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Enlace de Melquíades Entrena y Patricia Alonso-Lamberti Valdivielso

Meis. Ana Iglesias

A los nervios propios de una ceremonia nupcial, Melquíades Entrena Marín y Patricia Alonso-Lamberti Valdivielso tuvieron que sumarle los provocados por la pandemia, aunque siempre confiaron en poder casarse en Galicia, el lugar en el que veranean de toda la vida, en la fecha elegida. Y así fue, porque ayer mismo se dieron el sí quiero en el Monasterio de Armenteira, arropados por sus invitados, cien menos de los previstos cuando planificaron el enlace, pero con toda la ilusión del mundo de poder contraer matrimonio ante algunas de las personas más importantes de sus vidas.

Entre ellos los padres de la novia, Carlos Alonso-Lamberti Fernández-Bugallal, que ejerció de orgulloso padrino, y María Rosa Valdivielso Sánchez; y la madrina, Blanca Entrena Marín, espectacular de fucsia y con mantilla, en una emotiva ceremonia, en la que Melquíades tuvo un recuerdo muy especial para sus padres, Matías Entrena Grijalba y Blanca Marín Gallardo, ambos ya fallecidos, al confesar que siempre había soñado con encontrar a una mujer que le quisiera como su madre a su padre, y su deseo de que en el futuro sus hijos los quieran tanto como él los quería a ellos.

Unas palabras que emocionaron a los asistentes y les arrancaron calurosos aplausos, mientras la novia, vestida con un modelo de plumas y gran lazada trasera de la firma Castellar Granados, le regalaba una tierna mirada, inmortalizada al igual que el resto de la boda por los equipos de fotografía de Bang Bang You y de Love Story Video.

Una conmovedora ceremonia en la que no faltó la música del grupo Insieme, formado por una soprano y un cuarteto de cuerda que interpretaron una selección de piezas variadas, algunas cinematográficas como Cerf Volant y Vois sur ton chemin, de la BSO de Los chicos del coro; la célebre pieza de Piovani para La vida es bella, o Gabriel’s Oboe, de La Misión; otras más clásicas de Bach, Mozart y Puccini, pasando por el Hallelujah de Leonard Cohen, el Ave María de Shubert y la Salve Rociera que puso el broche de oro al enlace, antes de la firma de los 25 testigos, 11 por parte del novio, y 14 por parte de la novia, sobrina de los Condes de Bugallal, que también veranean en Galicia.

Y mientras en el interior de la iglesia novios, padrinos y pajes se despedían del sacerdote que ofició la ceremonia, los invitados aprovechaban paran quitarse fotos en el exterior del monasterio, en un desfile multicolor de moda fiesta de lo más variado con muchísimos hombros al aire gracias a los vestidos asimétricos que se llevaron la palma; brillos, vestidos cortos y largos, más raso que lentejuelas y más melenas sueltas que recogidos, escasez de tocados, y también muchos guiños al sur en flecos, grandes volantes y lunares, que despertaron la admiración de los muchos turistas que estaban visitando la zona y que se quedaron a contemplar la boda.

Y tras la ceremonia, el banquete en el Pazo El Castriño, en Vilagarcía de Arousa, donde los invitados fueron recibidos por un grupo de gaiteiros, y donde se sirvió un menú confeccionado por Pepe Solla, que destacó por su aperitivo, mucho más largo de lo habitual, y con un solo plato, en concreto merluza con mayonesa de alcaparras y encurtidos, y una tarta árabe como postre, siguiendo la petición de los recién casados, que deseaban un banquete muy ameno y poder estar el máximo tiempo posible al aire libre.

Y es que habida cuenta de que la nueva normativa provocada por la situación actual de la pandemia les hizo cambiar hace unos días el horario, pasando de ser una boda de noche a una de mediodía, lo que también se vio claramente por la variedad de outfits, la pareja tenía claro que quería que sus invitados disfrutasen al máximo del convite dentro de sus posibilidades.

Y así fue, con música de jazz de Dixieland, una caravana de cócteles y la sesión dj de Rmusic, que tuvieron una gran acogida entre los invitados, todos ataviados con mascarillas y muchos de ellos luciendo ya la que regalaron los novios, personalizadas con la imagen del monasterio en recuerdo de un día inolvidable.

Aunque residentes en Las Palmas de Gran Canarias, Patricia y Mel han veraneado toda su vida en la Illa da Toxa y ambos son unos enamorados de este rincón de las Rías Baixas, a la que se sienten muy unidos. Además, Patricia ha reivindicado siempre su origen familiar gallego y lo importante que era para ella poder celebrar un momento tan especial en su vida como este en esta tierra, algo que tuvo claro desde el principio y que siempre mantuvo pese a las dificultades añadidas de tener que gestionar todos los preparativos desde la distancia y rodeados de incertidumbre. Ayer, por fin, cumplieron su sueño de casarse en Armenteira pese al covid-19.

29 ago 2020 / 00:30
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