Galicia con Feijóo

Firmas
Marcelino Agís Villaverde

EN las elecciones autonómicas de ayer no estaba en juego quien ganaba o quien perdía. Estaba cantado que ganaría Alberto Núñez Feijóo, echándose a sus espaldas a todo su partido. Lo que se jugaba era si sería capaz de revalidar por cuarta vez la mayoría absoluta para seguir al frente de la Xunta de Galicia.

El sistema electoral español es puñetero: algunos están obligados a sacar mayoría absoluta para poder gobernar y otros pueden hacerlo con resultados pírricos. Algún día, cuando España recupere cierta normalidad democrática, ese sistema se cambiará, eligiendo algunas de las opciones que otras democracias utilizan para que gobiernen los ganadores.

Galicia confió ayer en Feijóo. Lo votaron personas de ideologías muy distintas, considerando que su gestión en la última década fue buena. Alberto es, como se cansó de repetir Mariano, un político previsible en el que se puede confiar. En estos momentos de gran incertidumbre por la situación sanitaria y económica, Feijóo demostró ser un valor seguro. Su gestión durante los meses de la pandemia fue impecable: sin mentiras, adelantándose hasta donde pudo a los acontecimientos, transmitiendo confianza y serenidad.

Feijóo ganó y Calviño, la ministra socialista que aspiraba a presidir el Eurogrupo, perdió frente a un candidato del Partido Popular Europeo que obtuvo el respaldo mayoritario de los países de la UE. Deduzco que tampoco Europa quiere experimentos, sino que toma sus decisiones valorando la opción que inspira mayor confianza.

¿Puede interpretarse en clave de futuro la victoria de Feijóo y la derrota de Calviño? La política se rige como las mareas por fuerzas que tanto te aúpan en la pleamar como te dejan tirado en la arena en la bajamar. Se puede vivir del cuento un tiempo, pero no para siempre.