Una treintena de muertos en tres décadas de ajustes de cuentas por narcotráfico

La mayoría de las venganzas entre narcos fueron ‘con acento galego’, aunque algunos de extrema violencia// En contadas ocasiones actuaron los sicarios colombianos // Deudas, chivatazos, peleas y robos de droga entre los motivos
Narcotráfico
María Martínez
Cambados. Uno de los colombianos detenidos por el asesinato de Manuel Baúlo. Foto: Juan Carlos Roma

La decisión de los arrepentidos que aceleraron la operación Nécora provocó un salto cualitativo en el mundo del narcotráfico en Galicia con la aparición de los ajustes de cuentas para silenciar a chivatos, cobrar alguna deuda pendiente o dar escarmientos a los que trataban de pasarse de listos. Pese a todo, los cárteles colombianos se fiaban mucho de los clanes arousanos y solo tuvieron que intervenir para poner orden en algunas disputas internas.

Los expertos antidroga sitúan en la década de los 90 las iniciales venganzas importantes y fue en 1992 cuando se produjo el primer asesinato por encargo directamente relacionado con nuestra comunidad.

Hace unos días bajo el título Oficina de sicarios S.A. publicaba Patricia Ortega Doltz un reportaje en El
País
en el que desvelaba que una decenas de organizaciones de asesinos a sueldo siguen operando en España, dato que corroboró uno de los máximos responsables de la Udycoco en Madrid. Ahí reflejaban que en nuestro país empezaron su siniestra actividad en los años noventa.

Precisamente en estas tres décadas se lleva contabilizada una treintena de personas asesinadas, en algunos casos de forma brutal, en ajustes de cuentas ya fuera por sus chivatazos que ayudaron a frustrar grandes alijos de cocaína, por no pagar deudas pendientes o por simples disputas entre camellos de escasa entidad. También los hubo por desavenencias entre clanes y hasta alguno en el que se mezclaban las drogas con asuntos amorosos.

En marzo de 2022 será el treinta aniversario del primer suceso de estas características que golpeó las conciencias en Galicia: el asesinato en Benavente de José Manuel Vilas, tesorero de la Cámara de Comercio de Vilagarcía de Arousa, quien acudió a la localidad zamorana en nombre del narcoabogado Pablo Vioque (algunos dicen que lo confundieron con él) y que fue tiroteado por unos asesinos a sueldo sudamericanos, de los que nunca más se supo. Ese hecho marcó el futuro del ahora ya fallecido Vioque, a quien otros narcos no le perdonaron su forma de actuar enviando a un intermediario a una cita a la que debía comparecer él.

Precisamente este lunes, 13 de septiembre, se cumplen 27 años de otro ajuste de cuentas que marcó un punto de inflexión en la lucha contra el narcotráfico en nuestra comunidad: sicarios colombianos se plantaron ante la vivienda de Manuel Baúlo Trigo en A Modia-Cambados, y descargaron sus armas contra él, matándolo en el mismo lugar y condenando a su mujer, Carmen Carballo, a pasar el resto de su vida en una silla de ruedas. Un mensaje marcado a sangre y fuego tras conocerse que el patriarca de los Caneos, un grupo que miraba a la cara a los grandes clanes arousanos, había decido tirar de la manta y contar a los agentes antidroga algunos de los secretos de las bandas rivales y más concretamente de los Charlines, con los que se habían enemistado por cuestiones familiares.

La irrupción de asesinos a sueldo sin escrúpulos sudamericanos provocó que aquellos años se alertara ante la posibilidad de que Galicia acabara convirtiéndose en una especie de Colombia o Sicilia, con los narcos corrompiendo las estructuras del Estado y provocando razzias sanguinarias para saldar sus diferencias. Pero lo cierto es que, pese a esa treintena de fallecidos, la situación acabó quedando bajo control tanto por el rechazo social de los ciudadanos como por la acción de las fuerzas de seguridad del Estado.

VENGANZAS EN CLAVE PERSONAL. De hecho ya no se volvió a constatar la participación de sicarios colombianos en una venganza, a pesar de que en el mes de mayo de 2005 se dispararon todas las alarmas cuando dos jóvenes naturales de Vilanova de Arousa, Víctor Manuel González y Santiago Mondragón, aparecieron acribillados en una pista forestal de Silleda. Por el modus operandi inicialmente la Guardia Civil atribuyó los hechos a matones colombianos ya que se sospechaba que los dos fallecidos se habían quedado con una importante partida de cocaína. Finalmente, por este doble crimen fueron detenidos, juzgados y condenados dos vecinos de Silleda y otro de Forcarei.

Y es que el acento gallego aparece en la mayoría de los ajustes. El más espectacular fue el protagonizado por Antonio Chantada García, Tucho Ferreiro, que entró con un fusil del calibre 38 en el pub Museo de Vilagarcía y se dirigió a la mesa en la que estaba Daniel Carballo (hijo del histórico Manuel Carballo y socio de Sito Miñanco) y le metió un disparo entre ceja y ceja a escasa distancia. Herido de muerte falleció días después en Pamplona. Rosalindo Aido, que le acompañaba, pudo escapar del lugar aunque de recuerdo se llevó en disparo en un hombro.

Ferreiro cogió su coche y se fue a por la segunda víctima que estaba en el bar Paumar en Cambados. Era Juan José Agra y también lo mató sin darle tiempo a nada. Quien tuvo suerte fue el tercero de sus objetivos, Rafael Bugallo Piñeiro, O Mulo, que no estaba donde Tucho se imaginaba que lo encontraría ni en su casa. Lo buscó pero no lo encontró y eso fue lo que salvó al Mulo, un sujeto con suerte: apenas unos meses antes fue secuestrado a golpe de pistola y trasladado a un monte de Caldas de Reis donde le obligaron a cavar su propia tumba; cuando ya estaba a punto de culminar tan macabra tarea decidió jugársela y la moneda salió cara: en un despiste de sus captores golpeó a uno con la pala y huyó despavorido en medio del silbido de las balas.

Tucho Ferreiro, al no localizarlo, decidió quitarse la vida con el arma que portaba: acababa de salir de prisión y culpaba a sus amigos de haberlo dejado tirado. A Danielito Carballo, con fama de mujeriego, le acusaba además de cuidar en exceso de su novia mientras él estaba en la cárcel.

El ajuste que provocó mayor número de víctimas mortales, cinco, tuvo que ver con el trapicheo y fue protagonizado por José Manuel Rodríguez Lamas, el Pulpo, un taxista de Vigo que citó a unos colegas en un hostal de Vilaboa y allí mató a tres hombres y una mujer mientras otro quedó gravemente herido. El cadáver de un sexto lo tiró a un pozo donde fue localizado meses después tras el testimonio del superviviente.

Especialmente cruento fue le suceso que tuvo como involuntarios protagonistas a dos primos de Cambados, Ricardo Feijóo Vázquez y José Ángel Feijóo Abal. En un viejo molino de Castrelo aparecieron sus cadáveres irreconocibles: sus cuerpos habían sido torturados, golpeados hasta la saciedad, tiroteados y, finalmente, calcinados aunque no por completo. Un sicario francés, Patrice Louis Marie Pierre Muñoz, y el vasco José Manuel González Lacunza fueron condenados como autores aunque en el crimen participaron cuatro personas más: dos brasileños que huyeron de España y dos ya fallecidos, uno de ellos en otro ajuste de cuentas en Marruecos.

(Mañana: Los otros ajustes. Del joven secuestrado al narco gallego que castró a un colombiano pasando por los cazadores cazados)