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{ COMPOSTELA EN FORMA }

Ron, ron, ron, la botella de ron

Piénselo por un instante siquiera: ¿cuál es el tesoro enterrado, nunca jamás descubierto, que levante mayores pasiones? ¿Acaso las joyas y alhajas ocultas -nunca jamás halladas- del pirata Barbanegra, se nos antojan insuperables por ser dignos de Reyes y Emperatrices? ¿O quizás los botines y las perlas agasajados por el Capitán Morgan -enterrados según cuentan al norte de isla Tortuga- sean las riquezas más vislumbrantes jamás contempladas por ojo humano?

Pues va a ser que no. Nooope. Más bien pecatta minuta, limosna, calderilla... caca de la vaca, vamos a entendernos. Porque sólo puede haber un pirata que cumpla con tooodos esos requisitos: “el Gavilán”. ¿Cómo? ¿El Gavilán, decís? ¡Voto a bríos maese SC, contadnos más, acerca de tan sagaz pirata!

De los de parche en el ojo y loro en el hombro: les presento a Olivier Levasseur, más conocido como el Gavilán por la rapidez con que pasaba a cuchillo a cualquiera que le mirase mal -zaka-zás!-; era un corsario francés que tenía su base de operaciones en Madagascar y estaba “especializado” en interceptar galeones portugueses que venían con las tripas cargaditas de oro y plata, ya de vuelta de sus colonias ultramarinas en la India; pero si atípicas eran sus correrías, las de este viejo lobo de mar, y tan dispar su cuaderno de bitácora, tanto o más singular llegaría a ser la hazaña profesional que lo consagraría pasando a ser recordado por ello en los anales de la piratería; pues según se cuenta este corsario halló -y enterró sólo dios sabe donde- la mayor fortuna antes jamás hallada en un botín... “¡Ja, ja, ja! Glob, glob, glob!... Pock! Oaaaahhhh...

En efecto, damas y caballeros: el tesoro del tal Gavilán es, no les quepa la menor duda, la quintaesencia, la Joya de la Corona, el desiderátum de todo pirata, corsario, filibustero o bucanero que se precie como tal.

Fue un día indeterminado de nuestro señor de 1721 cuando, “apatrullando” las costas africanas cerca de isla Reunión, que el Gavilán avistaría a estribor un enorme galeón portugués -a la postre lleno de alhajas preciosas- que se hallaba en plenas reparaciones de su mástil de trinquete -poc, poc- y al que rápidamente abordaría el bandolero tras mandar desplegar todo su velamen al grito de “barco a la vista, muchachos”. ¡Ah! La temible enseña del Gavilán, que causaba pavor por sí misma: una bandera blanca con un truculento esqueleto negro.

Tras un abordaje “rutinario” para Levasseur -con algún que otro “pinchito moruno” de por medio- el tuerto capitán se abría paso maldiciendo y esquivando cuerpos inertes, hasta descender con parsimonia por la escalinata de a bordo, adentrándose en las entrañas mismas del casco de la nave donde esperaba toparse con un provechoso pillaje de las colonias portuguesas... Sí, y así era, al menos a vista de pájaro con su único ojo sano, a tenor de los cofres repleeetos de lingotes de oro y plata, perlas y diamantes y piedras preciosas por doquier, paños hechos con las más finas sedas, ajuares, delicadísimas manufacturas... pero todo ello calderilla, tras atisbar el premio gordo bien guarecido en un compartimento aparte, un objeto sagrado y consagrado que no estaba hecho para la visión del común de los mortales (mucho menos hipertensos)... ¡Por las barbas de Neptuno!, que de rodillas debió desplomarse el corsario en un baño de lágrimas, como me figuro antes cayeron su sable y pistola -Clinch-pock!- al contemplar estupefacto el intenso refulgir de “la Cruz Llameante de Goa, el sanctasanctórum de las reliquias más sagradas, más alta que el más alto de los hombres; una formidable cruz de cientos de kilos de oro macizo con incrustaciones en esmeraldas y rubíes a lo largo -y ancho- de sus más de dos metros de grupa...Glups... e-innhh..., unas riquezas tales que hacían palidecer al mismísimo oro azteca de Cortés.

