Transformación constante

Beatriz Castro

santiago Las ciudades son como las personas; a aquellas con las que convives habitualmente no les notas los cambios, pero con las que las relaciones son más esporádicas, sí se aprecian las transformaciones que se maquillan con aquello de “que bien te conservas”, que elogia, pero que duele. Parece que fue ayer cuando los periodistas andábamos a vueltas con las famosas escaleras mecánicas de la estación de autobuses de San Caetano, que estuvieron más tiempo paradas que en marcha, y hoy ya va a entrar la piqueta para hacer desaparecer una instalación que vino a sustituir a otra que ya solo figura en las fotos de archivo, el famoso edificio Castromil de la plaza de Galicia. Incluso en el casco histórico, en el que parece que todo es inmutable y lleva siglos y siglos igual, cualquier persona con unos cuantos años podría empezar e enumerar cambios y transformaciones que se fueron sucediendo a lo largo de los tiempos. Y hasta llegará un día, que probablemente no veremos muchos, en el que la Intermodal ahora en marcha se empiece a ver como una antigualla que es necesario remodelar o trasladar. La hoy sentenciada terminal de San Caetano, que empezó en los tiempos en los que los autocares llevaban las maletas en la baca (de ahí la entreplanta, para cargarlas), y que luego vio pasar infinidad de bolsas de deportes antes de que los trolleys se hicieran los dueños del mercado, en breve dará paso a unas nuevas dependencias administrativas que supondrán también una transformación radical de la fisonomía y el ambiente de la zona, hacia la que los viernes llegarán los autobuses vacíos de apuntes. En las ciudades todo cambia y todo se transforma, y lo que parece de tiempo inmemorial, resulta que es de anteayer, y está condenado a desaparecer. Bueno, casi todo, que ahí está la Casa da Xuventude para demostrar que hay cosas que no se cambian, aunque si nos dieran dos euros por ella, aún salíamos ganando con el cambio.