Correos o el disparate

Firmas
Luis Alonso Girgado

lectoR sagaz y democrático: parece más que probado que las cosas, cuando vienen mal, torcidas, vienen muchas y juntas. Esto me está pasando a mí últimamente con el veterano y antaño respetable cuerpo de Correos, que ciertamente conozco bien, pues llevo más de media vida frecuentando sus oficinas, en las que envío y recibo libros, sobre todo libros y aun conservo amig/os/as/es entre su personal. Tal era la confianza que, cuando no estaba en casa, el atento cartero me dejaba los paquetes en la farmacia de abajo...hasta que una noche la asaltaron y se llevaron (eran gente culta, claro) las novedades de Hiperión y, más todavía, la edición de las Cantigas de Alfonso X el Sabio, que por cierto valían un riñón.

Cuando pasé de Santiago a Brión el panorama varió. Correos se privatizó y modernizó, pero cartas y paquetes llegaban peor. El colmo fue hace unos días cuando desde la oficina de Bertamiráns envié un paquete: “Peso, 1.700 gramos, urgente; destino, Vilagarcía; distancia de destino, 40 Km; precio 15 euros, tiempo de llegada, 6 días”. Sí, ya entiendo que la cosa parece una broma de pésimo gusto, un caso de suceso fantástico, etc., pero conservo los dos generosos folios de instrucciones y condiciones del envío que, por cierto, va de Santiago a Vigo y de allí retorna a Vilagarcía. Esa es la norma. Y digo yo. ¿Por qué no llevan los paquetes y cartas hasta Lisboa “la gentil, menina e moça”, y los pasean en calesa por la urbe capitalina? Ante la escandalosa tardanza del envío formulo la correspondiente denuncia (se encarga de ello una diligente empleada) en la que se me invita...¡a que yo contacte con la empresa distribuidora que utiliza Correos y le pida responsabilidades! ¡Lo tengo que hacer yo! Como ejemplo de humor negro y caradura no está mal, no.

Prosigo. Envío un par de libros, desde Vilagarcía a Rivas-Vaciamadrid. Casi dos meses después los recibo de vuelta con una pegatina en la que leo: “Envío ordinario cuyas dimensiones no permiten su depósito en buzón” (y un garabato de firma). Y digo yo: el empleado que me atendió en Vilagarcía, ¿usa un distinto sistema de medidas? ¿No habrá junto a la puerta un timbre al que llamar, señor cartero?. En fin, hace como un mes, me remitieron de Correos de Burgos un paquete que le envié a un exalumno, (él fue a recogerlo en persona, documentado) y que la espabilada funcionaria (celosa de su deber en grado sublime) no le entregó porque servidor había escrito Rodríguez de la Fuente en lugar de De la Fuente Rodríguez. Él es catedrático ya jubilado y lleva años y años residiendo en la ciudad y ejerciendo en un instituto de la misma.

No tendría que continuar, pero lo hago, recordando el bochornoso espectáculo de Correos, entre sobres con balas y pistolas, durante las elecciones a la Comunidad de Madrid. Claro que lo que no conviene se tapa en un santiamén con otras noticias de más enjundia y así todo queda en casa. Y así hasta la saciedad. Y de que alguien con autoridad demuestre una actitud responsable, nada de nada. ¡Hasta las hojas de reclamaciones las cocinan ellos! Y de devolverte el dinero, ni un euro, ni se les pasa tal posibilidad por la imaginación. ¡Vayan ustedes con cuidado! ¡No se descuiden! ¡Esto se pone interesante!