La huella que dejó Galicia en Afganistán tras casi 20 años de conflicto y 17 bajas

Asegurar la nación frente a los ataques yihadistas, asesorar a su Gobierno o entrenar a sus soldados fueron misiones de la Brilat
Misiones militares
Jorge Garnelo

Hay huellas gallegas en Afganistán. También pisadas afganas en Galicia. Son diferentes. Tienen un único “protagonista”. El coraje. Esa valentía les permitió caminar, despidiéndose de su tierra y abordando en una nueva que tantos precisaban dejar atrás. Una zona en guerra no es país para nadie, pero este era su nuevo hogar. Así lo decidieron. Porque dicen, o digo, que donde asola el enfrentamiento reside lo peor, aunque también lo mejor de la humanidad.

Cuatro atentados terroristas coordinados por Al Qaeda fueron el detonante. Ese 11 de septiembre de un bastante lejano 2001, sendos aviones comerciales se tornaron en misiles suicidas. Tres impactaron contra sus objetivos: dos rompieron las Torres Gemelas, uno la norte y otro la sur, mientras un último caía en la fachada oeste del Pentágono.

El restante, que tenía la intención de hacer volar el Capitolio de Washington, perdía el control tras un atrevido acto gestado por pasajeros y tripulantes. Le plantaron cara al comando yihadista hasta estrellarse en un campo abierto cerca de Shanksville, Pensilvania, casi a 208 kilómetros del macabro destino.

Un día después de la catástrofe, el Consejo Atlántico no lo dudó y evocó por primera vez en la historia de la OTAN el Artículo 5 del Tratado: “Las partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas, acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas”, dice un fragmento del mismo, indicando que, si ocurriera, cada una de ellas “asistirá a la Parte o Partes así atacadas, adoptando seguidamente, individualmente y de acuerdo con las otras Partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada”.

Así fue. La respuesta de los socios no tardó en formularse. Un apoyo de los aliados al operativo denominado Libertad Duradera. Casi al mismo tiempo, la ONU hacía llegar un llamamiento a la comunidad internacional, a través de la Resolución 1378/2001, para prestar asistencia urgente a la población afgana.

Nació entonces la primera misión, bajo el acrónimo anglosajón ISAF (la International Security Assistance Force), ejecutada a finales de ese año para apoyar al Gobierno provisional de Afganistán y concluida el 31 de diciembre de 2014, dando paso el 1 de enero del 2015 a la misión RSM (Resolute Support). Esa segunda, cuya tarea es profundizar en el apoyo, entrenamiento y asesoramiento de las fuerzas de defensa y seguridad afganas, lleva efectuándose desde aquel momento.

Ahora se supone que todo acabará, tras anunciar el presidente estadounidense, Joe Biden, que sus tropas se retirarán después de 20 años de contienda. El retroceso, que dio comienzo el pasado 29 de abril, acompañado de un despliegue en la región para disuadir los posibles ataques de grupos radicales, será total el próximo 11 de septiembre de 2021. Una fecha cargada con demasiados sentimientos.

Con ello, el demócrata parece “poner a prueba” la paciencia de los talibanes, pues según el pacto que habían formulado con su antecesor, el republicano Donald Trump, desde el pasado 1 de mayo no debería haber ningún soldado extranjero en dicho territorio. Todo apunta a que la interminable guerra terminará con dos décadas a sus espaldas y casi infinitos muertos. Tantos que para recordar sus nombres y apellidos no tengo espacio aun empleando todas las páginas del periódico que usted sujeta. Amnistía Internacional los cifra en más de 150.000 difuntos (60.000 serían militares y policías afganos). A eso se suman 1,2 millones de personas desplazadas.

LA BRILAT EN EL PAÍS. Con el contexto por delante, cabe destacar que la primera pisada gallega en suelo afgano llegó en 2005. Un contingente de 500 efectivos de la Brigada “Galicia” VII (Brilat) marchó como un grupo táctico de refuerzo ante los comicios que tendrían lugar en el país.

La misión, que duró 90 días a fin de garantizar la seguridad en las elecciones al Parlamento y a los Consejos Provinciales, tuvo como trágico desenlace un accidente de helicóptero que se produjo en el sur de Herat. Perdían la vida 17 militares españoles de los cuales 12 pertenecían al valeroso Batallón Zamora I/29.

