Inteligencia de la DEA rastreó el ‘Karar’ y puso en bandeja su apresamiento

Monitorizó toda su travesía por el Atlántico y lo tuvo bajo control hasta que fue abordado // Los servicios antidroga en Galicia llevaban meses investigando al clan Santórum, que tenía lanchas para alijar la cocaína
Antonio P. Fidalgo

Alberto Morales, el jefe de la Sección IV de la Unidad Central de Estupefacientes, tuvo que releer el documento que tenía en sus manos. Era el pasado 8 de abril y el remitente, bien conocido, el agregado de la Drug Enforcement Administration (DEA) en la Embajada de los Estados Unidos en Madrid. Por tercera vez leía su contenido cuando certificó que estaba ante la pieza que iba a hacer encajar las partes del complicado rompecabezas en el que se hallaban inmersos desde un año antes un centenar de agentes antidroga en Galicia del Greco y Udyco de la Policía Nacional y del Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA).

“Inteligencia desarrollada desde la Oficina de DEA en Virginia, EE. UU., indica que la organización hispana dedicada al narco transporte que quiere introducir en Galicia, mediante el uso de una embarcación, alrededor de 3.000 kilos de cocaína, ya está en moción (sic). La embarcación zarpó de Panamá y ha podido ser identificada como Karar, con bandera togolesa”, volvió a repetir en voz alta Alberto Morales la primera parte de un documento al que tuvo acceso este periódico. De forma inmediata relacionó esa información con el operativo que sus hombres estaban llevando a cabo al detectar movimientos más que sospechosos del clan de los Santórum, liderado por Juan Carlos Santórum Navaza.

No dudó a la hora de vincular ese cargamento de droga con las actividades como narcotransportistas del clan de Vilanova de Arousa. Era la pieza que les faltaba: tenían controlado a los hombres, las lanchas que iban a alijar, naves donde se escondían y camiones con las que las trasladaban en pleno estado de alarma. Solo les faltaba lo que les estaba suministrando la DEA: “que el Karar zarpó procedente de Panamá. Frente a la Guajira cargó la droga en la madrugada del día 5 de este mes, tomando rumbo a España y llevando un gallego a bordo del barco llamado José”. Añadían los expertos de Inteligencia de la agencia antidrogas USA que “la embarcación tiene previsto llegar a Vigo, Armada de Vigo (sic), y el armador del Karar es Marítima Comercial”. Bingo.

En aquellos mismos momentos el experto agente español debió pensar que “estos cabrones de la DEA tienen el barco bajo control” (que le habían colocado algún dispositivo para hacer el seguimiento de la travesía por el Atlántico) aunque no lo dijo en alto. Pero tenía razón: a partir de entonces la DEA suministraba información sobre la ubicación del Karar.

El inspector jefe Morales reactivó una operación que se había iniciado en julio de 2019 , y que se retomó entre los días 24 y 25 de febrero de este año, al tener constancia de que Juan Carlos Santórum, junto a su hermano Ricardo, y dos de sus hombres de confianza, su cuñado Emilio Xosé Rodríguez Castro y Braulio Vázquez estaba manteniendo reuniones constantes, según consta en el sumario al que también tuvo acceso EL CORREO, con el empresario náutico vigués, Fidel Fernández Barroso, y dos personajes cuando menos curiosos: un narcotraficante gallego residente en Barcelona, S.R.T., y un individuo de origen magrebí, Abdellah E.K.M., que, según la Policía española, serían los intermediarios de una organización internacional que financiaba la compra del estupefaciente.

La constatación de la identidad de este último ejerció de argamasa de otra parte del rompecabezas: estaban los financiadores, los intermediarios y el grupo gallego que se iba a encargar de acudir al encuentro del barco cargado con la droga para alijar la cocaína, trasladarla a Galicia (o a Portugal, si las restricciones provocadas por el estado de alarma en nuestro país obligaba a ello). Lo que faltaba era, precisamente la información que facilitó la DEA.

LLAMADA CLAVE PARA LA INVESTIGACIÓN. Fue el 15 de abril cuando la casualidad jugó a favor de los agentes antidroga españoles. El sospechoso Fidel Fernández (detenido y puesto en libertad por falta de motivación del auto de ingreso en prisión) llamó al teléfono de seguridad portugués 35196142xxxx. No obtuvo respuesta, pero este número quedó grabado en los sistemas automáticos de escucha y ese mismo días se detecta una conversación clave.

