AQUELLOS MARAVILLOSOS AROS (113) > 1989. Gigante 11 veces All Star, estrella de la ABA antes de irse a la NBA, su gancho zurdo rivalizó con el de Jabbar // Habitó la zona hasta los 40 años y se retiró en Italia

Artis Gilmore, dinosaurio en Sarajevo

Baloncesto
Xavier Sanmartín

“Y cuando despertó, el dinosaurio seguía ahí”. A veces ese cuento se convierte en realidad, es el más breve de la historia (es mentira pero de tan bueno que es bien vale exagerar como respeto al talento de su autor: Augusto Monterroso). Veamos.

En 1984, Michael Jordan debutó en una NBA donde Artis Gilmore paseaba sus 2,18 m. y 35 años con el mismo entusiasmo que una vaca mirando a un tren y con idéntica prisa. Virgo del 21 de septiembre de 1949, cuando Artis vino al mundo ya casi era más grande que la minúscula localidad donde apareció, Chipley, Florida. Si Jordan era el jugador afroamericano de nueva hornada llamado a hacer historia en el baloncesto y los negocios tras nacer en la NBA con un paz de Nike debajo del brazo, Gilmore era el elegido en el draft de 1971 como número 15 por Chicago en días de rivalidad profesional, con la ABA como liga alternativa en una época donde el baloncesto pro era menos seguido en EE.UU. que la misma NCAA. El veinteañero Artis, después de destrozar las estadísticas universitarias en Jacksonville, trataba de hacer valer las palabras de Martin Luther King Jr.: “He tenido un sueño”. Intentaba dejar atrás el racismo y la hambruna, lo hacía agarrado al reconocimiento que da el éxito en EE.UU. Más largo que un tren (le llamaban A-Train), promedió en cinco años en los Colonels de Kentucky 17 rebotes, 22 puntos y casi cuatro gorros, luciendo un pelo afro donde cabía una ciudad entera, barba de patilla bandolera y a veces cadena al cuello. Un icono que ganó el título en 1975.

De 1976 a 1982, brilló en los Bulls, con números algo inferiores porque había más nivel enfrente y porque venía de jugar todos los minutos del mundo y a ese paso, no aguantaría un viaje largo. Luego llegó a los Spurs y convivió como buen secundario ante la llegada de los pívots modernos (Ewing, Olajuwon...) conservando su gancho, que sin ser el de Jabbar, también caía dentro desde el cielo. En el curso 1987-1998 repartió el año entre Chicago y Boston, una leyenda de adorno, de ahí que, tras 909 partidos de NBA, le llegase un cheque de Italia, donde ya estaba otro All Star criado en la ABA, Bob McAdoo (Milan) y Artis, a sus 40 años, se retiró en Bolonia sin más títulos que el de leyenda de visita fugaz .Y así llegamos a 2002, un jugador de tantos se despierta y, de repente, se topa al lado a un dinosaurio benévolo Artis Gilmore.

Fernando Díez, pívot entonces del Claret Benimaclet (hoy en EBA) y además militar, es destinado a Sarajevo. Allí, la AFE (American Force Entertainment) organiza un torneo con equipos de varios países. El español se mete en la final y, al estilo American Way of Life, los norteamericanos invitan a dos leyendas: Artis y Spudd Webb. Y ese fue el penúltimo servicio de Gilmore a su país: el baloncesto.