donde estudió Magisterio, y posteriormente en Madrid obtuvo el título de Pedagogía.

En los años 20 entró en un club vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y perteneció a un movimiento cultural progresista conocido como Las sinsombrero. De vuelta a su tierra, ya como inspectora de Educación Primaria, conoció a su futuro marido en la localidad cacereña de Valencia de Alcántara, en mayo de 1933, cuando ambos colaboraban con la Misiones Pedagógicas de la República para llevar la cultura a las zonas rurales más apartadas del país.

Ambos se “enamoraron perdidamente”, según el biógrafo, y en septiembre de ese mismo año se casaron por lo civil en Santander, donde ella hacía un curso de la Universidad Menéndez Pelayo.

Meses después pidió una excedencia y acompañó a su marido en un viaje por Países Bajos, Bélgica, Italia y Francia gracias a una beca para el perfeccionamiento del teatro que había recibido Dieste.

El estallido de la Guerra Civil les sorprendió residiendo en Madrid, donde ella colaboró con revistas republicanas, mientras él combatía en las filas del Ejército rojo.

Ante el avance de las tropas nacionales se trasladaron a Valencia y luego a Barcelona.

En febrero de 1939 marcharon al exilio a Francia, donde Carmen Muñoz tuvo que estar hospitalizada varios meses por las heridas sufridas en un bombardeo en el que murió una amiga suya.

Desde el hospital de París escribía a su marido, que primero estuvo internado en el campo de concentración de Saint-Cyprien, al que le pedía “tranquilidad” hasta poder reunirse, ya que era “muy visceral”, según el biógrafo.

Una vez que lo consiguieron decidieron cruzar el charco y comenzaron un exilio de 22 años en Argentina, fundamentalmente, donde trabajó para la editorial Atlántida.

El viaje lo hicieron desde Rotterdam en un pequeño barco en el que todo el pasaje era neerlandés, para evitar la escala en Las Palmas, ya que Dieste temía los controles a los buques con exiliados.

El único pasajero que hablaba español les preguntó si eran rojos” y Carmen Muñoz contestó: “¡no, si te parece somos fachas!”.

Primero pasaron por Uruguay para visitar a varios de los hermanos de Dieste que residían allí y luego se asentaron en Argentina. En 1948 hicieron otro viaje por Europa y ella entró en España para ver a la familia.

Del 1951 a 1953 estuvieron en la Universidad de Cambrigde, donde él ejerció como lector de español, y después los contrataron en el Instituto Tecnológico de Monteterrey en México.

Gracias al hermano mayor de Carmen, que era director general de Farmacéuticos Rurales de España, “un cargo político”, según Oliva, pudieron volver a España en 1961.

La muerte de su hermana Rosa, en 1958, a cuyo entierro no pudo asistir, le afectó mucho y comenzó a insistir a su marido en que quería regresar. Un día, mientras él tocaba el piano, ella le dijo: “por última vez te lo pregunto: ¿nos quedamos o nos volvemos?.

Él aceptó, “cuando tú quieras”, y ella se fue a reservar los pasajes, rememora Oliva.

Su estancia en Galicia. Se establecieron en la comunidad gallega y ella pidió el reingreso en la inspección educativa para ayudar a la economía familiar, pero no lo logró hasta dos años después tras un proceso de depuración.

Carmen Muñoz tuvo una limitada carrera como escritora, en la que usó el seudónimo de Beatriz Galindo, ya que se ocupó de ordenar y promocionar el legado de su marido, además haber sido copista de él y de haber traducido al castellano muchas de sus obras en gallego.

Un Epistolario recoge además muchas de las cartas que escribió a lo largo de su vida.

Según apunta el biógrafo, su estilo era directo, claro, sencillo y sin artilugios.

09 ene 2022 / 17:54
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