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Bacanalia

Bacanalia

Bacanalia / F.P.

F.P.

Hace 1900 años Juvenal hablaba de los romanos nobles de su época que vivían sumidos en una continua Bacanal. Creó un estereotipo con unas connotaciones de erotismo homosexual que han cristalizado en la idea de las Bacanales como orgías desmedidas. Y lo eran, pero en otro sentido. Las orgías eran ritos religiosos, y las bacanales eran orgías celebradas por una secta femenina de adoradoras de Baco en la que se comenzó a admitir a hombres, lo que provocó algo más que un escándalo: una verdadera caza de brujas decretada por el Senado de Roma en el año 186 a.C. en época de la República.

La novela se adentra en los arcanos de un culto mistérico, solo apto para iniciadas que se sumían en una atmósfera de desinhibición, que las liberaba de las ataduras, de la sumisión y también de sus miserias cotidianas. Las mujeres son las auténticas protagonistas en un panorama caleidoscópico de la sociedad romana: hay esclavas, libertas, plebeyas, patricias y, no solo romanas, también itálicas, sometidas a Roma. Y el sexo aparece porque impregnaba los roles de todas ellas, ya fuera como esposas o como siervas, restablecido a su verdadera dimensión: no religiosa sino de servidumbre, como mecanismo de cohesión del entramado social.

La lectura, en realidad entraña una propuesta iniciática a un culto mistérico. El lector asiste al proceso de formación del mistés, del neófito que avanza por una senda religiosa, que descubre los mitos de una historia sagrada y se adentra en los misterios rituales, en las orgías que conducen a la liberación de las matronas. Enloquecen en un delirio entusiasta, como posesas que experimentan el éxtasis místico, y perseveran en el culto porque esa posesión es promesa de salvación, de una vida dichosa tras la muerte.

La novela trabaja en varios registros literarios: el narrativo, se conjuga con pasajes deudores de la oratoria, las epístolas y el género teatral de la comedia. Ofrece un fresco coral de la sociedad romana en un momento crítico, de cambios intensos, y muestra cómo actuó de manera represora el poder senatorial, infundiendo en la población el miedo a una conjura, a una conspiración que atentaba contra la República. Se estaría preparando un levantamiento social revolucionario, que hermanaba a conquistadores con conquistados, a esclavos, con libertos y con ciudadanos.

Hay mucho más que sexo en la novela. Sorprende la conexión directa entre el poder político y el religioso, el control del senado sobre la élite sacerdotal romana dando forma a una religión oficial que reprime los cultos alternativos al tiempo que sustenta el poder. Se denuncia la corrupción de empresarios y senadores que medran al calor de la política. Se destapan las formas de degeneración de la moral tradicional durante la guerra con Aníbal y en el periodo de intensas conquistas posteriores, que hicieron llegar a Roma fabulosos botines de guerra. Y, sobre todo, se asiste a un proceso de intensa agitación social protagonizada por las matronas romanas. Clamaban por los suyos y por ellas mismas, por sus derechos truncados durante una guerra letal para decenas de miles de esposos e hijos. No dudaron en echarse a las calles. Ahí radica el factor de actualidad de la novela.

Sin embargo, no es necesario encontrar ecos del presente en Roma. Sería más razonable reconocer raíces que ecos. Y ese sería el otro gran valor del libro: nace de la pluma documentada de un historiador especialista, que novela la historia y construye una ágil trama. La obra encarna un verosímil fruto de didáctica de la historia.

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