Declaró el comunismo libertario en Ponte do Porto // Vivió durante catorce años escondido // Huyó a Portugal vestido con prendas femeninas // Desde el país luso voló a Cuba, donde disfrutaría de una nueva existencia TEXTO Xosé Manuel Lema

Mazaeda, el sindicalista que pudo salvar la vida disfrazado de mujer

Sindicatos
X. M. Lema
El sindicalista Rogelio Mazaeda vivió 14 años en la clandestinidad.

Después de declarar el comunismo libertario en Ponte do Porto, Rogelio Mazaeda Novais vivió escondido en una chimenea. Pasó catorce años en la clandestinidad, mientras era perseguido por el franquismo, hasta que logró escapar, disfrazado de mujer, a Portugal, desde donde viajó en una avioneta a Cuba.

Mazaeda nació en el seno de una conocida familia burguesa en el barrio de O Outeiro, en Ponte do Porto, el 31 de julio de 1907. Estudió en el Seminario de Santiago. Y pronto se enganchó a la pasión por los libros. Colaboró en las representaciones teatrales. Rogelio era una especie de dandy rural. Vestía impecablemente. Chófer de profesión, en sus ideales abrazaba la utopía comunista, desde el concepto más romántico.

No tardó en convertirse en un líder local, destacando por su oratoria, en uno de los pueblos más pujantes de la provincia en los años 30, Ponte do Porto (Camariñas). Un foco de obreros donde se creó un importante movimiento sindical, con inquietos sectores de trabajadores afectos a la UGT y CNT. Mantuvo estrechos lazos con los movimientos izquierdistas republicanos y un contacto habitual con el diputado José Miñones.

El año 1936 se vive con mucha agitación en el auténtico “foco revolucionario de la comarca”. Mazaeda formó parte del equipo electoral en la zona. El Frente Popular ganó las elecciones. “Allí se celebraban con gran regocijo, disparo de bombas y puños en alto, las fiestas del trabajo y las más insignificantes victorias políticas del Frente Popular”, dejó escrito Silva Ferreiro.

Y estalló la sublevación militar. Las noticias llegaron mientras la localidad porteña celebraba la romería de Santa Mariña do Tosto. La reacción a los mensajes que se escucharon en la radio fue prepararse para defender la República. Regresaron a la localidad y comenzaron a mover sus fichas. Crearon un Comité de Defensa, encabezado por su líder natural, al que acompañaron varios vecinos.

Mazaeda cogió el timón de un territorio que viviría durante varios días una situación controlada por aquellos sindicalistas. Se declaró el “comunismo libertario”. Según consta en los expedientes policiales fue el “verdadero cabecilla de los sucesos revolucionarios”.

Uno de los sindicalistas locales, José Suárez García Italia, aseguraba que en un principio más que con un carácter bélico, las cosas se tomaron con apasionamiento y con la seguridad de que todo se quedaría en unos momentos de tensión. Poco a poco se dieron cuenta de la magnitud de la tragedia.

En el sindicato había cuatro revólveres Tanque, que según el investigador Luis Lamela fueron entregados por una comitiva de dirigentes coruñeses el día de San Pedro, fiesta en la parroquia. Mazaeda se hizo cargo de las armas, que junto con varias escopetas de caza, conformaban el arsenal del comité porteño.

Ese día, el 18 de julio, la orden fue clara: había que requisar coches, aparatos de radio y armas. Se realizaron visitas a los cabecillas locales de la derecha. Ante la situación creada en días posteriores, Mazaeda y varios de sus colaboradores se desplazan a Cee. Allí les advierten del avance de los sublevados y les aconsejan que intenten reconducir la situación y devolver todo el material requisado. En estos días de efervescencia hubo manifestaciones, se convirtió la casa parroquial en Casa del Pueblo y, entre otras medidas, casi un centenar de personas viajaron a Vimianzo para ocupar el castillo de los Altamira. La orden la había dado Rogelio, y sirvió para frenar el deseo de seguir acercándose a A Coruña, a defender una democracia, que se esfumaba.

El 24 de julio, después de haberse celebrado una reunión, cada uno elige su camino. Nuestro hombre se esconde en una vivienda de O Outeiro, en un escondrijo que aprovecha un hueco de una chimenea.

Esa será la casa de Mazaeda durante mucho tiempo. También vivió en la clandestinidad en Santiago de Compostela.

Su familia se mueve en busca de ayuda y traza un plan que sale a la perfección. Cuentan con la ayuda de algún cura que en su momento había criticado duramente al presidente del sindicato porteño pero que ahora le tiende la mano.

Las fuentes consultadas señalan que tuvo que vestirse de mujer para marchar. Cruzó el río Miño hasta llegar a Portugal. Y en este país logró viajar en un avión Superconstellation que lo llevó a Cuba. Ahí comenzaría una nueva vida.

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