Imágenes chirriantes de un pasado reciente

Beatriz Castro

LA PEQUEÑA bronca que se ha montado con motivo de la peatonalización parcial de Mazarelos, uno de los enclaves más significados del casco histórico compostelano, tiene múltiples explicaciones, pero es un hecho que algo había que hacer para liberar dicha zona de la infinidad de coches que circulan y estacionan allí a todas horas. EL CORREO, que reproduce cada día una foto sobre cómo era la vida en la capital gallega hace unas pocas décadas, publica con frecuencia imágenes en las que se ven vehículos aparcados incluso en el Obradoiro o montando caravanas en rúas tan céntricas como la de O Vilar, con el consiguiente asombro que dichas escenas provocan no solo en las nuevas generaciones, sino también entre quienes vivieron aquello y no defenderían en absoluto que la situación tornara hacia aquellos derroteros. Pues bien, dentro de muy pocos años nos echaremos también las manos a la cabeza al contemplar fotografías vintage del aspecto que ha presentado hasta ahora la plaza de Mazarelos, plagada de automóviles y con decenas de camiones rascando literalmente la puerta de la antigua muralla que cercaba el área monumental. Pese a que se trata de una actuación necesaria y positiva para el conjunto de la ciudad, hay que comprender también las quejas vertidas por numerosos vecinos y padres que no saben dónde diantre dejar sus coches cuando van a recoger a sus hijos pequeños a los colegios cercanos. Parece un tema menor, pero no lo es, y el Ayuntamiento tiene la obligación de ofrecer alternativas viables a quienes todavía tienen fuerzas y ganas de tener descendencia y dejar herederos... aunque solo sea de deudas. Tal y como está el patio, con el índice de natalidad por los suelos y la crisis económica galopando a lo bestia, a las familias hay que mimarlas más que nunca, escuchar sus problemas y, por supuesto, resolverlos.

BEATRIZ CASTRO/Periodista