Cuba en El Correo Gallego

José Manuel Estévez-Saá

LO anunciamos aquí a principios de año. Y lo confirmamos desde esta tribuna hace apenas tres meses. El 3 de enero, en una columna que llevaba por título Un 2021 muy incierto, augurábamos los altercados sociales que estos días están teniendo lugar en Cuba, y a menor escala en otros contextos bolivarianos y del mal llamado socialismo del siglo XXI.

También el 17 de abril, en el artículo Cuba y la primavera caribeña, insistía yo en que “la sociedad cubana, cada vez más informada y conectada con el exterior, aparenta estar dispuesta a iniciar una primavera caribeña de ésas que reivindican pan, democracia y libertad para todos”.

Pues bien, esos análisis y aquellas premoniciones son hoy una realidad que nos demuestra el grado de desesperación de una comunidad hermana incapaz de seguir soportando lo que entonces describíamos del siguiente modo: “el control social y mediático no ha cejado, y el declive económico en Cuba alcanza cotas inimaginables debido al desabastecimiento, la inflación, la caída del turismo y la ineficacia de su reforma monetaria”.

Ahora, los contextos democráticos del mundo se echan las manos a la cabeza, asumiendo con rubor lo poco que se han interesado por el sufrimiento que padece esa isla que llegó a ser denominada Perla del Caribe por su pasado glorioso y boyante. Es lamentable ver que, pese a lo que trasciende sobre un país casi tan hermético como Corea del Norte, España siga sin reivindicarse como interlocutora, como vehículo de mediación entre la ciudadanía y el Gobierno, o como referente en lo que a relaciones diplomáticas con el país caribeño se refiere. Tan sólo se limita a ver la tragedia desde la barrera, y a no tildar de dictadura, por protocolo diplomático, un régimen autoritario cuyos vínculos sociales y económicos tampoco ha hecho mucho por proteger.

Gracias a la prensa valiente, estamos informados. Quienes hemos viajado a Cuba, fuimos más allá de las fiscalizadas rutas turísticas, y hasta pudimos entrevistarnos con unos y otros, lo celebramos. De ahí que hoy apenas me reste aportar tres ideas. Primera: que Díaz-Canel no puede criticar el embargo estadounidense cuando bloquea los corredores humanitarios de ayuda y suministro que ofrecen los organismos internacionales.

Segunda: que no es lógico abrir las fronteras al turismo extranjero mientras se mantienen confinados y desprotegidos a los isleños. Y, tercera, que una confrontación civil entre los acólitos del poder y los que defienden la libertad de organización, prensa, opinión y expresión, sólo propiciaría una intervención extranjera que causaría miles de víctimas y un cambio radical de Gobierno que, debido a la descoordinación y a la represión que sufren la disidencia y la oposición, resultaría demasiado frágil.