¿Fue el de Manuel Salgado, acribillado en un garaje de Vigo, un crimen perfecto?

La Policía siempre sospechó de la exmujer y la detuvo junto a su nuevo novio como presuntos autores, pero no existían pruebas suficientes // Ella se había quedado con la mayor parte de su patrimonio, incluido el Colegio Lar
Antonio P. Fidalgo

Manuel Salgado Fernández, 56 años cuando ocurrieron los hechos a principios de este siglo, era una persona muy querida en Vigo a la que solo se le conocía un enemigo: su exmujer Marisol P.E. Una separación tormentosa dio paso a un divorcio en el que ella se llevó la mayor (y mejor) parte que incluía el prestigioso Colegio privado Lar en Mos, del que Manuel era dueño y director. Durante muchos meses Manuel vivió un auténtico calvario que le llevó a denunciar a Marisol por espiarlo y hacerle la vida imposible. Tan evidente era el acoso que las distintas instancias judiciales (incluido el Tribunal Supremo) le dieron la razón y acabaron condenado a la exesposa a dos años y medio de prisión y al pago de una indemnización de 10.000 euros al denunciante por un delito consumado contra la intimidad.

Tras el divorcio, Manuel Salgado quedó prácticamente en la ruina mientras que ella, autonombrada directora del citado centro educativo se permitía todo tipo de lujos acompañada por su nueva pareja, Jaime G.S., un individuo con antecedentes por tráfico de drogas.

Pese a que a la mujer no le faltaba nada y que él tenía que trabajar duro para rehacer su vida, según familiares y amigos de Salgado, ella no dejaba de atosigarle. ¿Hasta qué punto? Eso solo lo sabe Marisol P.E., pero lo cierto es que el cuerpo sin vida de Manuel Salgado Fernández fue localizado a las ocho y cuarto del viernes 2 de abril de 2004 en el interior de un garaje en la calle Rosalía de Castro de Vigo, en las inmediaciones de la plaza que tenía alquilada la víctima que trabajaba en una asesoría de seguros próxima.

A Manuel le dispararon desde muy cerca en la cabeza, a bocajarro. La acción con un arma del calibre 22 fue tan certera como letal: los forenses localizaron dos balas alojadas en el cerebro. A la víctima no le robaron nada ni había indicio alguno de que hubiera podido tratarse de un atraco ni una disputa. Aquello parecía otra cosa: un asesinato por parte de alguien que conocía muy bien las costumbres de Manuel.

Los investigadores trabajaron en esa dirección y ya en el atestado inicial se decía que “El homicidio de Manuel Salgado requirió que los autores tuvieran conocimiento completo y exacto de los movimientos y horarios de la víctima, tanto por el lugar en que fue asesinado, como por la franja horaria en la que se produjo el hecho”. En el mismo lugar de los hechos, los agentes de la Policía pudieron avalar la teoría inicial: el encargado del aparcamiento les hizo entrega de un casquillo de bala que habían encontrado días antes en el mismo lugar. No hubo ninguna sorpresa que eran del mismo calibre y serie de los utilizados para acabar con la vida de Salgado. Estaba percutido pero, por alguna razón, no llegó a dispararse, aunque sí saltar del arma. Es decir, alguien había intentado matarlo antes.

Con todos estos ingredientes, los investigadores no tuvieron más que acudir a los archivos para comprobar que Manuel Salgado Fernández había presentado varias denuncias por amenazas contra Marisol y, sobre todo, su nuevo novio. Los testimonios de familiares y amigos de la víctima también fueron esclarecedores: todos coincidían en relatar la pesadilla que sufría el hombre acosado permanente por su exmujer y su pareja. Con burlas grotescas y duras amenazas. “Como un yogurt, mi vida tiene fecha de caducidad”, le dijo Manuel a un compañero de trabajo que acudió a declarar a la Comisaría de Vigo tras conocer el crimen. Salgado sentía que le estaban vigilando, que su exmujer no pararía hasta completar su amenaza: “Te quité todo pero no pararé hasta acabar contigo... verte bajo tierra”.

Eran tantas las evidencias que los agentes pocas horas tardaron en proceder a la detención de los principales sospechosos. A Jaime G.S. cuando salía de la casa que compartían y a Marisol P.E. la fueron a buscar a su despacho del Colegio Lar para que acudiera a declarar a las dependencias policiales. “No os preocupéis, pronto volveré”, dicen que les dijo a sus colaboradoras más estrechas de forma altiva cuando los policías la acompañaban para tratar de aclarar el asesinato de Manuel Salgado Fernández.

Marisol entró como testigo pero allí mismo fue arrestada “a la vista de los evidentes indicios que llevaban a pensar que existía la posibilidad” de que estas dos personas “pudieran tener algo que ver con el fallecimiento de la víctima”, se decía en el auto en el que se acordaba su imputación y la de Jaime G.S.

Los agentes agotaron el plazo para mantenerlos detenidos en busca de pruebas concluyentes que avalaran lo indicios existentes. Pero los sospechosos tenían una coartada firme: habían permanecido en su casa durante las horas anteriores y presentaron como testigos a la empleada de hogar y a un peluquero a domicilio, que ratificaron sus versiones. En el lugar del crimen no se localizó ninguna huella ni rastros consistentes que permitiera inculparlos en lo que todos pensaban que era “un crimen por encargo”

La Fiscalía pidió su puesta en libertad y la jueza del Juzgado de Instrucción número 4 de Vigo les dejó en libertad, aunque seguían como imputados. A lo largo de los meses siguientes los agentes trabajaron en el caso día tras día pero nada sacaron nada en limpio pese a las complejas investigaciones: nada en las colillas localizadas, nada en las balas utilizadas, no hubo llamadas sospechosas y no había cámaras de seguridad en el garaje ni en las inmediaciones que pudieran aportar algo de luz.

Familiares y amigos de Manuel señalaban en la dirección que apuntaba la hipótesis policial inicial, pero Marisol y Jaime defendían su inocencia. En 2006, dos años después, la Audiencia provincial decidió el sobreseimiento de la causa por lo que los dos sospechosos dejaron de serlo.

Peso a todo un auto de la instructora dejó una puerta abierta a reactivar lo que siempre pareció un crimen por encargo: “Si aparecen nuevas pruebas o testigos” se volverá a investigar ya que “es evidente que se produjo un crimen”. Pasaron ya 16 años y aunque el delito aún no prescribió... ¿Se franqueará algún día la puerta que permita aclarar quién mató a Manuel Salgado? ¿Alguien se atreverá a dar ese paso?