El plan de Europa no es el ‘Plan E’

El Correo Gallego

Cuando se hace una búsqueda en Google sobre el Plan E, aquella iniciativa que lanzó el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tras la crisis de 2008 para reducir las listas del paro regando de dinero a los ayuntamientos para dinamizar la obra pública, los resultados más repetidas que aparecen suelen coincidir en varios calificativos, casi ninguno positivo: fracaso, despilfarro chapuza o descontrol figuran a la cabeza de un top en el que se echa de menos algún elogio al rigor y la sensatez en el manejo de aquellos ingentes recursos, tal vez porque efectivamente no la hubo. Quizás se deba esta ausencia a que la construcción frenética de pistas de pádel o rotondas hacia ninguna parte en la que se dilapidó el presupuesto no sirvieron prácticamente de nada. En este sentido, un documento del Banco de España cifró que cada puesto de trabajo creado al amparo de aquel invento costó más de 160.000 €. Además, al cabo de pocos meses, el efecto que tuvo en la economía resultó nulo. Sirva este ejemplo del pasado para ilustrar la importancia de la buena gestión ante la llegada de las ayudas de la Unión Europea destinadas a ser la palanca sobre la que se catapulte la recuperación tras la pandemia. Un trampolín en forma de miles de millones sobre el que no debe existir sombra de sospecha y que tiene que despacharse con pulcritud para evitar dos consecuencias fatales: la primera, que no cumplan su objetivo. La segunda, que la propia UE se vea obligada a intervenir si detecta que no se está actuando correctamente. Esta fue la advertencia lanzada ayer por Alberto Núñez Feijóo, justo cuando se cumple un mes desde el requerimiento enviado por la Xunta a La Moncloa en relación al reparto de los euros procedentes de Bruselas para políticas activas de empleo. El Ejecutivo autonómico considera que deben administrarse como en los últimos años, “con un criterio y no sacando convocatorias específicas que beneficien a comunidades específicas” y se queja de “discriminación” y “arbitrariedad”. Galicia, en cuyo ADN está siempre el preferir un arreglo que un pleito, decidió exprimir el diálogo antes de acudir a la Justicia. Sin embargo, la actitud Pedro Sánchez y los suyos, que en lugar de analizar las causas del descontento e intentar corregirlo, eligen la vía de un argumentario que reduce todo a un intento de “boitcot” del PP, deja poco margen para la esperanza de que el asunto no termine ante el Tribunal Supremo. Si la discrepancia no se reconduce serán los jueces quienes den y quiten razones. Pero una cosa está clara. El plan de Europa, aunque las letras coincidan, no es ni de lejos el Plan E.