Artabán

Modesto Gómez

CUENTA la leyenda que cuatro astrónomos de Oriente se dejaron guiar por el resplandor de una estrella...

Melchor, el más anciano, provenía del este de Europa. Gaspar, de mediana edad, residía en Asia. Baltasar, el más joven, naciera en el África Oriental. Pero había un cuarto mago: el persa Artabán. Sorprendidos por el resplandor de la estrella de Belén, los cuatro astrólogos emprendieron camino llevando cada uno consigo una ofrenda. Melchor llevaba oro. Gaspar incienso. Baltasar mirra. Artabán estaba tan emocionado que portaba en su cofre tres ofrendas: un diamante, un jade y un rubí. Calcularon los tiempos para llegar juntos a Belén y se pusieron a caminar a lomos de cuatro dromedarios.

Al poco tiempo de emprender su ruta, Artabán se encontró con un pobre al que estaban apaleando. ¿Por qué le pegáis?, preguntó. Porque nos debe dinero, respondieron ellos. Para que lo dejaran en paz, Artabán decidió saldar su deuda con el diamante que llevaba en el cofre. Aun así, los forajidos tardaron dos días en dejarle marchar, pues fue el tiempo que invirtieron en encontrar a alguien capaz de asegurar la autenticidad del diamante y de comprobar su valor. Esos dos días impidieron que Aratabán pudiera reunirse con Melchor, Garspar y Baltasar en el lugar de encuentro convenido, teniendo que continuar su peregrinaje sólo.

A poca distancia de Belén, Artabán se encontró a los soldados de Herodes buscando niños a los que sacrificar. Entregando a un soldado el rubí que llevaba en su cofre, logró salvar la vida de uno de ellos. Pero viendo lo que acababa de pasar, otro soldado lo arrestó. Y Artabán se vio obligado a pasar treinta y dos años en una cárcel. Cuando salió, se fue al encuentro de Jesús, que decían estaba predicando por Judea. De camino, contempló horrorizado como un padre estaba a punto de subastar a su hija para librarse de las deudas que tenía. Entregándole el jade que le quedaba, Artabán compró su libertad.

Cuando llegó a su destino, Jesús acababa de morir. Pero cuenta la leyenda que una de las primeras personas a las que se apareció resucitado fue a Artabán. Lo hizo para agradecerle todas y cada una de esas ofrendas que le había hecho al ayudar a los demás.

Seguramente esto no sea más que una bonita historia. Pero a mí me hace reflexionar. ¡Qué necesitado está el mundo de Artabanes y qué acostumbrado está a olvidarlos! Por desgracia, el oro, el incienso y la mirra siguen pesando más que la bondad y la humanidad.