Siguen sin ser localizados los dueños de 14 toneladas de coca incautadas

Continúan abiertos, y declarados secretos, los sumarios del narcosubmarino, las operaciones Lince y Donkey y el yate apresado cerca de Canarias con dos mil kilos de cocaína y con dos tripulantes gallegos a bordo // Todos los detenidos eran intermediarios o simples transportistas
Antonio P. Fidalgo
IMAGEN EXCLUSIVA. De la operación Lince no hubo fotos oficiales ni acudieron mandos policiales. El coronavirus aún metía miedo y no era cuestión de exponerse. EL CORREO consiguió la única foto que se publica por vez primera. Fue tomada por los propios agentes que participaron en el muelle de O Grove, cuando se hacía el primer recuento. Foto: Gallego

Desde que en la madrugada del 24 de noviembre, hace justo hoy seis meses, se localizó hundido en la ría de Aldán el primer narcosubmarino interceptado en las costas europeas y hasta que se culminó la operación Donkey, el fin de semana del 25/26 de abril, los efectivos antidroga asentados en la provincia de Pontevedra, es decir, el Grupo de Respuesta Especializada contra el Cri- men Organizado (Greco), la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco), ambos de la Policía Nacional; el Equi-

po de Delincuen cia Organiza-da (Edoa) de la Guardia Civil y el Servicio de Vigilancia Aduanera, retiraron del mercado negro cerca de 14 toneladas de cocaína, asentando los más duros golpes en la última década a las bandas de narcotraficantes.

El batiscafo cargaba en su interior casi 3.500 kilos, en un velero en el que navegaban dos pontevedreses venían otros 1.900, en dos planeadoras se localizaron tres mil setecientos más y en el remolcador Karar la cantidad llegó a los 4.500; es decir, cerca de esas 14 toneladas que fueron incautadas y que la distribución por Europa desde Galicia correría a cargo de grupos de transportistas asentados en la comarca del Salnés. En total se registró medio centenar de detenciones donde la mayoría son gallegos aunque los hay peruanos, ecuatorianos, algún colombiano,, un checo y hasta un ciudadano marroquí.

Sobre el origen y los vendedores de la droga no hay incógnita alguna. Todos los paquetes y fardos llevan un indicativo que señala el cártel del que procede esa sustancia. Si la transacción se produjo de forma directa (lo más probable) o a través de persona interpuesta (suele ocurrir) apenas importa: el modus operandi es reconocible y en todos los operativos se contó con la ayuda de la DEA (Drug Enforcement Admi nistration), la agencia norteamericana que colabora activamente con las fuerzas de seguridad españolas en la lucha contra el narcotráfico.

Tampoco hay dudas de quiénes se iban a hacer cargo de la cocaína en las costas gallegas. Para ellos se contaba con lancheros profesionales que participan en el negocio. Los Santórum (apresa- dos en la operación Donkey) o los Pajuelo y Mouta (en la Lince) son sobradamente conocidos en el submundo del tráfico de drogas gallego. Todos cuentan con antecedentes e infraestructura suficiente. Entran y salen de prisión y siempre parecen dis- puestos a formar una parte importante del negocio.

Pero ninguna de las cincuenta personas apresadas tienen capacidad económica, ni contactos, para mover semejantes cantidades de drogas. “Ninguno es Sito Miñanco y ninguno es el chapo Guzmán”, cuenta a EL CORREO un experto policial. “Son simples engranajes de la cadena logística”, coincide otro investigador con larga trayectoria. “Aunque se pretenda hacer creer que, por ejemplo, Juan Carlos Santó- rum es el cerebro de dos de estas operaciones (narcosubmarino y droga del Karar) nada más lejos de la realidad”, coinciden las fuentes.

¿A quién iba destinado este tsunami de cocaína que está llegando a nuestras costas? Las miradas se dirigen, desde que José Ramón Prado Bugallo volvió a prisión en febrero de 2018, a dos objetivos muy concretos en Galicia, en Arousa para centrar la localización, pero éstos no se mueven del espacio de legalidad en el que se instalaron. “No están dando ni un solo paso en falso, ni un movimiento. Nada de nada”, afirma una fuente oficial, “lo cual no deja de ser sospechoso pero nada hay que les relacione con los alijos”.

La conclusión es que transcurridos seis meses desde el primer cargamento intervenido (el de la ría de Aldán), casi dos de la operación Lince y justo uno de la Donkey, nada se sabe de los dueños de la cocaína intervenida en nuestra comunidad.

Y la mejor prueba de esta anómala situación es que ninguna de las tres grandes operaciones que se llevan en otros tantos juzgados gallegos (en Cangas, Cambados y Vigo, ya que la del velero se sigue en Canarias) está cerrada y, es más, se mantiene sobre ellas el secreto sumarial, ya que se sigue investigando tanto para desentrañar la identidad de los desti natarios como para desmantelar el entramado empresarial legal bajo el que ocultan actividades ilegales. Y, por su puesto, proceder a la detención de todos ellos: los que aún están al margen y aquellos que se dieron a la fuga.

La espantada del mayor de los Santórum es pública, una filtración le permitió escapar, pero hay otros identificados que están en busca y captura por participar en estas operaciones, “entre ellos un pariente de Sito Miñanco experto en darse el piro cuando le buscan”, señala gráficamente una de las fuentes consultadas.

Todos los mandos policiales españoles expertos en narcotráfico coinciden: los niveles de producción de pasta de coca no dejan de aumentar, la represión en Estados Unidos obliga a los cárteles a buscar rutas alternativas para darle salida y “los narcos con mayor capacidad para meter coca en Europa siguen en Galicia”. La frase es de Antonio Martínez Duarte, comisario de la Brigada Central de Estupefacientes.