Futuro incierto

Sergio Otamendi

EL anuncio realizado por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de la retirada de las tropas estadounidenses desplegadas en Afganistán aboca al país a un futuro incierto en el mejor de los casos, aunque por la deriva que transita en los últimos años se puede vaticinar que los talibanes volverán a ocupar todo el espacio político, el control del territorio y la imposición de una interpretación del Islam radical que cercena derechos y libertades de mujeres y minorías.

Estados Unidos se retira de Afganistán con la tarea que se impuso cuando invadió el país tras los atentados del 11-S incumplida. De todos sus propósitos solo ha conseguido que dejara de ser el epicentro del terrorismo islámico. No es seguro que no vuelva a repetir ese pasado. La guerra interminable acabó con el refugio de Al Qaeda y arrinconó a los propios talibanes que habían impuesto un régimen de terror. Pero no ha logrado que se convierta en un país estable y democrático.

Con los talibanes controlando más de la mitad del territorio, sin que haya finalizado el proceso de negociación para su incorporación a la vida política, la población teme que la retirada de las tropas internacionales suponga una nueva ola represiva que ya ha comenzado a notarse sobre mujeres activistas a favor de su derechos, líderes sociales e intelectuales, o que vuelva la imposibilidad de que las niñas acudan al colegio, lo que puede desembocar en una nueva guerra civil como la que asoló el país tras la retirada de las tropas soviéticas.

Ante esta situación, que va a dejar al Gobierno afgano y a su población sin el apoyo de las fuerzas estadounidenses, es inevitable preguntarse para que ha servido el esfuerzo realizado a lo largo de estos veinte años si no se han conseguido que el país centroasiático deje de ser un Estado fallido.

Donald Trump condicionó la retirada de EE. UU. de Afganistán al proceso de paz en marcha. Joe Biden ha decidido cambiar la posición estratégica de su país y adelantar la salida de sus militares. Es inevitable tener una sensación de fracaso, y al mismo tiempo es preciso tomar nota de las lecciones que deja la invasión de un país, con la imposibilidad de imponer una ocupación permanente que choca contra los intereses de los nacionales y que pasados los primeros momentos choca con las opiniones públicas de los países que participan en esa misión internacional, si no se está dispuesto a llegar hasta el final pese al coste en vida humanas y fondos económicos.

Una vez más la comunidad internacional está al borde de anotar un nuevo apunte en su debe.