Otros daños de la pandemia

Beatriz Castro

santiago Empieza a ser cada día más evidente que la crisis sanitaria puede estar camino de superarse si las cosas no se tuercen. Los datos en Compostela invitan a un optimismo que se plasma en la progresiva desescalada de las medidas restrictivas y en la cada vez mayor afluencia de visitantes por las rúas. Pero estas medidas han provocado también unas importantes cicatrices económicas y sociales que va a ser complicado de restañar. Muchas empresas y particulares han sufrido daños en su actividad que las ayudas han paliado, pero ahora toca arrancar de nuevo, y no todos los motores están en condiciones de hacerlo, porque muchos se han gripado. Un fenómeno que también empieza a ser preocupante es el incremento de ciudadanos que literalmente se han quedado en la calle, y empieza a ser tristemente habitual la visión de personas que por todo hogar tienen un saco de dormir o una manta, y por todo techo unos soportales o la entrada de un edificio. Hasta dos mil en la diócesis de Santiago, calculaba ayer el arzobispo monseñor Julián Barrio, una cifra terriblemente elevada, sobre todo por la edad media de estas personas, que dificulta todavía más su reinserción laboral y social. Servicios públicos y entidades privadas realizan un considerable esfuerzo para conseguir afrontar este problema, pero es necesaria también la implicación de toda la sociedad, primero a través de la puesta en marcha de ayudas para afrontar los casos más extremos, pero también mediante la adopción de medidas que permitan la reinserción en el mercado laboral. Resulta paradójico que mientras empresas como las de la construcción clamen por la falta de personal para hacer frente a la creciente demanda de sus servicios, haya tal cantidad de personas a la espera de encontrar un puesto de trabajo que les permita rehacer su vida. Falta organización, es evidente, y sobre todo planificación, para arreglar lo de ahora y evitar que se repita mañana.