Discuto sólo de ideas

Firmas
Mario Clavell

‘...Y no maldigo a las personas’ es la expresión de cierto polemizador. Es reseñable esta actitud en época crispada como la actual. Muchas cosas van mal y la opinión pública necesita culpables. Los articulistas de prensa son comedidos pero menudean las descalificaciones personales en las redes sociales. Los insultos asquean a los lectores, que donde buscan inteligencia encuentran grosería. Donde falta genio esperaríamos ingenio, y una ironía que revela inteligencia.

Estamos conectados pero no siempre amicalmente relacionados. La telemática me facilita mantener correspondencia diaria con decenas de conocidos: ella es fluida, multitudinaria: felicitaciones a mogollón y descacharrantes vídeos reenviados. Bendita la Red.

Pero en situación de conflicto el disenso es mayor que el consenso. Nos entristece la salud pública, nos fastidia el debate político, nos asquea la información sesgada. Pero nos conviene salvar las formas sociales. Hay un resorte moral que nos lleva, ¡ay, qué difícil!, a salvar la intención del adversario, que debo suponer recta. Los republicanistas denuestan de monarquistas, a los partidarios de la coexistencia público-privado nos arrepían los estatalizadores; y despreciamos por inmorales a los corruptos y lamentamos la sobre-judicialización de este tiempo. Pero procuramos entender sus ideas y podemos aceptar que sus intenciones no son denostables. Debelo argumentos contrarios a mí pero salvo la honra de quien los sustenta.

Soportamos una condición humana deturpada por la pérdida de inocencia en nuestro origen como especie. Y cada época debe paliar sus malas manifestaciones. A la nuestra le toca la de recuperar el sentido de fraternidad universal y ponerle caras y patas. Incluso a quienes piensan de modo raro y actúa más raro aún.