Féminas 2022

Mario Clavell

EL pasado 8 de marzo pasé por dos manifestaciones feministas, una en el Obradoiro, otra en el Toural; advertí en ésta, entre una megafonía chirriante y un barullo de lenguas reivindicaciones para los vientres de alquiler, a la prostitución, para la permisividad transgénero. Advertí que en el feminismo hay serias divisiones.

El feminismo base persigue igualdad de derechos entre hombres y mujeres y acojo la feminización puntera en toda suerte de profesiones: dirección de empresas, cargos públicos, investigación. Sean bienvenidas a esas tareas, que desempeñan con los mismos aciertos y errores que los hombres. La que llamamos ideología de género, más allá de lo dicho aborrece la condición sexuada de las personas al nacer y propugna la elección de género en un abanico de posibilidades nunca cerrado: bi-, trans-, líquido, asexual, en función (cambiante) del sentimiento o del capricho.

Los seguidores de esa ideología apoyan la administración de hormonas que bloquean la pubertad al margen del sexo masculino o femenino del nacimiento y ven bien la cirugía que modifica los rasgos sexuales externos. Las personas trans tienen a menudo un aspecto ambiguo.

La Academia Francesa de Medicina publicó un documento en febrero pasado constatando el aumento de esas personas; apunta, como causa inductora, el carácter adictivo de las redes sociales, que es nociva para el desarrollo psicológico de los jóvenes y responsable en buena medida del crecimiento del sentimiento de la disforia de género (disgusto por la propia identidad).

Hay movimientos feministas que persiguen la igualdad de tareas y derechos entre mujeres y hombres y subrayan la complementariedad de ambos. Apunto a Women of the World, una plataforma de 25 entidades que trabajan juntas en defensa de la identidad femenina y el valor humano, social y laboral de la maternidad. Implican a los hombres para ello, no para demonizarlos sino para implicarlos en esa tarea compartida.