Ingreso inmediato en un sanatorio psiquiátrico para los que acudan a fiestas

COVID
Víctor Furelos

El diccionario de la Real Academia define perfectamente la palabra conviviente, con dos acepciones. La primera de ellas dice “que convive” y la segunda explica que es “cada una de las personas con quienes comúnmente se vive”. Creo que está clarísimo.

Sin embargo, comprobamos cómo un día sí y otro también las fuerzas del orden intervienen en fiestas a las que acuden personas inconscientes que no piensan para nada en el coronavirus ni en las consecuencias que puede ocasionar su contagio.

Cualquiera de los asistentes a ese tipo de fiestas ya casi habituales –en Santiago ya se contabilizaron más de 500 intervenciones en lo que va de pandemia– puede llevar a su casa un virus que sin mucho esfuerzo derivará en una comitiva al cementerio con alguno de sus familiares.

¿De verdad que a estas alturas todavía hay que explicar el peligro de un coronavirus que en Galicia ya se cobró cerca de 1.700 vidas y que contagió a 92.000 personas?

Que a estas alturas se hable de fiestas en pisos con trece personas, como sucedió en la capital gallega todavía esta semana, es para llevarse las manos a la cabeza y tratar de entender lo lejos que llega la estupidez humana.

Con los datos en la mano y lo que se sabe del coronavirus sólo queda una explicación: los que acuden a fiestas tienen alguna tara mental que les bloquea el entendimiento. Y por eso lo que necesitan, además de una buena multa, es el ingreso inmediato en un sanatorio psiquiátrico.