El móvil luso (ubicado por las antenas de telefonía en Madrid) recibe una llamada de un celular de Colombia, el 57312413xxxx, y localizado en ese país, desde donde un individuo con marcado acento sudamericano inicia una charla en clave:

Colombiano: Oiga, hermano, póngale cuidado, pero póngale bien cuidado.

Español: Si

C.: Dígale que el camión ya pasó todos los puntos de control, vale.

E.¡Uy! Superbuena noticia.

C. ¡Qué ya va de camino para allá, y ya la semana entrante estará llegando allá hermano!

E. Entonces voy a llamar al patrón para decirle, para que arregle todo y esté listo para recibir

C. Entonces dígale que todos los puntos de control ya los pasó, ya no hay más puntos de control, y ya va camino para la finca de él.

E: Listo parserito (sic), gracias, ya me comunico con el patrón, se va poner feliz.

C. Y mucho cuidado con ese coronavirus.

E. Si, lo mismo, mucho cuidado.

C. Que dios le bendiga, a usted y a su familia, y que me lo libre de todo mal y todo peligro

E. Amén, igualmente, hasta luego

C. Estamos en la jugada, cualquier cosa me avisa.

Los agentes antidroga españoles están convencidos de que esa llamada es trascendental: el Karar había superado el control que las fuerzas navales de Estados Unidos realizan en el Caribe para impedir el tránsito de embarcaciones cargadas de cocaína desde Colombia o Venezuela. La confirmación llega desde la DEA: a las 09.40 horas UTC: el barco se encuentra en las coordenadas Lat: 27º16.197 Lon: 45º.028W y que, efectivamente, pasó la zona de vigilancia y navega a algo más de siete nudos. Un día después se encontraba en Lat: 27º 40.N Lon: 45º31W. Rumbo 73º a una velocidad de 5,8 KN.

¿POR QUÉ EL DISPOSiTIVO NAVAL DE EE. UU, DEJÓ PASAR EL KARAR SI LA DEA SABÍA QUE IBA CARGADO DE COCA? La respuesta no aparece en ningún documento oficial pero fuentes consultadas por EL CORREO, afirman que “es una forma habitual de proceder de la agencia antidroga norteamericana: tener controlado el barco con la intención de detener a los destinatarios en Europa”. “Ellos manejan muchísima información y tienen agentes infiltrados en la mayor parte de los cárteles colombianos pero les interesa más cazar y desmantelar las infraestructuras de los grupos criminales asentados en nuestro país”, añaden antes de recordar que “están en estrecho contacto con los antidroga de Policía y Guardia Civil y les pasan la información por una simple cuestión de competencia. La DEA no puede actuar en España aunque tenga agentes destacados aquí en labores de inteligencia”.

No eran la llamada intervenida y las coordenadas de navegacións las únicas buenas noticias. El equipo de coordina el inspector jefe Alberto Morales localiza y graba ese mismo día reunidos en Pontevedra a los principales investigados: Juan Carlos Santórum, Emilio Xosé Rodríguez, Fidel Fernández, Braulio Vázquez e Ismael Cores dando las últimas pinceladas al operativo en tierra.

Paralelamente los investigadores confirman la identidad del, hasta entonces”, misterioso “gallego llamado José que viaja a bordo del Karar con un tripulación de nepalíes y bangladesíes. José en realidad es José Manuel Blanco Gestido, un vecino de Bueu de 40 años sin antecedentes penales, que el 3 de marzo embarcó en el aeropuerto de Barajas con destino a Panamá en el vuelo IBE6339 a las 10.50 horas.

A pesar de no existir constancia de su participación en actividades ilegales, a los agentes les llama la atención que este individuo es propietario de un Audi A-8, un Chrysler 300, dos Peugeots 205 GTI, y dos motos de gran cilindrada, una Suzuki GSCr 600 y una Honda CBR900 y, además, había trabajado para una hija de Salvador Dios Otero, también residente en la misma localidad del Morrazo, detenido en tres ocasiones por narcotráfico y su relación con 12.000 kilos de hachís en el Chaima; otros 1.200 en el velero Wallstreet y 1.500 de cocaína en el Apolo II. En uno de los seguimientos realizados (en abril de 2019) se localizó a Salvador Dios y un individuo de origen árabe en las inmediaciones del domicilio en el que vive José Manuel Blanco en Bueu. Él iba a ejercer de garante del operativo.

