Fiesteros y vacunados

José Manuel Estévez-Saá

A pesar de las dudas e incertezas que aún rodean a la COVID-19, lo que sí deberíamos tener claro después de casi año y medio es que esta pandemia, o la vencemos todos juntos, o no la superaremos. Bien, pues parece que hay quien no lo tiene tan claro, a juzgar por las imágenes que ilustran el comportamiento de algunas personas en diversas ciudades españolas, incluida Galicia, a raíz de la derogación del Estado de alarma.

Calles y plazas abarrotadas de gente celebrando no sabemos muy bien qué, sin mascarilla y sin guardar las preceptivas distancias de seguridad. Escandaliza, pues no hay nada que festejar de momento, cuando todavía sobrepasamos diariamente el centenar de fallecidos en nuestro país, por no mencionar el elevado número de contagios, o el de compatriotas luchando por su vida en las UCI. Y ni falta hace aludir a los autónomos, empresarios, y trabajadores en general, que aún ven peligrar sus negocios, sus empresas y sus puestos de trabajo.

Por respeto a ellos deberíamos mantener la prudencia, al igual que por los sanitarios que siguen desviviéndose por sacar adelante a los enfermos. Por otro lado, la vacunación avanza a buen ritmo, pero también los vacunados han de ser solidarios, y seguir conteniendo sus lógicas ansias de vida social, pues ya se sabe que pueden contagiarse e incluso transmitir la enfermedad. Se supone, además, que los inoculados deberían ser muros de contención del virus, algo que únicamente se puede conseguir si logran no contagiarse y, sobre todo, no transmitir la enfermedad. Bien, pues ya trascienden brotes que surgen precisamente a raíz de personas vacunadas que bajan la guardia hasta el punto de poner en peligro la vida de los suyos. No; no basta con que cada uno a título individual haga cálculos de cuándo le tocará el ansiado vial. Es preciso que todos, como sociedad, accedamos a la preciada dosis.

Dada la “abdicación de Sánchez” (Cuca Gamarra, PP), así como el “caos jurídico” (Aitor Esteban, PNV), la “descoordinación institucional” (Íñigo Errejón, Más País), la “inacción” (Mertxe Aizpurua, EH Bildu), y la “irresponsabilidad” (Gabriel Rufián, ERC), del Gobierno central, la incertidumbre en cuanto a normativas y restricciones sigue ahí.

Una pena y un riesgo; pues, a falta de una prórroga del Estado de alarma, bien podría haber elaborado el Gobierno una legislación para controlar esta y otras futuras pandemias. Nos dice que es la responsabilidad individual la que nos permitirá superar la delicada situación sanitaria actual. Eso se llama dejación de funciones, pues con este virus unos pocos pueden hacer mucho daño.

De nada sirve que la mayoría cumpla, si una minoría opta por desencadenar una nueva ola. La media de edad de los contagiados y atendidos en los hospitales es cada vez más baja, y los veinteañeros ya destacan como trasmisores sociales y en los hogares. En conclusión, habrá que recordar a los ansiosos de fiestas y celebraciones, así como a los afortunados que ya han sido vacunados, que su desahogo de hoy supone una amenaza para la economía, la salud y la vida de sus congéneres. Mucho se ha debatido si esta pandemia nos cambiaría para mejor como sociedad. Quizá sea éste el momento de comprobarlo.