Costaleros sociales

Gerardo Conde Roa

Es difícil entender a primera vista en un país supuestamente desarrollado como el nuestro, un acto como el que se celebró en la casa de América en Madrid. El encuentro en cuestión es una manifestación más de la absoluta irresponsabilidad de un dirigente, que generó un mundo a su alrededor en el que el ensueño, la idealización del día a día, la negación de la evidencia, por medio de la propaganda, integran su “nueva normalidad”. Y es difícil que un país con madurez democrática, en el que los responsables de organizaciones empresariales estuvieran a punto de ver como se quiebran las empresas de sus asociados, hubieran aceptado su presencia en un acto de tales características.

Pero esto es España (o lo que quede de ella) y ya no sorprende la asistencia mansurrona de algunas asociaciones de empresarios empeñadas en demostrarnos una vez más su inutilidad como instrumentos de defensa de intereses legítimos al haberse convertido en meros figurantes de un Presidente sin escrúpulos. Volvieron a ser los costaleros de Sánchez (mi máximo respeto y cariño para los auténticos); siempre que está ahogado, surge como por ensalmo, una nueva convocatoria “institucional” para que todos “colaboren” en la resolución de los problemas gravísimos que él ha contribuido a crear. El resultado final es que él o los problemas, se ven diluidos entre los asistentes (y sus representados) por una supuesta obligación de colaborar a su resolución. No se plantean soluciones, planes de recuperación, acciones de gobierno, nada , solo la petición de “unidad” que lo mismo vale para una hinchada futbolera, que para una familia mal avenida o para la maltrecha oposición y hecha, además, esta petición por quién se ha caracterizado por romper junto a sus socios de gobierno cualquier atisbo de acuerdo con otros partidos políticos y fuerzas sociales. Pero con una pasmosa docilidad, acudieron a la nueva “actuación” de un individuo que se ha destacado por mentir siempre, en cualquier escenario y con relación a cualquier tema, y por si fuera poco, ha arrojado por la borda cualquier posibilidad de actuación conjunta para resolver problemas comunes.

Por qué pasa esto, por qué asociaciones que deberían hacer del respeto a si mismas y a sus miembros la base sobre la que apoyar sus reivindicaciones acaban inclinadas ante un individuo que se ha burlado, se burla y se burlará de ellos sin escrúpulo alguno.

En ello influyen algunos factores, el primero la tradición española de servir siempre al que manda (con el poder no se juega) o esa vaga actitud que se resume en la expresión, siempre pronunciada con cara de importante: “hay que estar “o“ no podemos dejar de ir” que al final es rendir pleitesía a quien tiene el poder y que explicaría, en muchos casos, la mala imagen que tiene aún hoy en día el empresario entre los españoles. La cercanía al poder, convivir con cargos públicos es una necesidad para muchos de ellos, que tal vez así se sienten mas importantes. Otro aspecto interesante es la tacañería tradicional de nuestros llamados “empresarios”.

Una organización que agrupa a miles o cientos de miles de empresas de todos los tamaños, es incapaz de autofinanciarse y necesita recurrir al Estado para poder desarrollar sus actividades. Resulta patético y altamente perturbador que quienes defienden el esfuerzo individual alejado de la ayuda del Estado y la libertad individual, como factores de crecimiento y progreso, sean un receptor de subvenciones que solo sirven para tenerles atenazados y sometidos y que se muestren incapaces de desarrollar libremente la misión para la que fueron creados. Hay que crear empresas ya que necesitamos empresarios, dicen, lo cual es cierto pero a qué empresarios ¿A los que no son capaces de financiar a su propia asociación y prefieren acudir a actos como el de la Casa de América? ¿Dónde está la libertad del empresario para manifestarse frente a aquellos hechos que realizados por el gobierno, son contrarios a sus intereses? La LIBERTAD (con mayúsculas) es necesaria para la libre creación y desarrollo de empresas, pero si no soy capaz de vivir sin el Estado (que es el que me mantiene), como voy a ser libre para criticarlo?

Que vayan los sindicatos a la Casa de América, es normal, hombre, se dedican a ello en cuerpo y alma, viven de la subvención y cumplen el papel de figurantes en nuestra democracia y, claro, por eso se les paga; eso sí, de vez en cuando puño en alto e internacional, que las apariencias han de mantenerse ya que el negocio lo merece. Pero los defensores de la libertad de empresa y de la libre competencia, viviendo de la subvención, es incomprensible y profundamente contradictorio.

Hay una tercera cuestión que no deja de ser importante, esta es el capitalismo del BOE, regulado, que hace que muchas (la gran mayoría) de las empresas que lideran el Ibex 35 dependan del Estado para cuadrar la cuenta de resultados y esto si que bien vale una reverencia. Bancos, eléctricas, tecnológicas, farmacéuticas viven en España básicamente de lo que el Gobierno otorga según su leal saber y entender. Una subida en las tarifas eléctricas, una subvención para invertir en nuevas energías, un respiro en las dotaciones para provisiones, un incremento de precios en las compras de la seguridad social y así sucesivamente, dan lugar a un ecosistema en el que Estado y empresas conviven en un aparente tira y afloja, pero como al final, está siempre la amenaza del regulador (que puede dar al traste con una sola publicación con el mejor Plan de Negocios, o la mejor cuenta de resultados) esto imprime carácter y limita la sana crítica .

Y claro, así Sánchez y sus compinches que son incompetentes, pero no tontos, lo tienen fácil. No existen en España organizaciones profesionales empresariales libres, que sean capaces de plantar a todo un Presidente del Gobierno que les utiliza para socializar sus fracasos repartiendo culpas entre todos y exigiéndoles colaboración para arreglar sus desaguisados , como si todos tuvieran igual responsabilidad. Y claro así puede Sánchez, apoyado en estos costaleros sociales lucir palmito y seguir riéndose sin complejos de los que defienden la “libertad de empresa”, sabiendo siempre que una llamada al orden, precedida de una advertencia pública le bajará los humos al más resistente y lo colocará en primera fila de los sumisos.

No se trata de llevar dignamente a hombros y sufriendo a un Cristo yacente o a una Virgen dolorosa, sino a un Narciso bronceado, vacío de proyectos, cultivador entusiasta de su ego y completamente incapaz de pensar en el bien común. Y lo peor es que ésta penitencia (si lo es ) no servirá de nada.