Díaz y Podemos, o Pontón

Firmas
José Manuel Estévez-Saá

NO es de extrañar que Yolanda Díaz mantenga las distancias con Podemos; pues, hoy por hoy, poco le beneficiaría asumir la coalición, y mucho le perjudicaría a sus planes y propósitos. Es cierto que no sabemos ni cuándo ni cómo va a presentar su proyecto con nombres y apellidos, listas y programas. Su talante negociador está a la baja, como prueban sus recientes desavenencias con empresarios y autónomos. Y ante parte de la ciudadanía, su proceso de escucha parece dilatarse excesivamente en el tiempo.

Podemos la presiona; y, sin duda, intentará limitarle el trato preferencial y los acuerdos con formaciones como Más Madrid o Compromís. Lo contrario sería visto por la formación morada como competencia desleal. Pero Díaz es consciente de que el radicalismo y los últimos errores de bulto de las cabecillas de Unidas Podemos (UP) podrían salpicarla. Porque si las lideresas de Podemos enfadaron primero a reconocidas y reputadas feministas durante la tramitación de la Ley Trans, el colmo llegó con las nefastas consecuencias de la ley estrella del ministerio de Igualdad: la Ley del “Sólo Sí es Sí”.

Las cifras no engañan, y ahí está el aumento de la violencia de género, evidenciado en los datos del año pasado y de los días que llevamos del nuevo año. Esta dolorosa lacra se acentúa por la sensación de impunidad que ya parecen percibir cientos de agresores. Pero, en el ministerio de Igualdad, en lugar de asumir errores, culpan al PP, a los jueces y a la prensa; y, lo que es peor, bromean y se ríen, como hizo la secretaria de Igualdad con un tema que no admite frivolidad. Eso sí, Igualdad sigue recibiendo cantidades ingentes de recursos y fondos que pagamos todos, pero que no están siendo empleados de forma eficaz.

La única salida que parece tener Díaz es ir aprovechando ese capital humano de UP que está harto de sus lideresas, de sus meteduras de pata, y del autoritarismo del todopoderoso líder en la sombra. Yolanda habrá de mantenerse leal a su proyecto de “sumar”, sin someterse a presiones; pues, a la larga, la historia recompensa a quienes son fieles a sus objetivos, a sus creencias y a sus principios. Bien podría Díaz emular a Ana Pontón, quien aguantó el tirón en el BNG cuando nadie apostaba ni por su partido ni por ella.

Estemos o no de acuerdo con los postulados de Pontón, y aunque nos haya decepcionado el poco rédito que obtuvo tras su apoyo a Pedro Sánchez, nadie puede negar que, al menos, le supo transmitir sus críticas públicamente. Y ahí sigue, manteniendo su propia voz dentro del espectro político gallego de izquierdas; sin permitir que la ensombrezcan, y apoyando o criticando a unos o a otros si es por el bien de Galicia. Esta actitud de Pontón transmite una imagen mucho más proactiva que la que proyecta Díaz con su pasivo proceso de escucha.