¿Para qué tener un Bugatti Veyron?

Beatriz Castro. Periodista
El ‘bicho’ cuesta dos millones

mi cascajo diésel tiene siempre un hambre desaforada. Por carretera traga una media de 8,5 litros y en ciudad se dispara hasta cifras que meten miedo, sobre todo al precio que están las gasuflas. El caso es que recorrer cien kilómetros por las calles de Santiago, donde los atascos abundan, no sale por menos de veintitantos euros. Tengo amigos que aseguran, seguramente para darme envidia, que sus modernos coches de gasolina no pasan de los seis litros, incluso cuando sufren grandes sofocones de estrés al atravesar el caótico nudo de Concheiros, pero el mío es insaciable y le encanta parar en las estaciones de servicio, donde, además de echarle algo de alfalfa líquida al depósito, le invito a un café y un donuts para animarlo a seguir rodando unos cuantos años más. En todo esto reflexiono mientras leo las desventuras del futbolista Cristiano Ronaldo con sus vehículos de lujo, entre ellos el Bugatti Veyron que compró hace unos meses, un bicharraco de 1200 CV que es capaz de superar los cuatrocientos kilómetros por hora y cuyo precio rondó la friolera de dos millones de euros. Sin embargo, poco ha podido disfrutar de él, porque uno de sus empleados lo acaba de estrellar en Mallorca, mientras que mi jamelgo sigue trotando por las calles de Compostela y tomando refrigerios bien azucarados en las estaciones de servicio. Además, el Bugatti achatarrado de Cristiano consume cerca de 30 litros en ciudad, así que el mío, pese a su querencia por la comida, puede recorrer casi el triple de kilómetros con la misma cantidad. Oh, qué gran fortuna la mía, Y por cierto, va a ser verdad eso de que no se consuela el que no quiere.