El discurso del rey

Modesto Gómez

BUENAS noches. Hace un año dije que no eran tiempos fáciles; que eran momentos de cambio, de incertidumbre, de preocupación y de inquietud. Ni me imaginaba la que se nos venía encima... Os hablé de una nueva era tecnológica sin sospechar que tendríamos que vivir nuestras vidas en digital. Os hablé de desigualdad laboral, de cambio climático y de desempleo. Y lo hice con esperanza. Pero un año después ni la igualdad, ni el empleo, ni el clima han mejorado mucho, de no ser por la reducción de emisiones que propició el confinamiento. ¡Paradojas de la prosperidad! Ya veis.

Hace trescientos sesenta y cinco días estábamos a las puertas de ratificar a un nuevo Gobierno en el Congreso. Y lo hacíamos en un contexto de claro deterioro de la confianza en las instituciones. Menos mal que el nivel de confianza ha subido mucho de un año a esta parte. Y todo gracias a la solvencia, a la credibilidad y a la trasparencia del nuevo ejecutivo.

Esa capacidad de llegar a pactos inverosímiles... Esa facilidad para sacarse de la chistera comités de expertos... Esa generosidad a la hora de compartir los mensajes y las cifras con claridad... ¡Saldremos más fuertes! , decía el lema de junio. Prefiero no imaginar el de febrero...

Pero esta noche es Nochebuena y debemos quedarnos con la ilusión, con la esperanza y con la gente que merece la pena. Quedarnos con la generosidad infinita de los sanitarios. Con el sacrificio titánico de los autónomos. Con el coraje desinteresado de los voluntarios. Con la paciencia resignada de los enfermos. Con el recuerdo eterno a los que ya no están. Con la entrega absoluta de las personas solidarias. Y con el civismo pedagógico de quienes llevan todo el año siendo ejemplo de cómo se antepone el bien común a los intereses personales.

Todos ellos representan la ilusión. Todos ellos son testigos de la esperanza. Porque de 2020 seguramente saldremos iguales, pero habremos aprendido a discernir lo que realmente vale la pena. Y ese valor absoluto seguramente esté esta noche con nosotros. Así que cuidémoslo. Y cuidarlo es respetarlo. Y cuidarlo es protegerlo. Y cuidarlo es amarlo.

Aquella noche el rey se dirigió así a su pueblo. Lo hizo sabiendo que muchos le cuestionaban, le señalaban y le juzgaban. ¡Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno en este país de tuertos! Pero lo hizo convencido de que un rey siempre tiene que velar, respetar y cuidar a los suyos; siempre tiene que tejer con amor lo que otros desmadejan. ¡Qué falta le hace a este país el zurcido de un rey! Feliz Nochebuena y feliz Navidad a todas y todos.