Conflictos evitables

Firmas
Fernando Lussón

POR si la situación política y económica no estuviera lo suficientemente enrevesada, los responsables de que se baje el tono y acercar posturas para intentar que se puedan alcanzar pactos de Estado indispensables, esos mismos son los que se encargan de que no haya un momento de sosiego y, porque todavía no han acabado de aterrizar en Madrid y hay asuntos que no se tiene bien estudiados el nuevo equipo de la calle Génova, o porque hay quien quiere ser más papista que el papa, el caso es que no hay descanso y todos contribuyen a una ceremonia de la confusión que impide situar asuntos complejos y de gran trascendencia en sus justos términos.

A Pedro Sánchez no le deberían doler prendas en reconocer que se equivocó, o que se expresó mal cuando en la sesión de control al Gobierno del último miércoles se refirió a los piolines sin aclarar si hacía mención a los barcos donde se alojaron los policías y guardias civiles trasladados a Cataluña con la misión de impedir el referéndum ilegal del 1-0, o a los propios agentes, lo que sería una falta de respeto impropia de un jefe de gobierno. Que la explicación y exculpación sobre las palabra de Sánchez llegaran del ministro del ramo, Fernando Grande-Marlaska, no es óbice para que Sánchez, a la mayor brevedad posible, pida disculpas por un argumento sumamente inapropiado, que añadió a otros que sí tenían una justificación tras el conocimiento de los audios grabados por el excomisario Villarejo.

Que España no es un Estado plurinacional está claro –en eso lleva razón Núñez Feijóo–pero que está compuesto por nacionalidades –que los politólogos asimilan a nación– y regiones, también. Son naciones culturales, pero no son sujetos de soberanía.

Y para acabar de malearlo todo está la horrenda gestión que se hizo de la vuelta del rey emérito a España, entre la crítica política y el regreso deportivo-festivo.