El invierno está llegando

El Correo Gallego

LEJOS de solucionarse, la subida desorbitada de la luz y los carburantes amenaza con desestabilizar las economías de muchas familias y echar por tierra las previsiones más optimistas para la recuperación económica post-covid. El Instituto Nacional de Estadística (INE) confirmó ayer lo que cualquier ciudadano pudo advertir ya en el manejo de su cartera. Por ejemplo, que el precio de la electricidad subió en septiembre un 10,9 % respecto al mes de agosto, y un 44 % si se atiende a la evolución del último año. O que en doce meses la gasolina se ha encarecido un 22 % y el diésel un 23 %. Y también que, por efecto de arrastre, los precios en general se han incrementado un 4 %, la tasa más alta desde 2008, el fatídico año en el que arrancó la Gran Recesión. Todo, o casi todo, es ahora más caro y la inflación desbocada –es evidente– está provocando una pérdida en la capacidad adquisitiva de las familias que afecta especialmente a aquellas que ya tienen problemas para llegar a fin de mes y que ven con especial preocupación la llegada de los meses en los que aprieta el frio y hay que encender, si se puede, la calefacción. Más de 230.000 gallegos viven en situación de pobreza severa. La inflación y los precios de la energía suponen también un serio peligro para la supervivencia de muchas empresas y autónomos. Esta semana, la firma siderúrgica vasca Sidenor anunció que parará veinte días para no operar en pérdidas por culpa del precio de la luz. Ha sido la primera y puede que no la última. En Galicia, la industria electrointensiva lleva mucho tiempo reclamando precios energéticos más asequibles que le permitan mejorar su competitividad. En A Mariña lo saben bien. Si el Gobierno no acierta en las medidas a tomar para frenar la escalada en los precios de la electricidad –hoy sube un 7,5 %, hasta su segundo precio más alto de la historia– las proyecciones de crecimiento económico, que el FMI ya ha rebajado para este año, pueden convertirse en papel mojado. El Ejecutivo, sin embargo, no ha dado todavía con la tecla. Y arrastra los pies, titubeante, ante un problema que, de seguir así, agrandará todavía más las desigualdades. El Congreso debatió ayer el decreto con el que pretende meter en cintura a las eléctricas recortando los beneficios caídos del cielo, pero antes de aprobarse el Gobierno ya mostró su disposición a modificarlo. Echó el resto al apoyo de Europa para intentar controlar el mercado del gas, pero Bruselas no ha querido revisar el sistema de subastas. Ha puesto en marcha más medidas, sí, pero todos los días el precio de la energía sigue dando que hablar. Mientras, crece la amenaza, con el invierno en ciernes. El meteorológico y el social.