La palmera canaria, símbolo histórico, prácticamente extinguida en Galicia

Durante el siglo XIX, los indianos que volvían de América plantaban esta especie en los jardines de sus pazos como señal de riqueza // El picudo las erradicó, de sur a norte
botánica
Ángela Precedo
ejemplar de palmera canaria en galicia. Foto: Commons

La palmera. Ese esbelto árbol que impresiona por su grandeza y su exotismo. Una especie que, adaptada a climas cálidos, parecería cosa de meigas que prosperase en Galicia, pero que, sin embargo, lo ha hecho, y de qué manera, llegando incluso a vivir centenares de años en algunos casos. Pero... Tanto tiempo para que un minúsculo bichito, el picudo rojo, termine con su existencia y las erradique prácticamente de la comunidad. Las últimas que sobreviven, se ven gravemente afectadas y ya tienen poca salvación.

Vista como una especie foránea, lo cierto es que no es invasora y, además, constituye un símbolo histórico de la riqueza cultural de Galicia. Era típico que en el siglo XIX, los indianos que se habían hecho ricos en América y regresaban a Galicia plantasen en los jardines de sus grandes fincas y palacetes la palmera canaria. Era señal de que habían conquistado los cinco continentes.

Ahora todo su imperio se desvanece. Las grandes fincas dan paso a edificios consistoriales y museos, o incluso a bares y tiendas que compran las inmediaciones, mientras que esas palmeras que resistían en los jardines, en muchos casos, se ven erradicadas por estar infectadas con esta plaga asiática. Todo comenzó allá por el año 2014, cuando se detectó el primer caso en la zona de Tomiño, en un vivero forestal y, a partir de ese momento, siete años han sido suficientes para derrocar a las miles de palmeras canarias que poblaban nuestro territorio.

“Ahora mismo en Vigo, no solo en la ciudad, sino en toda la comarca, la plaga está estabilizada, pero no porque se haya actuado sobre ella, sino por extinción de la población de palmeras, salvo ejemplares muy concretos”, cuenta a EL CORREO Antón Lois, de la asociación ecologista Amigos da Terra, que calcula que, en el entorno de la ciudad de Vigo, el picudo rojo arrasó unas 4.000.

Lamenta que “se llevó por delante ejemplares centenarios, que estaban incluidos en el catálogo de especies centenarias”. Y, lo tiene claro, todo por “desidia de las administraciones”, algo “análogo a lo que está sucediendo ahora con la avispa velutina”. Antón Lois considera que este gran exterminio podría haberse evitado tomando medidas fáciles y concretas en el momento inicial.

“Si en el momento en que se detectó el primer caso se hubiese establecido un perímetro alrededor de la zona, localizando todos los ejemplares, dándoles tratamiento, no habría arrancado la plaga”, explica el ecologista, que asegura que, sin embargo, “se quedaron viendo cómo se iba desplazando hacia el norte, poco a poco”. De la zona de Tomiño pronto llegó a Baiona, luego a Nigrán y no tardó en estar en el sur de Vigo, luego en el centro y pasó al norte y, “cuando ya estaba afectando a Pontevedra, se les dio por decir a las administraciones: igual habría que hacer algo”.

Asegura que la llegada del picudo “no fue una sorpresa”, pues, “como sucedió con la velutina, si en muchos sitios de la Península había ejemplares, era previsible que más temprano que tarde podría llegar aquí”. Por tanto, en el momento en que prevés eso, “cuando aún el picudo ocupa una zona muy pequeña y abarcable, puedes centrar los esfuerzos en intentar contenerlo”. “Con una especie invasora como esta, cuando por fin decidas tomar medidas, probablemente ya sea incontrolable”.

LOS ÚLTIMOS ESFUERZOS. Ya no hay rincón de la comunidad que no esté infestado. El callejón de la Estacada, en A Coruña, dice adiós a su palmera infectada para evitar la propagación a los jardines de Méndez Núñez. En A Estrada, su única palmera, elevada en la Alameda, se encuentra en uci, y fue esta semana sometida a una poda para tratar de salvarla. Mientras, en Cambados, los palmerales de A Calzada están siendo sometidos a un tratamiento que cuesta unos 17.000 euros al año. Al igual que sucede en Ourense, donde los ejemplares del Jardín del Posío han sido ya vallados por prevención.

“Cualquier concello, da igual al sur que al norte, que aún no haya detectado la presencia del picudo, que tome medidas ya, ahora, dentro de 5 minutos es tarde, para que por lo menos nuestra mala experiencia les sirva para no repetir los mismos errores”, demanda el ecologista de Amigos da Terra, que pide que esos concellos estén alerta.

“Va a llegar, que no tengan la más mínima duda”, así que que “tomen medidas preventivas, con productos que actúen a través de la sabia para matar las larvas, porque en el momento en que la plaga llegue ya serán palmeras prácticamente irrecuperables”. Y, sobre todo, porque “tratar de recuperar una palmera infectada, en el caso de conseguirse, es infinitamente más caro que salvarla desde el principio”.

Llegados a este punto, el único objetivo es salvar las pocas que quedan, independientemente de su valor botánico, ya no se trata de salvar especies centenarias, sino a las que quedan, en general, porque si no Galicia estará ante una verdadera extinción de palmera canaria y, por tanto, de este símbolo de su historia, de su pasado y de su grandeza. Sin embargo, Antón Lois se muestra pesimista: “La victoria del picudo ha sido prácticamente por KO”.

¿Y por qué no luchar por plantar nuevos ejemplares para recuperar la especie? “Ni siquiera se plantea, porque estas especies habían sido traídas para jardines y parques por su riqueza ornamental, no por ser propias de aquí, pero como la amenaza del picudo sigue latente, las plantaciones de árboles ornamentales optan por otro tipo de especies para las que el picudo resulta inofensivo”. Y es que, hoy por hoy, plantar una palmera canaria es como jugar a la ruleta rusa: en cualquier momento puede regresar la plaga.

¿SE PODRÍA EXTENDER A OTRAS ESPECIES? Ahora, la gran preocupación es: ¿se extenderá también a otras especies de palmeras? ¿Y después a otros árboles? “A ver, la plaga es muy específica de la palmera canaria, aunque sí hay casos en los que termina con su árbol objetivo y puede pasar a otras variedades de palmeras, pero eso ya es menos frecuente”, explica Antón Lois, que indica que el modus operandi del picudo es “ir pasando de palmera canaria a palmera canaria y, cuando termina con toda la población de una zona, se desplaza a otra”.

Llegados a este punto, la pregunta lógica es por qué no buscar formas de combatir la propia plaga, en vez de recuperar las palmeras. Porque resulta muy complicado percatarse de su presencia. “Cuando llega la infectación del picudo no te das ni cuenta”, detaca Antón Lois, que detalla que el primer síntoma, y del que ya no hay vuelta atrás, es ver que las ramas más jóvenes empiezan a secarse y eso es la señal de que el picudo ha colonizado el ejemplar. “Desde que llega esta señal hasta que se habla de plaga no pasa ni un minuto, es inmediato, se expande a velocidad vertiginosa”, explica, y afirma que, “por eso, una palmera que se haya infectado por el picudo es prácticamente irrecuperable”.