“¡Que encuentre mi tesoro el que pueda entenderlo!”, clamó desde el cadalso el Gavilán, unos años más tarde, a punto de ser colgado por las autoridades gracias a la traición de un esclavista francés; y fue allí, al borde mismo de las muchedumbres en isla Reunión, que el Gavilán se permitió añadir, “¡imbéciles! ¡Con lo que he enterrado aquí, bien podría comprar todo la isla!”, al tiempo que lanzaba al gentío -que ahora mordía y arañaba con frenesí- un trocito de papiro que llevaba sujeto al cuello, un criptograma, un código secreto que en teoría indicaba el lugar exacto del tesoro... ¡Por el Kraken! Muchos han sido los que lo han buscado (como el cazador de tesoros John Wilkins, en la actualidad)..., pero nadie lo ha encontrado todavía. Enterrado, sí, ¿pero dónde? Vaya usted a saber, quizás el botín, el más preciado entre las preciadas fortunas, no haya que buscarlo soterrado bajo tierra, roca o cascote alguno sino al resguardo del mar y flanqueado por olas embravecidas..., dentro de la más oscura de las grietas submarinas.

Y ahora la lección -en este caso histórica- con referencia a la nutrición, pero antes: ¿es lo mismo un pirata, que un corsario, que un filibustero o bucanero? Amigo de Vigo.

Pirata: el que actuaba siempre por su cuenta y riesgo, no dependía de nadie y las ganancias eran todiiitas para él..., o para ella, ¡pues también había damas que dieron mucho juego, oiga! Como el caso de Anne Bonny, una de las piratas más violentas y sanguinarias, y que a la postre fue la media naranja de otro “pájaro de cuidado”: un tal Rackham, alias Calico Jack..., eso, por no hablar de la inefable pirata china Ching Shih, cuya carrera meteórica la hizo pasar de prostituta de burdel a capitana de toda una flota en un chasquear de dedos -chack!- y que reinaba con puño de hierro por acullá, en los mares de la lejana China.

Corsario: del latín cursus (carrera) trabajaba para un tercero, generalmente rey o príncipe, el cual le concedía una dispensa o papelito -la patente de corso- para que cometiese tropelías a placer peeero eso sí, en nombre del Estado o la Corona..., lo que a efectos prácticos lo convertía en un pirata “pero con los papeles en regla”. Ah!, y los beneficios, claro, y los beneficios, que iban al fifty-fifty. El británico Francis Drake o el temible corsario turco Barbarroja se cuentan entre los más destacados corsarios.

Filibustero: pirata pero más “de secano”, pues su característica idiosincrásica era precisamente ésa, que no se alejaban nunca de la costa, pues para qué hacerlo, verdad, teniendo a un tiro de piedra las localidades ribereño-costeras... Plás!-zakazaka-zás..., por supuesto, los más afamados filibusteros eran los que pululaban por las Antillas.

Bucanero: aquí, aquí está el gracejo técnico-nutricional. Un bucanero era, en sus orígenes, un habitante pacífico de la isla La Española (actual Haití) que se dedicaba a ahumar la carne de cerdos salvajes para luego venderla a los navíos que cursaban aguas caribeñas (foto, en plena degustación de sus viandas), pero también a curtir el cuero de vacas salvajes para asimismo hacer negocio. El término proviene de bucán o carne ahumada, en lenguas indígenas, pero no nos confundamos, pues casi todos los bucaneros procedían de Normandía (ese pedacito de Francia); lo apostillo porque cuando fueron expulsados de la isla, poco menos que a patadas por los españoles, se pillaron un mosqueo de mil pares de narices.

Claro, se ve que las autoridades españolas “volvieron a invadir” su propia isla (hasta entonces deshabitada salvo por los bucaneros) en vista de que los nuevos “okupas” se pasaban por el arco del triunfo los pertinentes impuestos al reino de España, ¿y qué hicieron los españoles, para hacer la puñeta? Pues masacraron a todos los animales en los que se basaba el comercio bucanero para que éstos, sin recursos, se acabaran largando a otra parte más, ay, ¡craso error! Porque muchos de ellos se establecieron entonces en la isla de la Tortuga -el mítico reducto pirata- sumándose a hordas y legiones de mugrientos filibusteros para dedicarse en cuerpo y alma al bandidaje y la piratería, ¡sobre todo contra los españolitos! Por si fuera poco, los bucaneros -a diferencia de los piratas- ¡¡¡no le hacían ascos a las incursiones en tierra firme!!! Fiuuuuinnnggg...

EL OBJETO DE ESTE ARTÍCULO ES SÓLO ORIENTATIVO. CONSULTA CON TU MÉDICO Y/O ESPECIALISTA CUALQUIER CAMBIO EN TU DIETA O ENTRENAMIENTO

12 jun 2022 / 01:00
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