NEUROLOGÍA

¿Dónde va Vicente? Las ondas cerebrales confirman la respuesta que estás pensando

Investigadores de la Universidad de UCLA analizan cómo funciona el mapeo de nuestro cerebro y por qué nos movemos en función de lo que vemos hacer a otros seres humanos

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Investigadores de la Universidad de UCLA analizan cómo funciona el mapeo de nuestro cerebro y por qué nos movemos en función de lo que vemos hacer a otros seres humanos.

El cerebro es uno de los grandes misterios de la humanidad. La forma en que funciona y coordina al resto de nuestro organismo sigue siendo aún hoy, en muchos aspectos, desconocida para la ciencia.

Aunque asistimos de un tiempo a esta parte a increíbles hallazgos sobre su funcionamiento, la realidad es que ni sabemos demasiado sobre cómo funciona en términos generales, ni conocemos prácticamente nada sobre cómo procesa la información.

Universidades de todo el mundo se afanan en poner algo de luz en aspectos concretos de su funcionamiento. Es el caso del grupo de Investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), en Estados Unidos, que llevan tiempo analizando uno de esos puntos que aún está por descubrir.

Tratan de entender cómo navega nuestro cerebro por el espacio, ya sea o no conocido para nosotros. Pretenden saber la manera en que mapeamos espacios vacíos y la influencia que otras personas y sus movimientos tienen sobre nuestro análisis individual.

Para bajarlo a la tierra, el objeto y las conclusiones van en la línea del tan escuchado refrán que seguro habrá repetido en múltiples ocasiones: «¿Dónde va Vicente? Donde va la gente«.

Nanthia Suthana, neurocirujana de UCLA e investigadora principal del estudio, señala que los «resultados implican que nuestros cerebros crean una firma universal para «ponernos en el lugar de otra persona«. Esa empatía es lo que nos permite aprender de lo que hacen otros.

El ordenador central del ser humano es capaz de definir los límites y las barreras tanto por experiencia propia como por el análisis del movimiento de otros semejantes.

Regfistro de actividad eléctrica en los canales de los electrodos por encima de los organoides, lo que demuestra que los organoides reaccionan al estímulo de la misma manera que el cerebro del ratón.

Regfistro de actividad eléctrica en los canales de los electrodos por encima de los organoides, lo que demuestra que los organoides reaccionan al estímulo de la misma manera que el cerebro del ratón. / David Baillot.

El cerebro y su navegador GPS

Estudiamos cómo reacciona nuestro cerebro cuando navegamos por un espacio físico. Primero solos y luego con otros» ¿de qué manera lo han hecho en UCLA? Basándose en investigaciones previas que han demostrado cómo el lóbulo temporal medial de los roedores les ayuda a realizar el seguimiento durante su análisis de un lugar desconocido.

En UCLA se han servido de pacientes con epilepsia que tenían implantes de electrodos capaces de controlar sus convulsiones, y que residían en el lóbulo temporal medial.

Ese lugar en el que parece ser reside nuestro navegador GPS personal.

Para llevar a cabo el estudio, los científicos desarrollaron un dispositivo compuesto de una mochila y un ordenador que se conecta de forma inalámbrica a esos electrodos implantados en el cerebro para analizar cómo se comporta en este tipo de situaciones y descubrir la relación entre nuestros movimientos y los de los demás.

Electroencefalogría intercraneal

Así se llama el dispositivo de UCLA, electroencefalogría intercraneal, que se encargó de entender cómo navegamos realizando dos experimentos diferentes:

  • Por un lado, los sujetos tenían que descubrir un espacio vacío y encontrar un lugar donde esconderse para después, desde allí, y en segundo lugar, observar cómo se desplazaba otro sujeto.

En ambas situaciones el dispositivo se encargó de registrar, además de las ondas cerebrales, los movimientos oculares y las trayectorias a través de ese espacio en tiempo real.

La conclusión del estudio es que en las dos ocasiones el cerebro de los sujetos analizados fue capaz de definir los límites de ese espacio y marcar las barreras, las paredes de la habitación, los límites… en definitiva, entender cuál era la mejor manera de desplazarse por allí.

Las ondas cerebrales fluyeron de forma similar tanto cuando navegaban en primera persona como cuando lo hacían como meros observadores, lo que describe que producimos el mismo patrón de ondas cuando nos movemos solos que cuando compartimos espacio con otros sujetos.

¿Qué supone esta investigación?

Desde UCLA lo consideran un gran punto de partida para entender los motivos que hacen que nos movamos por espacios desconocidos al tiempo que comprendemos cómo el resto de sujetos nos influye de manera directa en nuestra navegación.

Estas conclusiones son importantes ya que «las actividades que realizamos a diario requieren que naveguemos de forma constante alrededor de otras personas y en el mismo lugar» tal y como señala la investigadora de UCLA Nanthia Suthana.

Aplicaciones sencillas, del día a día, como ser capaces de escoger en qué cola del supermercado ponernos o la manera en que bailaremos en una discoteca, cuando el Covid-19 nos deje, son las que demuestran la manera en que delimitamos y entendemos los espacios cuando los compartimos con otros seres humanos.

En resumen: Vicente acabará enseñándonos cuál es la manera más efectiva en que debemos movernos.