Sobre las dudas tóxicas de la oposición

El Correo Gallego

algo ha conseguido la oposición en la recta final de la campaña, de eso no hay duda, aunque sea a costa de sembrar dudas tóxicas sobre la limpieza del proceso electoral. Lo que han logrado Gonzalo Caballero, Ana Pontón y Antón Gómez-Reino es que el coronavirus contamine las urnas del 12-J y que nos dediquemos a marear la perdiz del aplazamiento de los comicios en la comarca de A Mariña, y ya puestos, ¿por qué no?, en Galicia entera, porque al fin y al cabo en todas las áreas sanitarias de la comunidad hay algún contagiado. También en el País Vasco sobresaltan la campaña los negros nubarrones de las dudas alimentadas desde la oposición. Son los peajes del juego partidista, que transforman las prisas de abril por ir a las urnas en indisimulada desgana ahora que está el pescado vendido, según las encuestas. Urkullu y Feijóo, Feijóo y Urkullu, multiplican estos días sus mensajes sobre la seguridad sanitaria absoluta a la hora de votar, y sobre la transparencia y legitimidad del proceso. Se ven obligados a hacerlo para contrarrestar a una oposición que cuestiona, unos con más intensidad que otros, las garantías democráticas para ejercer el derecho al sufragio. Sin fallecidos en Galicia desde hace un mes y con las uci libres de covid-19, afortunadamente, no le falta razón a Feijóo cuando pone la lupa sobre la demagogia de quienes, de repente, han perdido el entusiasmo electoral. Suena a dislate que Martiño Noriega intente hacer ruido, tras su campaña mortecina, llamando al líder del PPdeG Alberto Bolsonaro Feijóo. ¿En qué se parecen los más de mil muertos diarios de Brasil a la ejemplar gestión de la pandemia en Galicia? Y es de traca que Galicia en Común enrede ante la Junta Electoral para que no triunfen “os cálculos electoralistas “ (sic) del inquilino de Monte Pío. ¿Qué tiene de electoralista convocar a las urnas en cuanto ha sido posible? ¿Es electoralista ahora lo que en abril era necesario para Galicia? Deberían los líderes de la oposición desistir de esta campaña de descrédito de la democracia, o cuando menos explicarnos a los gallegos por qué se puede acudir a restaurantes y centros comerciales con seguridad, pero no se puede votar; por qué se puede ir a la playa sin que pase nada, pero mejor no asomar la cabeza en un colegio electoral; por qué se pueden hacer los exámenes de selectividad durante tres días, pero supone un peligro dedicar quince minutos al acto que da sentido a la fiesta de la democracia. ¡Más sentidiño y menos demagogia, por favor!