Emprendimiento y burocracia

Luis Caramés

EN una ocasión, el almirante Hyman Rickover, inmigrante en los Estados Unidos y militar muy reconocido y de gran formación, después de darse de bruces una y otra vez con estructuras burocráticas, pronunció una frase que llegó a hacerse famosa: “Si vas a pecar, peca contra Dios, no contra la burocracia. Dios te perdonará, la burocracia no”.

El burócrata, necesario para el funcionamiento de las administraciones públicas –y también de las empresas privadas, con una declinación diferente de su función–, se desvía de su genuino cometido cuando se extralimita, sea por inercia, por acaparar poder a través de la información o por haber sucumbido a la tentación de considerar que es el propietario de lo que gestiona.

Hemos llegado al poder, ya tenemos el poder, ahora cumpliremos nuestro programa. Craso error, pues la burocracia acecha, y si bien la Administración debe de disfrutar de un cierto margen de independencia, ha de existir un equilibrio entre autonomía y subordinación al poder electo. Ambos ámbitos pueden llegar a extralimitarse, pero los mecanismos de control de la burocracia son muy ineficientes.

Sobran ejemplos de consensos en torno a objetivos de política, que acaban desvaneciéndose por la batería de obstáculos burocráticos que, siempre, pretenden responder a garantías irrenunciables. Veámoslo con un ejemplo, el de la simplificación de trámites para crear empresas. Cansa recordar una y otra vez las múltiples promesas que siempre ofrecen la tierra prometida del papeleo cero. Pues ahora se vuelve a la carga y yo tengo para mí que o ahora o nunca, con la economía ahogada y los salvavidas sin aire.

Efectivamente, el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital promete elaborar una ley de impulso a la creación y crecimiento empresarial y mejora del clima de los negocios. Y la ministra Calviño propone eliminar el requisito de capital mínimo –3.000 euros– para la constitución de una sociedad de responsabilidad limitada. Un solo euro de capital funcional será suficiente. Sería un primer paso, unido a una mejora de la normativa concursal, para facilitar reestructuraciones derivadas de problemas ligados a la pandemia.

Un país de pequeñas y medianas empresas, con déficit en el ámbito del emprendimiento, necesita menos burocracia y más facilidades para entrar y salir del mercado. Ellas son la columna vertebral de la economía y un exceso de carga administrativa les retira oxígeno para sobrevivir ahora y progresar después.