El Estado dual

Firmas
José Luis Bouza Álvarez

ERNST Fraenkel (1898-1975) fue un socialdemócrata alemán que escribió un libro ya clásico sobre el nacional-socialismo: The Dual State. A Contribution to the Theory of Dictatorship (1941). Hablaba allí de Doppelstaat –Estado dual–, distinguiendo entre el aparato formal del Estado normativo y legal, y el Estado discrecional, no normativo ni sometido a la ley sino a un poder que se le sobrepone.

La monumental obra sobre el Tercer Reich de R.J. Evans en el volumen que dedica a la institucionalización nazi
consideraría ésta como un paulatino proceso de transferencia del poder normativo al poder arbitrario de partido
y del Führer quién acabó por fundir partido y Estado en 1934.

Tal distinción no parece característica exclusiva del Reich sino también de Estados iliberales de tendencias autoritarias en los que la división de poderes va debilitándose. En vez de democratizar el Estado liberal desde sus presupuestos, se promueven formas institucionales paralelas en la dirección de un régimen personal y populista en el sentido de Fraenkel. El proceso podría, a la venezolana, rematar en una fusión incompleta partido-Estado, por tanto en una doble institucionalización y en un permanente conflicto civil.

Mientras el régimen cubano, nacido del modelo autoritario de entreguerras, funde partido y Estado, en países como Venezuela el movimiento puede monopolizar el Estado sin acabar de fundirse por completo con él por las limitaciones políticas internas y externas. Falange pugnó aquí contra la Iglesia durante años para establecer el partido-Estado, que tras 1945 se hizo imposible.

El “proceso constituyente” del ministro Campos es mera torpeza oratoria, pero hay razones para la desconfianza a derecha e izquierda hacia este gobierno “social” poco diligente como protector del derecho a la vida, expresión máxima de lo “social”. Y no solo porque en distintos cargos e instituciones donde había más Estado ahora hay más partido, sino porque hay fuerzas influyentes que desean desinstitucionalizar el Estado comenzando por la monarquía, obstáculo tan grave para sus fines como Hindemburg para Hitler, quién fundió presidencia y cancillería la noche misma de su muerte.

No me refiero a un republicanismo legítimo sino como instrumento antiliberal. Pese a la politización del Estado, que evoca cierto temor al Estado dual, lo importante ahora no parece tanto confrontar cuanto lograr pactar con el conjunto de fuerzas sociales el más amplio, generoso y abierto acuerdo posible para salvar la economía.