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“Mujer tenías que ser”

Firmas
Jesús Prieto
La piloto española Cristina Gutiérrez. Foto: Rodrigo Jiménez/EFE

“¿Sabes cuándo las mujeres dejarán de ganar el Dakar? Cuando tengan que aparcar”. Era uno de los chistes que los más malos del colegio contaban a los que queríamos ser como ellos. Y claro, te reías. Como te reías cuando metían a Jaime en el plinto. No hacerlo sería jugarte un poco de agresión y un mucho de discriminación. Y así nunca serías como ellos.

El chiste no estaba bien formulado. Las mujeres no podían “dejar de ganar” el Dakar cuando todavía estaban empezando a hacerlo. Pero la figura de la alemana Jutta Kleinschmidt golpeó con tanta fuerza un mundo tan varonil que seguramente aquellos mamelucos eran, simplemente, el eco de los chascarrillos cobardes que sus padres mugían en casa mientras las madres preparaban la cena en lugar de, por qué no, preparar un rali.

Desde el primer París-Argel-Dakar han cambiado cosas. Pero no tantas. En aquella primera carrera más dura del mundo tomaron la salida seis mujeres revolucionarias que querían abrir gas en un deporte masculino. Tres de ellas cruzaron la meta. La francesa Martine de Cortanze lo hizo en un brillante undécimo lugar en motos. “El terreno que ganamos de los hombres no es algo que les robamos”, dice en una lección de educación tremebunda.

Luego vino el fenómeno Kleinschmidt. Debutó en 1988 a lomos de las dos ruedas. En 1995 se cambió al automóvil. Fue la primera mujer en ganar una etapa, en subirse al podio y en ser campeona. Lo hizo en 2001, un año en el que Peterhansel terminó en décimo segundo lugar. Ese señor suma hoy catorce triunfos absolutos.

No pasará mucho tiempo hasta que emerja otra Jutta y ella lo sabe. El pasado 3 de enero visitaba el box de Cristina Gutiérrez para mostrarle su orgullo, su sororidad. La germana ya no era la única mujer en ganar una etapa en el desierto. Ahora compartía récord con la burgalesa, vencedora en la manga inicial de los vehículos ligeros. “Ganar el Dakar en esta categoría puede ser factible”, dice.

En total, en la edición de 2021 han participado 17 mujeres, igualando el récord de participación femenina (Lima, 2009) desde que el rali salió de África.

Es curioso que todas estas pequeñas conquistas sucedan en Arabia Saudí, un país en que, hasta 2018, las mujeres no podían conducir. Tampoco pueden darse un baño, abrir una cuenta bancaria o comprarse una Barbie. Y han conseguido fumar desde hace bien poco, aunque esté mal visto.

Lo de fumar no es trivial. En el desfile de Pascua de Nueva York de 1929, el demonio de la propaganda y sobrino de Freud, Edward Bernays, consiguió que un ejército de mujeres desfilaran por las calles de la Gran Manzana fumando cigarrillos. La liberación de un nuevo tabú que constreñía a las mujeres camuflaba una operación de márquetin para incrementar las ventas de tabaco. Pero funcionó.

Fue algo parecido a lo que hicieron Bertha Benz -primera mujer en conducir un vehículo a motor-, Genevra Delphin Mudge -primera mujer con permiso de conducir- o María Teresa de Filippis -primera piloto de F1-. Sus gestas también funcionaron. Sin ellas no existirían Cortanze, Kleinschmidt o Gutiérrez.

Y lo más importante, la revelación de muchos niños que ya no quieren ser como los más malos del colegio porque quieren ser como ellas. Como Cortanze, Kleinschmidt o Gutiérrez. Aunque no sepan aparcar.