Ya estaban todas las piezas encajadas y era el momento de pasar a la acción. Se pone en movimiento la Fiscalía Antidroga de Pontevedra, el Juzgado de Instruccón número 3 de Vigo y en el cuartel general de los agentes antidroga mientras, entre estrictas medidas de seguridad, vuelven a reunirse Santórum con sus hombres con visitas a las naves donde se ocultan las lanchas semirrígidas que saldrían a alijar la cocaína que viaja en las bodegas del Karar.

Circunstancia que nunca se produciría. Los agentes toman la decisión de abordar el barco en alta mar y, una vez certificada la presencia de la droga, se procedería al apresamiento de todos los implicados en tierra: las órdenes de detención e ingreso en prisión se empiezan a rellenar en sede judicial.

OPERACIONES PARALELAS. El 23 de abril es el día D para esta compleja investigación. A partir de las 10 de la mañana los miembros de la banda de Juan Carlos Santórum empiezan a moverse en una actividad frenética en la que visitan naves y galpones. Una conversación telefónica intervenida da otra clave: el líder habla “de sacar dos lanchas para ir a buscar la sustancia estupefaciente y que el punto de encuentro estaría a unas sesenta millas de la costa y que la cantidad son tres ocho, en referencia a tres mil ochocientos kilogramos de cocaína”, según se puede leer en el informe del Fiscal Antidroga de Pontevedra. Acierto pleno.

En una de las conversaciones entre Juan Carlos Santórum y Braulio Vázquez, grabada gracias a un micrófono oculto en la nave de Vinquiño, hablan de llevar las dos lanchas al punto de encuentro:

Braulio: Hay herramienta a monte para echar 1.000 o 2.000 y traer en esta 1.000 (se refieren a la carga que llevaría cada una de ellas)

Juan Carlos: No pueden ir las dos juntas...

B. ¿Ir con las dos juntas?

J.C. Si fuera más distancia si, pero sesenta millas...

B. Sesenta millas e non anda.

Es entonces cuando Braulio le pregunta a Juan Carlos por la cantidad de droga que hay que descargar, siempre sin referirse a nada concreto como con las lancha:

B. ¿Eh?

J.C. Son tres ocho (3.800 kilos)

B. Tres... fue lo que dijo de aquella

J. C. Hablaba allí de ocho pero no sé.

También les preocupa la posible presencia de los agentes antidroga y la aparición de las lanchas de Vigilancia Aduanera o Guardia Civl.

B. ¿De dónde salen?

J.C. Salen de Marín. Si Marín y Ribeira, hay que controlarlo, porque siempre estos cuando salen de noche hay veces que se marchan para Ribeira

B. Pero vamos a ver si está controlada, nosotros hacia allá no salimos

J.C. Ya, ya pero hay que vigilarla para ver donde está. ¿Entiendes? si está dentro o si está fuera

B. Claro

J.C. Hay que controlar que sale todos los días.

Y una última referencia más concreta todavía para activar un plan B en caso de que complicaciones:

J.C. Si acaso saliera yo en la pequeña en esta roja por cualquier burrada ¿sabes? y hubiera un marrón criminal para cualquier rollo, tu sabes donde es el sitio de Muros, es Esteiro donde miramos allí, y echo la mercancía en el monte, en la cueva aquella y después la vamos a recoger.

B. ¿Y sabes ir para allá?

J.C. Si, yo os chimpo allí lo que pueda y si hubiera problemas y no tuviera comunicación con vosotros ¿sabes? en la pequeña salgo yo y os la echo allí.

No fue necesario. Unas horas después, a las 06.23 del 25 de abril, se procedía al abordaje del Karar en las coordenadas 38.56N 015.53W (que prácticamente coincidía con el punto de encuentro hallado en poder de la gente de Santórum) cuando se dirigía a las costas gallegas. A bordo se incautaron 152 fardos de cocaína y se detuvo a 15 personas.

En tierra fueron doce los apresados porque el número 13, el líder de la organización, Juan Carlos Santórum, tenía un plan C por si las cosas salían peor: un topo que le alertó por lo que pudo esconderse hasta este mes de septiembre.