Fronteras inmateriales en Santiago

Beatriz Castro
Avenida de O Restollal

en santiago perviven todavía, tras varias décadas de poner en práctica un urbanismo desorganizado, ciertas fronteras que actúan como fosos de separación entre barrios. No son fronteras materiales levantadas con mala fe a golpe de vallas o balizas, pero el resultado es casi el mismo debido al efecto psicológico que provoca en los peatones. Hasta hace poco, por ejemplo, una barrera inmaterial separaba Fontiñas de la orilla que baña Concheiros, derruida ahora en parte gracias a las acertadas, aunque liosas, obras de humanización llevadas a cabo en la zona; el Ensanche y Conxo parecen también estar separados por una especie de telón psicológico que se alza al final de la Avenida de Vilagarcía, y el cruce de Romero Donallo sigue actuando como un poderoso elemento divisorio entre la llamada zona nueva y el barrio de Pontepedriña, por fortuna más pegados desde que se puso en marcha la fea pero práctica pasarela de la Intermodal y se reformó la avenida de Clara Campoamor. Todos esos límites han restado permeabilidad al tráfico de peatones, que tienen la percepción de estar cruzando una raya antinatural, y por contra han disparado el uso del coche a la hora de realizar trayectos perfectamente asumibles a pie. En este sentido, la anunciada humanización de O Restollal, una avenida urbana que parece más bien una fría autovía no apta para el paseo tranquilo o el terraceo, solo merece aplausos. Y, por supuesto, deseos de que la obra empiece cuanto antes y no se eternice en el tiempo después de tantos años de proyectos que aún no se han materializado.