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Salud articular (II): viscosuplementación

    EL OBJETO DE ESTE ARTÍCULO ES SÓLO ORIENTATIVO. CONSULTA CON TU MÉDICO

    Y/O ESPECIALISTA CUALQUIER CAMBIO EN TU DIETA O ENTRENAMIENTO

    Como dejábamos caer el domingo pasado (al tiempo que discerníamos entre artritis y artrosis) existen en el mercado de los complementos naturales (productos no patentables, y por tanto envueltos siempre en polémica) un par de suplementos “estrella” que desde mi humilde punto de vista son auténticas joyas de la botica natural: nos referimos, como no, al sulfato de glucosamina y al sulfato de condroitina.

    Yo mismo he sido testimonio de su gran eficacia, ya en los estertores del siglo pasado, comprobando en mis propias y magulladas carnes sus poderosos efectos antiinflamatorios y regenerativos articulares... eso sí, no de buenas a primeras como cabría esperar de los fármacos analgésicos sino a medio-largo plazo (despacito, suave-suavecito) tal y como actúan este tipo de suplementos es decir, por bioacumulación. Los culturistas y deportistas de fuerza llaman al combo glucosamina-condroitina “condroprotectores” (en referencia al condrocito, célula encargada de la síntesis de colágeno en los cartílagos articulares); los naturópatas utilizan asimismo el término “viscosuplementación” (en referencia al aumento de lubricación en la articulación debido al incremento del ácido hiaulóronico) y los afectados por las enfermedades reumáticas utilizan el término “sysadoas” (del inglés symptomatic slow-acting drugs for osteoartritis)... pero todos estos vocablos o palabros hacen referencia al mismo dúo de aminoazúcares -glucosa-ina-condroitina- y todos ellos son válidos a la hora de reseñar sus salutíferos efectos.

    Supongo que alguno de ustedes se preguntará: “y si tan buenos son, estos complementos, ¿por qué no se recetan más? ¡Ja! Por el dilema de siempre: como las sustancias presentes en la naturaleza no se pueden patentar (pongamos por caso, la vitamina C) a los laboratorios farmacéuticos no les interesa -en absoluto- malgastar su tiempo, esfuerzo y dinero promocionando una sustancia que luego todo el mundo -incluida su más directa competencia- puede comercializar sin cortapisas, porque al final el negocio no está en la molécula original sino en su derivado patentable farmacológico (susceptible de pasar por un registro mercantil), es decir en una sustancia artificial que por regla general es muchísimo más cara que la molécula natural a la que emula pero, eso sí, está protegida por un copyright.

    Entonces, la pregunta del millón de dólares sería: ¿existen en el mercado sustancias totalmente naturales, que obran maravillas previniendo y/o tratando patologías diversas, incluida la salud articular? Ya lo creo: y unas de los más efectivas (digan lo que digan sus detractores, vendedores de analgésicos y fármacos patentables), son los condroprotectores, antecitados. O sea que ante la duda merece la pena probarlos, porque al carecer de efectos secundarios no se pierde nada por intentarlo y sí ganar muchos puntos en salud articular y, ojo-ojito, ¡a la hora de desinflamar la tripa, también podremos hacer un pleno! (léase último artículo de la saga).

    En el caso del sulfato de glucosamina y sulfato de condroitina, la sinergia es la clave: dado que ambos trabajan en la misma faena, aunque poseen diferentes tiempos y mecanismos de acción, el tratamiento combinado es mucho más efectivo que el uso individual de cada sustancia por separado. Así, vemos que la absorción de la condroitina es rápida, cuasi inmediata, produciéndose ya en las partes altas del intestino delgado desde donde accede a la circulación sanguínea y, de allí, pasa a la articulación maltrecha, distribuyéndose por el cartílago articular y dejándose bañar en el líquido sinovial (lo que favorece su enriquecimiento y viscoelasticidad). La condroitina es más eficaz en estadios tempranos de la artrosis, cuando comienzan a deshilacharse las fibras de colágeno articular y a despolimerizarse el ácido hiaulórico... que es cuando se desencadena la inflamación; tomada a tiempo, pues, la condroitina ha mostrado repetidamente frenar o disminuir la hinchazón articular en muy diversas patologías reumáticas.

    La absorción de la glucosamina, por su parte, es más lenta: comienza a las 2-3 horas tras su administración aunque, sin embargo, tiene la capacidad ulterior de colarse en más espacios que la condroitina, a través de las membranas celulares, siendo harto capaz de penetrar en los sinoviocitos (las células que fabrican el ácido hialurónico, que es lo que otorga al líquido sinovial sus propiedades viscoelásticas) y en los osteoblastos y osteoclastos (ambas células, remodeladoras del hueso). También es más efectiva en fases más avanzadas de la artrosis.

    Las distintas formulaciones condroprotectoras suelen aportar glucosamina-condroitina en cantidades más o menos paritarias (unos 1.500 miligramos/día de cada sustancia, divididas en 2 ó 3 tomas), y algunas compañías refuerzan la formulación añadiendo un plus de vitamina C (para optimizar la producción de fibras de colágeno), omega-3 (para realzar el efecto antiinflamatorio), B3, manganeso, calcio, silicio, boro, etc. Aunque si alguien pidiese mi sincera opinión, la mejor forma de reforzar el efecto de la glucosamina-condroitina es dejarse de todo eso y añadir a la mezcla MSM (metilsulfonilmetano), una forma orgánica y concentrada de azufre elemental que no solo viene de perlas para elevar los procesos de sulfatación del cuerpo (desintoxicación hepática, enzimas de la fase II) sino que, además, presenta un efecto sinérgico y antiinflamatorio a nivel articular muy palpable... eso sin contar con que la piel, los cabellos y las uñas (todos ellos sumamente ricos en azufre), florecen cuales pétalos de azahar.

    17 ene 2021 / 00:15
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