Hay margen para la esperanza

El Correo Gallego

tÉCNICAMENTE España salió ayer de la recesión. El INE brindó una buena noticia a la hora del almuerzo: tras los meses catastróficos del confinamiento casi total, la economía creció en el tercer trimestre un 16,7 %. Nunca en la serie histórica se registró semejante subida. El récord, hasta ahora, se remonta al 1970, con un 2,2 %. Pero igual de significativo es este aumento como abrumadora es la debacle a la que el coronavirus arrastra aún a la economía, cuya gráfica avanza en forma de dientes de sierra marcada por los rebrotes. Todo ello a la espera de una vacuna que ayude a bajar la curva del virus y a subir la de los negocios. No hay que engañarse. Ni siquiera lo hizo ayer la ministra Nadia Calviño al admitir que aún estamos en un momento de “alta incertidumbre tanto a nivel europeo como global”. Aún con ese incremento del 16,7 %, más acusado del previsto por el Gobierno, los niveles precrisis quedan todavía muy lejos porque en la primera mitad de este aciago año se esfumó una cuarta parte del producto interior bruto: en la comparación interanual, la caída es de un 8,7 %. Y el coronavirus sigue atacando, las previsiones para el último trimestre ya se han revisado a la baja y todo indica que la recuperación llegará más tarde de lo esperado. Si el vaso lo queremos ver medio lleno, lo que demuestra el dato desvelado ayer por el INE es que la economía española, con todas sus debilidades, tiene mimbres para la reactivación en el momento en que el virus lo permita. Y a eso debemos agarrarnos para no caer en la negritud del pesimismo más exacerbado. Conjugar economía y salud es la fórmula más difícil a la que se han enfrentado los gobiernos de todo el mundo en los últimos meses. ¿Cómo explicarle a un hostelero que el cierre de su negocio es necesario para contener la pandemia? A nadie le gusta que le quiten el plato de encima de la mesa. A un hostelero, menos. Y sí, es responsabilidad de quien gobierna ayudar a que los mimbres –los hostelero lo son– no escachen definitivamente. Pero también la responsabilidad es individual: prudencia en las salidas y cumplimiento de las normas cuando el virus aprieta como ahora y media Galicia se encuentra a las vísperas de Difuntos bajo el yugo del cierre perimetral, comprar en el comercio local, no renunciar a la cultura, o, al menos mientras se pueda, salir a cenar antes del toque de queda. Pequeños gestos en la también complicada tarea de saber conjugar el comportamiento personal y la economía. No es fácil, no. Pero también de eso depende que el espejismo se haga realidad y se ponga freno a la desertización. Pese a todo, hay margen para la esperanza.