Dicho siniestro, acontecido concretamente en Shindand, impactó en sus familias irremediablemente. Entre ellas, las de los 10 gallegos que viajaban en la aeronave: el cabo Daniel Abreu Fernández (Vigo) y los soldados Diego González Blanco (Ourense), Diego Prado López (Vilalba), Isaac Calvo Piñeiro (Ferrol), Jesús Casal Rivera (Vigo), José Ángel Martínez Parada (Ribeira), Iván Vázquez Núñez (Foz), Gonzalo Casalderrey (Pontevedra), Pablo Iglesias Sánchez (Lugo) y Pedro Sanmartín Pereira (Barro). Todos tenían entre 20 y 26 años. Demasiado jóvenes e insufriblemente injusto.

Anteriormente, en 2003, se había producido otro gran siniestro que se cobró la vida de cuatro gallegos más. Se trató del accidente del avión Yakovlev-42, que volvía de Afganistán a España, pero sufría un incidente en Turquía. Los fallecidos eran el comandante Antonio Novo (Lugo), los brigadas José Pazos Vidal, César Barciela González y el cabo 1º Vicente Agulló (los tres natales de Pontevedra).

LA TOMA DE BADGHIS. En 2006, la formación Aspfor XV de la Brilat tomó el relevo del Equipo de Reconstrucción en Badghis, zona de responsabilidad que la Aspfor XIV mantenía entonces. Así pues, algo más de 100 militares fueron a Herat y constituyeron la QRF (Quick Reaction Force) para vigilar cuatro provincias.

Los restantes, más de doscientos efectivos, se desplegaron en Qala i Now. Allí su trabajo es extender la autoridad del Gobierno de Kabul a la región, colaborando en la seguridad y en la reconstrucción de dicho territorio. A principios del 2007, en febrero, llegaría el trágico atentado que se llevó a la cabo Idoia Rodríguez Buján (Friol) tras explotar una mina bajo el blindado tipo BMR ambulancia que la desplazaba. La primera militar nacional asesinada en una misión internacional.

PREPARAR PARA LO PEOR. Un año después, alrededor de medio centenar de soldados de la Brilat, agrupados en la OMLT IV, acudieron nuevamente a Afganistán. Allí realizan una primera labor de asesoramiento y adiestramiento para el ejército afgano. Por el camino, otros dos soldados de la Brigada “Galicia” VII fallecieron y cuatro resultaron heridos (uno de ellos grave), como consecuencia de un atentado suicida producido al sur de Herat. Las víctimas mortales eran el cabo vigués Rubén Alonso Ríos y el brigada asturiano Juan Andrés Suárez.

MÁS MISIONES. En 2009, alrededor de 400 soldados de la Brilat se desplegaron en Afganistán, de los que el 10% eran mujeres. Otros 50 más, la mayoría gallegos, relativos al colectivo OMLT CG llegaron en 2010; también 700 vinculados a la Aspfor XXVII, de los que 200 nacieron en Galicia. Ese mismo año siguieron apoyando y entrenando al ejército afgano, lamentando el trágico atentado acontecido en agosto, que se cobró la vida del alférez Abraham Leoncio Bravo Picallo (A Coruña), miembro la Guardia Civil. Moría de un cobarde tiro mientras estaba impartiendo una clase a 47 policías afganos.

ÚLTIMOS PASOS. Antes del 1 de enero de 2015, cuando se dio paso a la operación Resolute Support, las tropas gallegas volvieron en 2012, con la agrupación Aspfor XXXII de 800 soldados de la Brilat (sobre 150 naturales de Galicia); y después, tres años más tarde, llegaría la Aspfor XXXVI, con cerca de 300 efectivos (de los que 231 son gallegos) para proporcionar seguridad a la base de Herat y al aeropuerto internacional por seis meses.

Desde entonces, tras terminar la misión ISAF, hasta ahora, la presencia de la Brigada “Galicia” VII bajó: ocho militares más han cubierto y cubren, de forma aislada, varios puestos en el Cuartel General desplegado en Kabul.