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Pepe Domingo disfruta de Fisterra con amigos

Santiago. Arturo Reboyras

A pesar de tratarse de unas vacaciones extrañas, marcadas por el calendario convulso de la Liga y la Champions, que le obliga a desplazarse a Madrid con frecuencia, el reconocido periodista deportivo Pepe Domingo Castaño sigue disfrutando del verano en su Galicia natal. No faltó a su cita con el Santiaguiño do Monte, en su querido Padrón; ni al tradicional crucero por las aguas de Arousa en el barco de su buen amigo José Manuel Rial. Y ayer quiso cumplir con otra tradición estival: contemplar el inmenso mar de Fisterra y abrazar el cabo mágico que los antiguos romanos determinaron como el fin de la tierra.

Hasta la Costa da Morte se desplazó la comitiva encabezada por el locutor padronés con la intención de navegar esta ría de terribles naufragios y bellas historias peregrinas, pero la bravura de las olas de ayer no lo permitió. Así, la primera parada de la expedición se produjo en un lugar tan idílico como el nuevo Parador de Muxía, que dirige con maestría Julio Castro Marcote. Desde allí puso rumbo a otro establecimiento con encanto, el Hotel Bela Fisterra, donde esperaba Pepe Formoso con unas empanadas de rechupete, unas tortillas sin parangón y también unos caldos del Ribeiro que sirvieron de inspiración a Gonzalo Castaño para un nuevo poema que plasmará en su próximo libro. Además, el anfitrión quiso obsequiar a sus invitados con unas originales camisetas con referencias a la Costa da Morte.

Tras el aperitivo, la delegación, en la que también participaban Gabriel Castaño, José Domingo Méndez, Ángel Rey, José Vázquez, Rial y el renombrado cantautor herculino José Antonio Faiado, se desplazó a conocer la que sería gran protagonista de la jornada: una hermosa lubina salvaje pescada a caña en la ría de Cee. Un ejemplar de varios kilos que los participantes en la excursión pudieron contemplar recién salida del mar, justo unos minutos antes de que le metiesen mano los maestros marmiteros del restaurante Tira do Cordel. Luego la degustaron en un ejercicio culinario que requirió de poco sacrificio; y también de notable habilidad. Por aquello de las espinas.

No se hizo esperar la cantarela. Así, entre los cafés, los postres y las copas se puso en marcha todo un repertorio de grandes éxitos, que dirigió con veteranía el propio Pepe Domingo, mientras sus invitados se encargaban de los coros y Faiado acertaba cada uno de los tonos con su histórica guitarra. Y así de felices remataron esta penúltima xuntanza, antes de regresar a Mera y Padrón.

12 ago 2020 / 00:15
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