Combatir la pandemia

José Manuel Estévez-Saá

LOS contagios se están estabilizando, sobre todo en Galicia, lo cual indica que ciertas restricciones estarían dando resultados. Aun así es trágico ver el incremento de fallecidos y hospitalizados. Le pedimos disculpas a nuestros sanitarios, pues nuestra condición humana no aprende de errores pasados. De ahí los cientos de positivos asintomáticos que burlan el confinamiento y salen a trabajar y a pasear debido al inexistente control de las autoridades.

Por fin se reducirá el IVA de las mascarillas (se podría anular incluso el del gel hidroalcohólico) y se controlarán las fronteras con PCR; aspectos que llevamos demandando desde marzo. Se hace ahora, aun sin reconocerlo, siguiendo las posibilidades ofrecidas por Bruselas tiempo atrás. El anuncio de una primera vacuna resulta esperanzador, y demuestra cómo investigadores y científicos continúan incansables con su labor.

Lo mismo deberíamos hacer nosotros, preservando nuestra salud y la de quienes nos rodean. Eso sí, debemos estar atentos a otras vacunas británicas y norteamericanas que puedan resultar diez veces más económicas y menos necesitadas de tan gélida cadena de frío.

Las restricciones de movimiento y reunión están separando familias, y ahogando a esa hostelería que protesta por falta de motivación y de justificación estadística. Pero tampoco ayudan quienes se saltan las directrices, como ha ocurrido en un bar de Carballo, en cuya fiesta ilegal se comprobó, además, que los insolidarios no eran tan jóvenes como se pudiera pensar. Argumentar que no se puede controlar a la clientela de un local es echar por tierra las reivindicaciones de los hosteleros que defienden la seguridad de sus establecimientos, y que incluso en verano extremaron las precauciones y el control de sus aforos.

De nuestro grado de cumplimiento con las medidas sanitarias depende que salgamos de la situación actual. Las restricciones son duras, causan frustración, y contravienen derechos y socialización. Pero no olvidemos que en esta pandemia hay alternativas para hacer más llevadero este impasse. Abundan las aplicaciones que nos permiten trabajar telemáticamente, e incluso interactuar con amigos y seres queridos. Y existen juegos para que nuestros hijos se relacionen y entretengan. Estas tecnologías tienen riegos, han de dosificarse, y no son ideales. Pero deberían ser suficientes.

En anteriores pandemias no había tantos recursos. Quizá hoy nos quejemos de vicio. Además, viendo la escasez de trabajo y sustento que sufre la sociedad, y dada la posibilidad de estar en contacto con aquellos que nos importan, no parece fácil justificar el rechazo a velar por una salud que nos permita a todos volver a la normalidad. Si nosotros cumplimos, quizá lo hagan también quienes nos gobiernan, y hasta estén dispuestos a fijarse en nuestros socios del norte de Europa a la hora de ayudar a nuestros empresarios con subvenciones a fondo perdido.