Retos que cotizan al alza y hacer el tonto en las redes

El fenómeno de los retos cotiza al alza. Pero no el del desafío positivo como superación de uno mismo, sino el de los que se hacen virales a base de rozar su peligrosidad absurda, especialmente entre los preadolescentes que se mueven arrastrados por la dictadura de los likes, que les llevan a hacer todo lo que consideren que sea necesario para ganar popularidad. Lo dice la investigadora Irene Montiel, profesora de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC, quien además recuerda que los más jóvenes buscan constantemente la satisfacción inmediata, el placer, la aprobación social y el sentirse parte del grupo.

Es más, un estudio financiado por TikTok, una de las redes sociales por las que circulan más retos virales, concluye que un 21% de los jóvenes de entre 13 y 19 años había participado alguna vez en retos en línea, y un 2% incluso afirmaba que había hecho algunos que ellos mismos consideraban peligrosos. Su motivación principal: conseguir uno de los 4,2 mil millones de “me gusta” que al parecer se dan a diario.

Y cualquiera que se mueva ligeramente por las redes sabe que éstas premian el comportamiento extravagante, cuanto más mejor, y que es una forma muy rápida de conseguir seguidores y corazones.

La pregunta viene ahora. ¿Qué es lo que nos hace estar tan pendiente de las estadísticas de nuestras cuentas? ¿Por qué nos importa tanto la aceptación por parte de los demás hasta el punto de arriesgar a veces nuestra propia vida?

Y lo digo así, de una forma más general, porque pese a que el estudio se centra en los preadolescentes y los jóvenes, y que los expertos recomienden que los menores de 18 no tengan perfiles en redes sociales y menos sin supervisión alguna, no hay más que echar un vistazo por TikTok e Instagram para comprobar que la edad de los usuarios que muchas veces hacen el tonto en ellas supera bastante los 19, y que más les valdría que alguien con dos dedos de frente supervisara la imagen que dan.

Y es verdad que las investigaciones que determinan que el uso de las redes puede ser dañino para la salud mental porque a veces ocasionan ansiedad, depresión, falta de sueño, ciberacoso o hipersexualización, suelen centrarse en edades más tempranas, pero yo insisto en que la gran cantidad de adultos que pululan por ellas, pendientes y dependientes de lo que sucede en este universo paralelo da para unos cuantos estudios también.

ASÍ QUE NO ESTARÍA DE MÁS QUE NOS PARÁSEMOS A REFLEXIONAR sobre cómo es nuestra relación con las redes. Y en mi opinión, si las utilizamos y las relativizamos a partes iguales, la cosa va bien.

Porque es tan cierto que algunas redes son una herramienta útil para muchos negocios como que lo que se cuenta en ellas puede ser verdad, mentira o estar en el medio. Y que hay cuentas que merecen mucho la pena, y otras que no aportan nada; pero una buena noticia, borrar a estas de tu vida es tan fácil como pulsar un botón, concretamente poniendo el dedo sobre la opción de dejar de seguir. Fin. Y si me apuras, hasta se puede ir más allá y bloquear alguna con la misma facilidad, evitando así cualquier amago de interrelación que pueda darse por parte del algoritmo.

En definitiva, yo sigo apostando porque dejemos de vivir pendientes de ellas, nos creamos solo la mitad de lo que nos cuentan, y pasemos olímpicamente de perder el tiempo con las que no nos interesan. Al fin y al cabo, como decía aquella publicidad de un vino sobre los amigos, mejor tener a uno con quien tomárse una copa en el salón que a tropecientos virtuales.